I
La esfera de la muerte se hincha con cada respiración
y somos jóvenes todavía
aquello
no me preocupa al estar contigo
ya
no quiero saber nada del mundo
estoy muriendo
tomando tu mano
La esfera de la muerte se hincha con cada respiración
y somos jóvenes todavía
aquello
no me preocupa al estar contigo
ya
no quiero saber nada del mundo
estoy muriendo
tomando tu mano
—¿Olvida usted algo?
EL EMIGRANTE – LUIS FELIPE LOMELÍ
—¡Ojalá!
La migración ha existido siempre. Desde el origen del ser humano hasta antes y después de la conformación de las civilizaciones modernas, los procesos sociales han estado enmarcados por el impulso nómada del individuo. La búsqueda es el motor que durante siglos ha empujado a la gente hacia la posibilidad del “otro lugar”, un sitio al resguardo de la violencia y el peligro, bajo la comodidad de un mejor mercado laboral, o sencillamente hacia la idea de un destino diferente al que nuestro determinismo geográfico delimita.
Yo las vi, pero no debí haberlas visto, porque ese día no debía estar allí, pero allí estuve, y yo vi lo que pasó, que no fue todo lo que dijeron que pasó, ni debió pasar como pasó, pero sí pasó.
Con la pandemia, la vida de niñas, jóvenes y mujeres, ya de por sí atravesada por violencias múltiples, se ha puesto en jaque. Muchas de ellas se ven ahora obligadas a recluirse en casa con sus agresores, a abandonar el espacio público ganado para volver nuevamente a la domesticidad y al espacio familiar normado, a laborar durante jornadas interminables entre el empleo remunerado y el cuidado de lxs otrxs que por su género se les ha delegado. Mayormente desde la privacidad del hogar, pero en algunos casos también forzadas a salir a las calles a pesar de la enfermedad, niñas, jóvenes y mujeres viven una coyuntura única que se visibiliza y documenta en la plataforma digital Diarias global, creada por la artista mexicana Lorena Wolffer y el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) de la Ciudad de México.
Parte I: Brown blur y el sudor temible
Como toda pareja estable, llega un momento ineludible durante una relación: la tarde que se destina estrictamente a ver álbumes familiares. Hay algo de ritual y enternecedor en el hecho de ver fotos de la persona que amas en las distintas etapas de su vida, en el develamiento a veces pudoroso de historias jamás contadas, no por falta de confianza, sino por no tener presentes ciertas memorias; memorias que, sólo a través de las imágenes, pueden ser detonadas.
Soy un pequeño cielo tras la ventana del cuarto.
Un cielo azul para mis huesos. Los árboles viven
días sin palmas. Sujeta el cabello
de mi casa, la muerte. Ese sentido me
nació enraizado como piel
al rostro.
Su himno de tierra, bajo la planta,
conduce el aire palabras
hacia el sol.
Los rumores son ciertos: tengo un cuerpo.
@barbariana
He pensado en mi cuerpo; una y otra vez en mi pensamiento me encuentro con él (ella). Algunas veces se trata de un repaso a mucha conciencia y otras tantas es más bien como una imagen que aparece, pero es inapreciable, recóndita, turbia. La idea de mi cuerpo me acompaña y se altera constantemente dependiendo de prácticamente cualquier cosa: un traguito de café, un cambio de luz o un estado de ánimo, sobre todo ante otro cuerpo, ante otros cuerpos. He pensado en mi cuerpo y he sentido vergüenza, extrañeza, placer, sospecha y risa. He pensado que es un cuerpo, que es mi cuerpo y que es muy bello. Que no es mío. A veces lo pienso porque me duele una parte, pienso que mi cuerpo son partes, pero también es uno. Mi cuerpo me ha dolido y me dolerá, eso pienso. He pensado en mi cuerpo y en su (mi) deseo. En su misterio profundo lo pienso y, además, he pensado en los cuerpos de los demás.
Ya no sé cómo era antes, pero así es ahora: mi cuerpo, la idea de mi cuerpo, los cuerpos de los otros y el cuerpo en general son ya máximas de mi sentipensar cotidiano. Sé también que no soy la única.
Como un slasher de los ochenta, una jaqueca, un crimen, o una enfermedad mental, aparece Canción de amor y nota roja (2021), escrito por Arturo J. Flores y publicado por editorial Lectio. El libro, compuesto por diez cuentos totalmente redondos, es un esfuerzo por cristalizar en la ficción realidades que se deshojan, mienten y sangran. Una realidad se plasma en la portada y hace referencia al primer cuento: “El cíclope de la Roma”, que comienza como una persecución y termina en una elucubración creativa cuyas implicaciones narrativas se extienden por las páginas paralelamente a la sangre en la escena del crimen.
¿Quién comete más crímenes violentos, los hombres o las mujeres? Las estadísticas confirman, año tras año, que los hombres (nueve de cada diez reclusos en España, por ejemplo, son hombres). Ahora bien, ¿quiénes son las víctimas más numerosas de dichos crímenes? Nuevamente, los hombres. En 2017, el 80% de las víctimas por homicidio fueron hombres, según un informe de la ONU. Sin embargo, la percepción social es muy distinta. Dana M. Britton, en su libro The Gender of Crime (2011), cuenta cómo se tiende a pensar que las mujeres sufren más delitos que los hombres. Esto repercute directamente en la sensación de seguridad de las mujeres en las ciudades; así lo confirma las encuestas de victimización como la realizada anualmente por el Ayuntamiento de Barcelona. No tenemos más que dirigir nuestra mirada a la pantalla: géneros como el slasher (películas sobre asesinos en serie) o el thriller se recrean en la muerte de las mujeres (tardan el doble en morir), a quienes humillan y reivindican simultáneamente. Esto cristaliza en la ambigua figura de la final girl. ¿Por qué percibimos la muerte femenina de una manera distinta?
Mi padre vio morir a su padre
y cantó un par de canciones
el día en que se despidió del mundo.