Este es el principio cuando la palabra de los abuelos
era turquesa de dioses ígneos
ahora embolsan —con la obligada ecología—
la caja de cereal, los medicamentos
al tiempo que sus manos conocen la vida labrantía
callada en las ofertas de pasillos
Reseñas y recomendaciones de libros, reflexiones alrededor de un autor y su obra, lanzamientos de libros.
Este es el principio cuando la palabra de los abuelos
era turquesa de dioses ígneos
ahora embolsan —con la obligada ecología—
la caja de cereal, los medicamentos
al tiempo que sus manos conocen la vida labrantía
callada en las ofertas de pasillos
Ilustración de Ximena Brócoli
que pedaleo y me alejo de los problemas…
Mariano Blatt
Tomo el dobladillo de mi pantalón y con mis dos manos lo enrollo hasta que ya no da más de sí y queda a la mitad de mi pantorrilla derecha. Es precaución, pero también un lenguaje secreto y compartido que porto con alegría. Corroboro si todo está en orden, me ajusto el casco, me incorporo y dejo de tocar el suelo. Sólo vuelvo a pisar el asfalto cuando mi pie derecho se posa en la banqueta de un semáforo que interrumpe mi marcha. Así es más fácil frenar, pero, sobre todo, agarrar el impulso para continuar.
Soy el cuerpo de tu cuerpo
el aire de tu aire
vas de mí como yo de ti
El istmo fue guerrilla, ejército, contraguerrilla, tierra arrasada, censura estatal y exilio.
Alexandra Ortiz Wallner
¡Canta, oh musa, la luz oscura que desdibuja la región!
Cuéntanos la historia
del eterno olvido,
cuya paz no ha traído más
que desgracias y desencanto
al istmo.
Todos los vértigos
que dejé caer
están retorciéndose
de risa
sobre la arruga
de la memoria.
Acaso es otra.
Acaso es esta otra
máscara larga y fría
la que me viene a buscar
mientras
estás sangrando todavía.
Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: ‘Cierren los ojos y recen’. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia.
Eduardo Galeano
En esta tierra, yacen los espejos rotos
y las lágrimas
de mis antepasados,
crucificados bajo los escupitajos
de los hombres
de fe en Colón.
Las plantas parecen enredarse a la casa y nunca terminamos de entender si tiene un pacto con la naturaleza, o si realmente ocupa tanto tiempo regarlas. Por simple rareza comenzamos a espiarla. Nadie podría dudar de nuestra curiosidad. Habíamos cancelado las actividades matutinas que consistían en jugar videojuegos y comer porquerías, pues nos encontrábamos reunidos con el objetivo de comprender su vida. La mujer Planta siempre nos saluda, tiene fertilizante en sus manos y el cuerpo completamente brotado; se rasca, nos vuelve a saludar y entonces comenzamos a dudar… ¿Nosotros somos los detectives? ¿O ella es la que nos está espiando? Lo único seguro es que sus arbustos no sirven como escondite.
Acabamos de cumplir un año con esta espantosa epidemia como parte de nuestro día a día. Se habla de nuevas normalidades, normalidades en un mundo que nos parece tan distinto, pero que en el fondo sigue siendo el mismo. No cambió la desigualdad, se acrecentó; tampoco se dio esa hermandad universal ante la adversidad como se profetizaba; ni se colapsó el capitalismo: se volvió aún más voraz y cambió la acumulación de monedas por el acaparamiento de vacunas. Las artes, con ese gen único para la adaptabilidad, han tenido que reinventarse una y otra vez, recordándonos que de aplausos no se come, ni se crea sólo por amor. El mundo sigue siendo el mismo, ¿y nosotros?
La fortuna del haiku en el mundo hispanohablante ha sido extraña. Por un lado, ha gozado de numerosas traducciones directas del japonés, además de que se han escrito una gran cantidad de haiku originales en español, y ambas aumentan cada año con nuevas publicaciones digitales e impresas; por otro, el haiku ha tenido la mala fortuna de ser muy practicado pero poco comprendido, e imprecisiones y estereotipos continúan propagándose incluso entre poetas y lectores experimentados. Esto probablemente se deba a la lectura reiterada de un grupo reducido de textos y autores populares o canónicos que abordan el haiku con una mirada audaz pero un tanto incompleta (los ensayos y las versiones de Octavio Paz) o de plano infame (pienso en Rincón de haikus de Mario Benedetti). El desconocimiento de la lengua japonesa agrava la visión exotista del haiku, pues impide la lectura directa de los haijin (俳人, poeta de haiku) japoneses y el acceso a los mecanismos poéticos internos del poema que son patentes sólo en su idioma original. A pesar de esto, el haiku ha sorteado estas brechas y se ha aclimatado con éxito a la sensibilidad y a la poética occidentales, en gran medida gracias a publicaciones de divulgación que han ayudado a un entendimiento más profundo entre los hispanohablantes, como El haiku japonés: Historia y traducción (Hiperión, 1994) de Jesús Rodríguez-Izquierdo, Haiku-dō: El haiku como camino espiritual (Kairós, 2008) y Aware: Iniciación al haiku (Kairós, 2013) de Vicente Haya, ambos excelentes traductores y haijin. Seis claves para leer y escribir haiku (Hiperión, 2020) de Seiko Ota se une a esta nómina esencial para la comprensión de una forma poética tan cercana y tan ajena.
Fotografía de Ayamel Fernández
A Ceca, siempre
Dice la poeta rusa Marina Tsvietáieva: “No hay naturaleza inanimada, sólo hay naturaleza no inspirada”. ¿Qué le sugiere este pensamiento?
Marosa di Giorgio, entrevistada por Walter Cassara
–Que Marina se equivoca. Pero de cabo a rabo. Hay una constelación hirviendo adentro de la piedra.