Ilustración de Mariana Chávez
“El que mucho se despide pocas ganas tiene de irse”, expresa un conocido dicho mexicano. Solemos despedirnos despreocupadamente en el día a día, a sabiendas de que habrá un encuentro más o menos próximo con las personas, con los proyectos, con los deseos. En general, las despedidas suponen una pausa, no un final. Por eso tenemos tantas opciones verbales para ellas: hasta luego, nos vemos pronto, el particular nos estamos viendo, o cualquier forma personalizada por el afecto. Por eso un adiós casi nunca es un adiós en realidad y apenas lo decimos, conscientes de su peso.