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Crónica de un viaje a Bucarest (I)

La literatura es ciertamente un viaje con un destino incierto, aunque la reseña en la cuarta de forros del libro nos quiera indicar lo contrario y nos invite a unas cuantas certezas. Soy consciente de lo cliché que es comparar el acto de lectura con cualquier acto que implique movimiento, especialmente el del viaje. Pero aclaro, antes que nada, que no considero que la lectura sea una vacación con todos los gastos pagados, en un hotel lujoso, con un clima delicioso y mucha comida en el buffet mientras no se esté chapoteando por ahí —a saber, esa manía de que cuando nos vamos de vacaciones siempre queremos estar “chapoteando por ahí”, aunque las temperaturas y la geografía nos lo impidan—. 

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Cuarenta – Cuento de Diego Alexander Alvarado Pacheco

Al levantar la cabeza descubrió la cara rejuvenecida de su padre. Limpió nuevamente el espejo y escupió una amarga saliva. Es usted señor, escuchó a su conciencia. Dejó el cepillo junto a la crema dental, ambos sobre el lavadero. Quiso verse mejor en el espejo, pero se preocupaba de que su mujer pudiera importunarlo. Segundos después, acercó su rostro envejecido muy próximo al cristal y no quiso ver nada más que su mirada cansina. Retornó a su postura inicial, aunque sintió que su dignidad estaba siendo socavada por su reflejo. Ahora notó una mancha blanca sobre el cuello de su piyama. Inclinó su cabeza hacia el lavadero y dudó. Recogió delicadamente la mancha con su dedo índice. La palpó: era liviana y pegajosa. Miró hacia la puerta del baño: no había testigos. Su dedo fue engullido por su boca; saboreó, con incredulidad, aquel rastro dulce de rebeldía.  

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Doctor, póngame un chip – Cuento de Eduardo Honey

Aoki toma el balón y se lanza corriendo, esquiva contrincantes, uno tras otro. Está por llegar a la meta cuando da un mal paso y cae, rueda varias veces. El equipo contrario se aprovecha y toma el balón.

—¡Ahora qué, Aoki! —le gritan desde la banca. Aoki, con temor, rueda a un lado y sale de la cancha para permitir la entrada de su relevo. Lentamente, se levanta mientras llega la asistencia médica a revisar si tiene alguna lesión. 

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Una vez habité una isla – Poemas de Carolina Alvarado

Las nubes y yo recorremos la península

Ni las nubes ni yo escapamos del tiempo
aunque recorramos presurosas la noche
y, en una pestaña, atravesemos la luz.
No escapamos, estamos queriendo atrapar,
en sus manecillas, la mirada coqueta del futuro.
Montadas en una bicicleta, las nubes y yo recorremos la península,
roca de Júpiter, barco de coral, timón del silencio.
Ella, sus ruedas, su silla, empieza a oler a mí, olvida tu olor,
está por nacer, está por morir, está por ser ella misma.

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Cuerpo, palabra, imagen: escribir el instante  

Fotografía de Sarah Cruz

—¿Y si sólo fuéramos la imagen reflejada en un espejo?
—Entonces nada ni nadie podría jamás contestar esta pregunta.

Salvador Elizondo, Farabeuf o la crónica de un instante

Porque los poros o la tinta son una misma cosa. Una misma apuesta.

Luisa Valenzuela

Me gustan los libros que son más que eso. Me gusta que haya un juego en el título, en las palabras, en el libro mismo. Me gusta que un libro pueda ser muchas cosas, como lo es un poema. Me gusta tener en mis manos un entrelazamiento de cosas. Me gustan los libros de poemas que son ensayos, las fotografías que son ensayos y los ensayos que son poéticos. Me gusta masticar de todo un poco al mismo tiempo. Me gustan los enredos, los nudos, los problemas que se esconden. Me gustan las cosas que fluyen en un mismo espacio, pero un espacio sin paredes, un espacio que escapa de sí mismo. Me gustan las cosas reales que son irreales, que son estrechas y son pesadas y son angostas y son diminutas y son inmensas. Me gustan los libros que cambian a cada página; a los que cuesta no regresar, sacar la pluma, doblar la esquina. Me gustan los relatos que se cuentan en una imagen. Me gusta una imagen que cuenta relatos infinitos. Me gustan las palabras en las que el cuerpo se inserta dentro y fuera de ellas; antes, durante y después… para siempre.

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Tras la sangre, plumas negras y letras rojas: “Entre zopilotes”, de Ricardo Mendoza

Quienes trabajamos alguna vez en un periódico no olvidamos la consabida orden del jefe de redacción a los reporteros de la sección de policía: “¡Que la página chorree sangre!”.

Ricardo Mendoza

A lo largo del 2022, se registró la publicación diaria de al menos catorce noticias de atrocidades a lo largo de todo el país. En tan sólo un año, 5317 notas periodísticas narraron las historias de tortura, asesinato, linchamientos, violaciones, calcinamientos, entre tantos otros horrores, que actualmente configuran nuestra cotidianidad. Por tanto, el género periodístico de la violencia extrema anuncia su más terrible vigencia dentro de la realidad mexicana.

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La sonrisa del ángel – Cuento de Jorge Muñoz

El rey se volvió loco. Sí, eso dijeron sus más cercanos. Dijeron que pasó toda la noche gritando. Entre sus palabras disparatadas contaba que horribles fantasmas lo acosaban, recordándole sus crímenes atroces, crímenes cometidos desde su temprana niñez, cuando se entretenía lanzando a inofensivos perros desde lo alto de las torres del palacio para gozar viendo cómo se destrozaban en el suelo; entonces reía y cantaba saltando y agitando los brazos. Mientras más sangre salía de los cuerpos reventados, más se alegraba.

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Un lugar para las pérdidas – Poema de Edwin Guillermo Pérez Flores

Oh las cuatro paredes de la celda
[…]
Criadero de nervios, mala brecha,
por sus cuatro rincones cómo arranca
las diarias aherrojadas extremidades.

César Vallejo

I

El insomnio sepulta la noche en mis ojos,
ya no podrán ocultarle al tiempo tu cuerpo.
Mis lágrimas se hacen luciérnagas
suspendidas sobre la rapiña de las sombras.
Sólo han olvidado un vacío en mi boca,
la rabia de las paredes ahora lo destroza,
abandonando en la palabra desperdicio
el cadáver de una vida que todavía no he vivido.

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“Somos animales en peligro”, de Verónica Bujeiro: identidad y morriña

Pero si un día ya no está notarías la diferencia.

Verónica Bujeiro

Somos animales en peligro (2022), de Verónica Bujeiro (Ciudad de México, 1976), publicada por la Universidad Autónoma de Nuevo León, se presenta como teatro. Ahora bien, quien espere encontrar una pieza convencional quedará gratamente sorprendido con una obra híbrida, a ratos más cercana a la poesía, donde la autora nos confía, como quien habla a un amigo, un pedazo esencial de su vida e identidad. El resultado es una historia que, aunque parte de la experiencia autobiográfica de su creadora, apela a cada uno de nosotros por los conceptos tratados: la identidad, el sentimiento de pertenencia, el miedo a ser olvidado y la morriña (concepto gallego para designar la nostalgia de la tierra natal).

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Amateurismo profesional: el tercer ludismo, ¡¡¡quijotismo universal!!! (Parte II)

Collage de I. A. Bosco

Las grandes aventuras artístico-culturales de nuestros tiempos se disputan, desde ya hace algunos años, en el epicentro del campo de batalla social, cultural y político de la juventud: la habitación con conexión a internet.