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Quitarse la armadura edgy: cómo superar la adolescencia en el capitalismo tardío

Ilustración de Carlos Gaytán

Para este punto, debemos tener claro que conquistar el deseo en términos de Deleuze, o el connatus en términos de Spinoza, es el principal objetivo del Kapital. Spoiler: nunca lo logrará, o al menos eso queremos esperar. Esa fuerza productora, potencia vital que nos permite desde hacer comunidad hasta acceder a los afectos, es útil al sistema de producción vigente porque gracias a él se puede dar vida a la maquinaria laboral, consumista y de hiper representación, cuyos alcances ya han impregnado el mundo del arte, y que nacieron junto con las industrias culturales del entretenimiento.

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“El boom de editoriales independientes es inherente a la creatividad que tenemos”: Entrevista a Diana Ramírez Luna

Fotografías cortesía de LibrObjeto Editorial

En el marco del quinto aniversario de LibrObjeto Editorial, Diana Ramírez Luna nos habla del origen, presente y porvenir de la casa editorial, misma que desde su fundación ha tenido la visión de impulsar el trabajo de jóvenes mexicanos. Con veintidós títulos en el catálogo y más de 80 colaboradores, entre autores e ilustradores, LibrObjeto no pierde de vista su objetivo primigenio: ser un semillero de talento joven.

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De lo universal a lo humano en “Mediodía (Seguirá el mal tiempo)”

Una luz impone su presencia en el centro del escenario. Hay un desconocido. La luz apenas se derrama sobre su cara. En sus manos tiene un tambor, símbolo del latido, símbolo de vida. En los segundos siguientes muestra sus rasgos más humanos: duda, incertidumbre, sosiego. Comienza a tocar en intervalos de un segundo aproximadamente. Poco a poco entran otrxs desconocidxs, navegando a través de la misma sombra, guiados por la misma luz. Toman un lugar en el escenario. Caminan, corren, recorren el espacio en una trayectoria indeterminada. Unx habla, otrx contesta; son entidades tejiendo sus voces, entrelazando existencias, nombrando acciones cotidianas. Parecen dueñxs de su propia voz. Tal vez todxs son la misma voz, pero no lo saben. Para ellxs el tiempo es eterno o tan sólo un instante. Sus experiencias convergen, se hacen una y, finalmente, desaparecen.

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Terminar un libro, ¿y luego qué?

Tengo un defecto, o así lo he catalogado. Mientras estoy leyendo voy contando las páginas, no tan recientemente como creerán, pero se vuelve un fastidio cuando estoy a cien páginas de acabar. Mi lectura se convierte, entonces, en una acción maratónica: me olvido de hacer cosas, quiero terminarlo pronto. Es como si un bicho se me hubiera trepado, de esas chinches que están infestando París y  la Ciudad de México ―seguramente ya las has tenido de manera psicológica―, y tuviera que sacudírmelo de encima, golpeándome por todo el cuerpo. Ochenta, setenta, ahora cincuenta. Se vuelve una obsesión malsana. Alguna vez, cuando estaba leyendo Cien años de soledad, llegué a la centésima página antes de terminar, eran cerca de las once de la noche: invoqué al huracán, pues no pude detenerme hasta las dos de la mañana y quedé sin poder dormir el resto de la madrugada; solo agradecí que existiera algo como eso y se pudiera leer. 

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Soy el tiempo que perdí – Ensayo de Pedro A. López

“La fantasía de ambos era al menos terminar a Proust, estirar la cuerda por siete tomos y que la última palabra (la palabra Tiempo) fuera también la última palabra prevista entre ellos”.

Alejandro Zambra, Bonsai

A veces pienso que mi deseo por seguir viviendo se ha correspondido directamente con mis ganas de seguir leyendo y escribiendo. Aun cuando en la infancia y la pubertad nunca generé un hábito lector pero sí uno escritor, llegada la adolescencia me hice asiduo a ambas actividades, a pesar de que por muchos momentos me aterraba considerar que sólo estaba “perdiendo el tiempo”. Cuando apartaba la vista de mis libretas o mis libros, notaba que mi alrededor permanecía exactamente igual que antes, pero algo en mi mirada era muchas veces distinto. Aunque no lo pareciera, algo había cambiado.

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Bienvenidos a Marte – Relato de Aarón García

Me asusta el futuro, no sé si me entienden. Veamos, ¿han pensado qué ocurriría si a un astronauta se le escapara de los labios una colilla encendida y cayera en dirección a la Tierra? Nada. Sin embargo, no me negarán que un puro como los que se fuma Aaron A. G. Smith, mi vecino del piso cincuenta y uno, sería probablemente catastrófico pues hay puros que son auténticos meteoritos y no se consumen ni a la de tres o permanecen incólumes a la acción premeditada del sifón o de una regadera llena hasta los topes.