Cómodamente sentado, me preparo para comenzar a vivir una singular experiencia, una vez más. Estoy dentro de un avión a minutos de comenzar el despegue. ¡Estoy a punto de iniciar un viaje a través del aire!
Cómodamente sentado, me preparo para comenzar a vivir una singular experiencia, una vez más. Estoy dentro de un avión a minutos de comenzar el despegue. ¡Estoy a punto de iniciar un viaje a través del aire!
El cine de Céline Sciamma (Pontoise, Francia, 1978) se ha caracterizado por estar lleno de sutilezas y tramas elaboradas tras historias en apariencia sencillas. Sus personajes y las relaciones que retrata están construidos desde la complejidad de lo humano. La filmografía de esta directora francesa cautiva a la audiencia hablando de temas generales desde historias muy particulares.
Fotografía cortesía de Servidor Local
Recientemente, mi amigo Pedro me hizo un tatuaje de una flor que es un dibujo de Antonia Alarcón. Esta flor, en realidad, representa una planta que Antonia cuidaba y que, además de vivir en papeles y en mi pierna, vive en una de sus piezas textiles. Esa canija flor: criatura memorable. Meses atrás me había topado con Pedro y con Antonia en un evento de Tlacopac14 y había concebido la realización de este tatuaje, pero al final no me lo hice en ese momento debido a que traía el corazón roto, la mente nublada y las cuentas inestables. Llevar a cabo el tatuaje la semana pasada significó una pequeña celebración de saberme en otro lugar, uno que si bien no podría juzgar como mejor, sí puedo apreciar como más florido y eso para mí es suficiente.
En los años noventa, la sitcom Friends reinaba la televisión. Los espectadores no sólo seguían la serie religiosamente, sino que se inspiraban en el estilo de sus protagonistas y además lo emulaban. Uno de los casos más claros es el peinado llevado por el personaje de Rachel en las primeras temporadas. Fueron tantas las mujeres que se inspiraron en él que hasta la propia serie hizo un guiño a ello. Esta historia no es una excepción, puesto que pelo y personalidad han ido siempre ligados. Con el cine de Hollywood y la cultura del estrellato, el peinado pasó a ser uno de los aspectos más representativos de las celebridades. Quizá no podemos llevar su mismo estilo de vida ni permitirnos su ropa de diseño, pero sí podemos pedir al peluquero que nos peine como ellos.
Tú, que lees esto, ¿eres incapaz de ofrecerme tu compasión?
George Eliot
Casi se cumplen veinte años del nacimiento de la Colección Relato Licenciado Vidriera, a cargo de la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Desde 2003, esta iniciativa ha apostado por la brevedad como un valor fundamental para ciertos géneros literarios —por ejemplo, la novela corta o el cuento—. De la mano de la traducción y presentación de Adriana Díaz Enciso, El velo alzado (1859), de George Eliot (Reino Unido, 1819-1880), es una de las novedades editoriales de dicha colección.
Alondra Benítez está recargada en la puerta de El Anexo de La Trampa, tiene en su mano un mezcal, mira de reojo al público que comenta la exposición, nos observa como si supiera algo que se nos está escapando a lxs demás. Una aparente timidez me hace notarla entre la multitud. Al acercarme, me doy cuenta de que ese perfil no protagónico resalta su fuerte presencia, por lo que me hace reparar más en ella. Algo así observo también en su obra, como si su trabajo irrumpiera sutil e incisivamente en los lugares donde se muestra.
Ilustración: “A gig grass field”, de julykings
Son las tres de la madrugada y no consigo dormirme. Sobre mi regazo, las palabras de John Steinbeck; a mi izquierda, Lili duerme. Intento concentrarme en el libro, pero la escasa luz y el ruido constante que llevo escuchando desde hace horas me lo impiden. Este ruido es algo parecido al balanceo de una canica contra la pared mezclado con el agua de una gotera. Tras varios minutos, el ruido cesa. Cierro los ojos y el sueño me lleva.
La madrugada que maté a mi padre, tomé la decisión de mudarme a San Oriondo, un pequeño pueblo en la frontera donde él nació. Rechinaron en mi mente las constantes anécdotas sobre su infancia y lo feliz que fue cazando cangrejos y bajando mangos de los inmensos árboles que ahí crecen. Antes de irme envolví su cuerpo, bajé el agua de la pila y lo tiré adentro; guardé mi ropa, la suya y cinco pesetas que guardaba en una de sus botas.
Desde hace más de tres décadas, la colección Material de Lectura de la UNAM nos ha ofrecido una ventana a un amplio catálogo de la literatura universal, pues abarca libros breves de múltiples autorxs de todo el globo terráqueo. Recientemente reeditado como parte de la nueva época de la colección, el número 141 nos invita a conocer uno de los cuentos más significativos de una escritora relevante en México e Hispanoamérica: Elena Garro (México, 1916-1998).
La siguiente crónica, derivada de mi encuentro con Alberto Trujillo en mayo de 2017, regresa como una segunda edición tras haber sido publicada en Operación Marte en ese mismo año. Todo mi agradecimiento y admiración a mi querido Alberto Trujillo, por aceptar esta nueva mirada a aquel intercambio tan generoso de hace ya cinco años.