“El velo alzado”, de George Eliot: avatares de una sensibilidad romántica

Tú, que lees esto, ¿eres incapaz de ofrecerme tu compasión? 

George Eliot

Casi se cumplen veinte años del nacimiento de la Colección Relato Licenciado Vidriera, a cargo de la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Desde 2003, esta iniciativa ha apostado por la brevedad como un valor fundamental para ciertos géneros literarios —por ejemplo, la novela corta o el cuento—. De la mano de la traducción y presentación de Adriana Díaz Enciso, El velo alzado (1859), de George Eliot (Reino Unido, 1819-1880), es una de las novedades editoriales de dicha colección.

El protagonista y narrador de la historia es Latimer, un joven de familia adinerada que cuenta con una sensibilidad enfermiza propia del Romanticismo. Ya en las primeras líneas, conoceremos su personalidad, así como su desenlace, pues lo sustancial de la obra es el desarrollo de los conflictos, además de su configuración, y no el término como tal. No sólo la fragilidad del protagonista se vuelve esencial, sino también su inesperado don de la clarividencia. Así pues, Latimer nos sitúa en una anécdota bastante simple, pero de entramados complejos. En palabras de Díaz Enciso, esta novela corta nos muestra a un hombre “carente de vínculos afectivos desde la muerte de su madre, educado por un padre que desprecia su manifiesta debilidad, comparado negativamente con un hermano exitoso y desenvuelto”. A tal contexto se suma la presencia de Bertha, una hermosa, pero frívola mujer de quien nuestro narrador se encuentra enamorado y cuyo destino, en un principio, resulta curiosamente indescifrable. En un azaroso instante de lucidez, Latimer descubrirá que, a la postre, terminará casado con ella.

De esta manera, dada su sensibilidad y naturaleza humanas, Latimer se presenta como un personaje de múltiples aristas. En su Teoría de la novela (1920), Georg Lukács destaca la pertinencia del binomio exterioridad-interioridad de la novela: la primera corresponde a un aspecto sólo biográfico de la historia, mientras que la segunda refiere a la marcha hacia sí mismo del individuo problemático. Desde esta perspectiva, El velo alzado dibuja a un Latimer problemático y problematizado, relegado, rechazado y emancipado, a la luz de un conflicto amoroso que tiene amplios alcances espirituales. Esta novela corta de Eliot muestra el viaje que realiza Latimer hacia sus adentros, con el propósito de conocer y afrontar las complejidades de sus propios padecimientos o congojas.

A propósito de esta configuración, Adriana Díaz Enciso comenta:

Es cierto que Latimer no es precisamente un héroe. Es proclive a la autocompasión, y la pasividad con que vive su sufrimiento lo confina a una estéril carencia de conexión humana. Sin embargo, las causas de su patología son descritas por Eliot con suficiente elocuencia, y no hay motivo para dudar de que su necesidad de compasión era sinceramente sentida por la autora.

George Eliot, El velo alzado, Colección Relato Licenciado Vidriera, UNAM, pp. XIV-XV

Como toda buena novela corta, el relato funciona a partir de la intensidad y la expansión. A pesar de su brevedad, la narración transcurre por diversas circunstancias en la juventud y la vida adulta de Latimer, desde el descubrimiento de su don hasta el momento de su muerte. Por supuesto, no todos los personajes poseen el mismo grado de construcción que los protagonistas. Los momentos significativos para Latimer, principalmente los relacionados con Bertha, tienden a presentar una mayor extensión que otros, a expensas de elidir información de meses o años. Así, El velo alzado adquiere un balance narrativo: se distiende en la construcción de los personajes centrales (expansión), pero sin abandonar el conflicto principal, ni recurrir a él de manera constante a través de los personajes o los ambientes (intensidad).

La historia fluctúa con naturalidad, en buena medida gracias a los recursos poéticos de la narración, los cuales convergen con la perspectiva sensible del protagonista:

Yo no tenía ningún deseo de ser ese hombre cultivado; me alegraba de que corriera el agua; podía observarla y escucharla borbotear entre los guijarros, y bañar las plantas acuáticas de verde encendido, durante horas interminables. No quería saber por qué corría; tenía perfecta confianza en que había buenos motivos para lo que era tan hermoso.

George Eliot, El velo alzado, Colección Relato Licenciado Vidriera, UNAM, p. 12

Este pasaje aborda claramente una pugna derivada del Romanticismo: por un lado, la relatividad de los valores materiales y las simplificaciones racionales del mundo; por otro, la subjetividad y la sabiduría del espíritu. Latimer es un personaje con tintes oscuros, propios del estilo gótico del periodo que antecede la época victoriana de esta obra. Sin embargo, en El velo alzado de Eliot no hay castillos embrujados, fantasmas ni monstruos —tal es el caso de Frankenstein o el moderno Prometeo (1818), de Mary Shelley, por citar un ejemplo más que representativo—, pero sí la expresión emocional, poética e incluso filosófica del protagonista. Acaso el elemento de mayor relieve ficcional y sobrenatural —aunque con una clara influencia científica y también presente en Frankenstein a través del galvanismo— sea el intento de resucitación de una mujer de nombre Archer, por medio de la transfusión de sangre.

La escena recuerda a “La verdad sobre el caso del señor Valdemar” (1845) de Edgar Allan Poe, cuento donde el detalle, el sufrimiento, el horror y lo irreal cobran total verosimilitud para dar pie a una ejecución magistral de reanimación post mortem, mediante la hipnosis y el magnetismo. En cambio, en El velo alzado estos elementos quedan apenas en un bosquejo infructífero:

la escena de la transfusión que constituye el clímax del relato, mediante la cual la señora Archer regresa de la muerte por unos instantes, se sitúa con cierta torpeza entre la verosimilitud científica y lo sobrenatural. […] nos deja con la sensación de que se ha forzado un elemento “objetivo” para representar un drama que, en última instancia, sucede en el ámbito del espíritu. 

George Eliot, El velo alzado, Colección Relato Licenciado Vidriera, UNAM, pp. XIII-XIV

No obstante, Mary Ann Evans —nombre verdadero de George Eliot— no pretendía sujetarse al refinamiento de la época. A pesar de no convencerla, John Blackwood, editor de la autora y de la revista Blackwood Magazine —soporte donde se publicó esta novela corta—, intentó persuadirla para eliminar esta escena. Ella se negó y publicó el relato tal como lo había pensado inicialmente. En su recorrido sobre la historia textual, Díaz Enciso destaca que George Eliot se había hecho ya de un renombre bajo ese seudónimo, por lo que la Blackwood Magazine no podía darse el lujo de “rechazar un manuscrito proveniente de la misma pluma”. Con toda certeza, hoy sabemos que tras el seudónimo masculino se encontraba Mary Ann Evans. El velo alzadoAdam Bede (1859) y El molino en el Floss (1860) son relatos que podemos asociar a la figura de una mujer referente para la literatura inglesa y occidental.

En suma, El velo alzado adquiere valor desde sus recursos narrativos, pues se encauzan por diferentes senderos de una prosa detallada y poética. El público lector puede tener la certeza de que esta novela corta de George Eliot brindará una historia, condensada y llena de sensibilidad, además de bien acompañada por la magnífica presentación de Adriana Díaz Enciso.

Si deseas conocer la historia de Latimer, el libro está disponible en la tienda digital de Libros UNAM o en la red de librerías de la Universidad.