Categoría: Letras

Un panorama de amplio espectro en torno al fenómeno de la palabra escrita

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Perros de baldío – Cuento de Mariana Alcántara Lozano

Ilustración de Rubén Ojeda Guzmán

Qué tristes y polvosos son esos perros que viven en los baldíos. Siempre en grupos de tres o cuatro, casi nunca hay más porque con facilidad se detona la violencia y terminan matándose de forma brutal entre ladridos, gruñidos, aullidos y jadeos intermitentes. Ahí están ante el sol inclemente arrebujados en puñados en las ínfimas sombras que va dejando el día, siempre adormilados, mosqueados y rascándose, parecen perdidos, pero no están tanto. Atacan intempestivamente a cualquier otro perro o persona que los toque fortuitamente, con una dosis de la naturaleza violenta y salvaje con la que han curtido sus pieles. Los perros de baldío son nocturnos casi siempre en ausencia del calor y la rasquiña que subleva los bochornos del sol, salen a pasear con mayor ligereza, sin ese letargo infinito que provoca el calor y la deshidratación. Por la noche buscan alimento en la basura o en los restos de los puestos de comida que tiran migajas, llenando casi nada esas panzas vacías, ruidosas infestadas de lombrices. Estos perros van juntos y si se separan no van muy lejos uno de los otros, pues saben de los peligros que implica vivir entre humanos, esa especie ruin que los golpea, los usa para pelearlos, vejarlos o desquitar su propia rabia, esos que día con día los desprecian y ahuyentan de todos los lugares en los que intentan resguardarse. Los humanos representan lo peor, pero también representan el sueño de una vida mejor. Por generaciones han oído el mito del amo, del amoroso dueño. Sus orejas gachas y mordisqueadas, infestadas de garrapatas y ácaros, han escuchado el rumor de que existen algunos humanos capaces de tener actos amorosos, de proporcionarles casa y sustento durante toda su vida, otorgándoles el valioso privilegio de vivir en su manada. Cuentan que es tanto el amor que sienten por los perros que cuando mueren sufren su partida con gran dolor y tristeza, dicen que algunos no lo superan nunca. Esos humanos, los amorosos, les dedican poemas, novelas, retratos, fotografías y disciplinas especializadas para entenderlos y poder curarlos. 

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Editorial (mayo) – ¿Edición o reescritura? La corrección política y el rol actual de las editoriales

Ilustraciones de Darío Cortizo

En las últimas semanas, algunas de las correcciones hechas por editoriales en libros de autorxs como Agatha Christie, Roald Dahl e Ian Fleming han generado revuelo: se han eliminado adjetivos “ofensivos”, referencias a colores, verbos que deriven en acciones menos agresivas, entre otros. Los argumentos para tales cambios —en principio, bien intencionados— pierden de vista detalles que en realidad trascienden una simple sustitución léxica. Evidentemente, para el correr de nuestros tiempos, la visibilización de problemáticas sociales, históricas, culturales y políticas no deja de ser relevante, sino todo lo contrario. Sin embargo, asumir que la longevidad de una publicación sostiene el cambio de su lenguaje de acuerdo a los parámetros culturales del momento resulta escandaloso.

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Ya no seremos los niños que fuimos: “Postales de Inglewood”, de Rosa Espinoza

¿Qué sientes cuando miras hacia atrás? La nostalgia es el dolor por aquello que no vuelve. Por sí sola, no es positiva ni negativa. Los pensamientos que rodean a esa emoción transforman la manera como nos fundimos con el pasado. ¿Qué sientes cuando ves directamente tus más grandes traumas? Algunos piensan que, cuando miras lo suficiente hacia el vacío, éste te devuelve la mirada. Ve algo en tu interior, te apuñala desde dentro y te deja indefenso, a la expectativa de una nueva interpretación, acaso más optimista, pero perdida en el tiempo.

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Convocatoria – Miedo: huésped de cuerpos y habitaciones

Cada hombre lleva en sí una habitación. Es un hecho que nos confirma nuestro propio oído. Cuando se camina rápido y se escucha, en especial de noche, cuando todo a nuestro alrededor es silencio, se oyen, por ejemplo, los temblores de un espejo de pared mal colgado.

Franz Kafka, Cuadernos en octavo

El miedo ha acompañado a los seres humanos durante toda su existencia. La evolución de la humanidad, en el sentido más estricto del término, habla también de un proceso en el cual las emociones han ido cambiando a través del tiempo. Los miedos se han complejizado. El miedo a las tormentas durante las noches largas se convirtió en temor a la muerte, a la enfermedad, al rechazo, al olvido, al abuso, al abandono, a la soledad, al fracaso, a las mentiras.

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Noticias del infierno – Microrrelatos de Ernesto Tancovich

El sueño reparador

Soñé que llevaba a mi hijo de cuatro años a la plaza. Hacíamos carreritas, del lapacho a la estatua, de allí al banco, a la farola. Se me dice que no puede ser, que no llegué a conocerlo, que Marta recién iba por el cuarto mes cuando ocurrió mi accidente, que es otra cosa lo que se esconde en el sueño. Dicen los sabelotodo.

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Envoltorio de caramelo – Microrrelato de José Alejandro Silva

En el húmedo y helado concreto de la calle, al lado de un farol parpadeante de luz tenue, lo vi, sin nombre. Una vida llena de promesas que no tiene identidad. Abrumado en impotencia y vergüenza, no quise pensar en lo que se escapaba frente a mis ojos, en las neuronas apagadas e inexistentes. 

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“De cuando los ajolotes soñaban”, de Thalía González, o el sueño (ir)real

Emigrar es desaparecer para después renacer. Inmigrar es renacer para no desaparecer nunca más.

Samí Naïr y Juan Goytisolo

La migración ha sido uno de los temas con mayor pertinencia en la actualidad. Diversas noticias en medios periodísticos e informativos dan cuenta de los desplazamientos a lo largo de todo México, por ello, el arte y la cultura no son indiferentes ante tales problemáticas. En De cuando los ajolotes soñaban. Teatro mexicano (FokusBuk, 2022), de Thalía González, la migración también se presenta como el eje medular que dirige el diálogo polifónico de sus personajes.

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¡Vivan los dibujos feos!

Dibujos feos de Sarah Cruz

Prefiero el infierno del caos al infierno del orden.

Wisława Szymborska

Siempre me ha gustado dibujar, es una de mis actividades favoritas. Cuando dibujo el tiempo se borra y la mente se ordena y desordena sin temor alguno. Dibujar es uno de mis oficios laterales. Uno de los que más atesoro, cuido y evito que se convierta en trabajo cansado o en una repetición tediosa. No soy profesional, aunque constantemente me cuestiono qué significa serlo: ¿ganar dinero?, ¿dominar la técnica?, ¿tener un estilo definido?, ¿cien mil seguidores en Instagram?, ¿todas las anteriores? Me cuesta trabajo afirmar “soy dibujante”, porque quizá no podría responder que sí a ninguna de las preguntas anteriores; pero lo soy si significa ser una persona que dibuja casi todo el tiempo. (Dibujante amateur si se prefiere).

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Tanatosis – Cuento de Andrea Santana

Ilustración de Darío Cortizo

Está lloviendo.

Las gotas de agua golpean las puntas de las hojas, empujándolas hacia abajo. Algunas de ellas se aglomeran en las láminas verdes y, cuando éstas no aguantan más el peso, se doblan hacia abajo, dejando que un chorrito de cristalina y fresca agua de lluvia me bañe y lubrique mis ojos.

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Jesús, mártir de la izquierda

Ilustración de Carlos Gaytán

Los que mueren por la vida No pueden llamarse muertos, Y a partir de ese momento Es prohibido llorarlos.

Alí Primera

Un Dios crucificado, con carne sufriente y yagas dolorosas. Con una estocada en las costillas para confirmar su muerte. Con el cuerpo envuelto en sangre coagulada y la cara lacerada por una corona de espinas que lo significaba como el rey de los judíos. Humillado. Con dos clavos, me imagino que oxidados, atravesando sus palmas, y ambos pies juntos con el empeine destrozado pegado a una cruz de madera mohosa. Ésa es la primera imagen que tengo de Dios en mi vida.