Jesús, mártir de la izquierda

Ilustración de Carlos Gaytán

Los que mueren por la vida No pueden llamarse muertos, Y a partir de ese momento Es prohibido llorarlos.

Alí Primera

Un Dios crucificado, con carne sufriente y yagas dolorosas. Con una estocada en las costillas para confirmar su muerte. Con el cuerpo envuelto en sangre coagulada y la cara lacerada por una corona de espinas que lo significaba como el rey de los judíos. Humillado. Con dos clavos, me imagino que oxidados, atravesando sus palmas, y ambos pies juntos con el empeine destrozado pegado a una cruz de madera mohosa. Ésa es la primera imagen que tengo de Dios en mi vida.

Imaginaba que ese suplicio debía ser el peor que se podría sufrir. Mi familia, el catecismo, la Biblia decían que la razón de su crucifixión era el perdón de nuestros pecados. Un día volvería a salvar a vivos y muertos, y hasta entonces debíamos guardar respeto por su sacrificio. La iglesia católica ama a los mártires. Son figuras legendarias, adoradas, admiradas y veneradas. Entre más crudo el castigo, más vale la pena recordarles. De hecho, esa admiración está inserta en nuestras representaciones culturales y va más allá de lo sacro: San Sebastián, Rosa de Luxemburgo, Anne Frank, Mahatma Gandhi, Che Guevara, Martin Luther King Jr., ruega por ellos.

Existe un halo de crueldad en el hecho de que los sacrificios deben de ser sangrientos para estar a la altura del canon, pero seguir los principios hasta la muerte en vez de negarlos tres veces como Pedro a Jesús tiene un mérito qué va mas allá del cuerpo. Morir por una idea, o un conjunto sistematizado de ideas, pertenece al campo de lo conceptual, nos hace creer que hay pensamientos lo suficientemente poderosos como para, a pesar de ser abstractos, dejar todo lo concreto detrás. Es básicamente el pan de cada día, la piedra angular de las luchas de izquierda.

Ya no debería caber en nadie la duda de que Jesús era comunista. Sacó a los comerciantes de su templo, partió el pan y compartió el vino. Su idea consistía en amar al prójimo como lo amaban a él. A la distancia, su suplicio no parece tanto una purificación de los pecados de la humanidad como una muerte en nombre de la comunión de los suyos. Comunión y comunismo, me disculparán lxs católicxs ultraconservadorxs, parten de la idea de lo común como espacio de unión. Y los suyos, me disculparán xenofóbicxs, racistas y clasistas, eran todxs. Perdónalxs, padre, no saben lo que hacen.

Antes, como buen rebelde snob inspirado por las ideas de los filósofos de la sospecha, Marx, Nietzsche y Freud, pensaba que era necesario subvertir los símbolos de las religiones judeocristianas a fin de desatarnos de la idea de Cristo. Después de todo, ha muerto, y peca de optimista quien cree que puede existir la poesía después de Auschwitz, o la fe en algo que no sea el capital. Volteen la cruz, Belcebú, Asmodeus, Satanás, Lucifer, Meta, Apple, Microsoft, Tesla.

Sin embargo, ahora pienso que la Biblia es un palimpsesto de miles de imposiciones que convienen o convinieron a intereses que han quedado dispersos en el tiempo. Fue esencial para la consolidación del modo de producción vigente, como lo demuestra La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Pero admiro la templanza y la convicción de la figura histórica de Jesús, no sólo por su crucifixión, sino por el auténtico amor con el cual se le representa.

Ser omnipotente y omniconsciente significa que sabía de antemano su destino, sabía de la traición de Judas, la decisión de Poncio Pilatos, las reglas de sus milagros, y los alcances de su resurrección, y aun así continuó. Estaba al tanto de que la lucha por su causa estaba perdida, y que, como insinuaba Satanás en su última tentación, no es posible que una muerte purifique al mundo. Pero continuó administrando sus energías con frugalidad.

Lo que la izquierda aprendió de Jesús es la intensidad y la entrega de su lucha. El estandarte de la cruz y la Virgen de Guadalupe en algunos sectores del Ejército Zapatista de Liberación Nacional no es contradicción, sino fortalecimiento. En el ámbito individual, mejor personal, mejor subjetivo, podemos aprender de su templanza y resistencia para dejar el cuerpo, ser sólo conceptos, y morir por ellos si es necesario.


Ilustrador: Carlos Gaytan Tamayo (Ciudad de México, 1999). Estudia Ciencias y Artes para el Diseño en la UAM Azcapotzalco. Formó parte de varias exposiciones colectivas de cartel en su universidad. Algunas de sus obras ilustran artículos de Cultura Colectiva. Su trabajo se inspira en diversas técnicas y se encuentra en el diseño gráfico y la ilustración.