La secuencia inicial de La última vida de Simon (Léo Karmann, 2020) nos transporta a la infancia idílica según Hollywood: las luces de una feria, el algodón de azúcar, una melodía bella pero melancólica. Sin embargo, algo desentona en el escenario: no hay nadie, a excepción de un feriante que se dispone a cerrar y un misterioso hombre adulto. Algo no encaja. En la siguiente escena, cuando este hombre se transforma en un niño, descubrimos que no nos encontramos ante una película cualquiera.
Autor: Martha Vidal-Guirao
La perpetua mirada masculina en el cine
Laura Mulvey acuñó el término «mirada masculina» para hablar del papel activo que han tenido los hombres durante toda la historia del arte, creado por y para ellos. Si hablamos de cine, no resulta difícil pensar en grandes divas de Hollywood. La musa, quien desempeña el papel dictaminado por el creador, siempre ha tenido cara de mujer. Ahora bien, para saber quién tiene el control, debemos preguntarnos: ¿Quién crea en el cine? ¿Quién determina qué creaciones merecen ser llamadas obras de arte? En un mundo de directores y críticos de cine, son los hombres.
La cultura del «glow up» en tiempos de pandemia
La pandemia del COVID-19 ha obligado a muchos a hacer cuarentena en sus casas. Además de repercutir en nuestra economía y sociedad, este aislamiento nos ha dado más tiempo libre y, por lo tanto, la oportunidad de volcarnos en nosotros mismos. Entre las palabras más repetidas estos meses se encuentra glow up (juego de palabras en inglés a partir de grow up, literalmente, brillar); un cambio físico drástico a favor de los cánones de belleza convencionales. Este fenómeno nos resulta bien conocido; si bien el neologismo glow up es reciente, Hollywood lleva tiempo mostrándonos casos de personajes que, con ropa y peinado nuevos, logran cambiar quiénes son y mejorar su vida. ¿Por qué nos fascina tanto esta idea? ¿Hasta qué punto es nuestra elección embarcarnos en tal viaje?
Los hombres que no escuchaban a las mujeres
Uno de los últimos capítulos de la popular serie estadounidense Los Simpsons propone, desde el humor, un robot llamado Afirma-bot, diseñado para escuchar a las mujeres, cuya única reacción son frases afirmativas y asentimientos con la cabeza. Esta broma nos hace pensar en los roles de género convencionales derivados a partir del modelo de familia de los años cuarenta y cincuenta, según los cuales las mujeres tienen la necesidad irrefrenable de verbalizar todo, cosa que los hombres jamás podrán entender. Esta idea, que pervive hasta en comedias románticas recientes y rompedoras, ha sido estudiada desde varios enfoques, incluso el científico. De hecho, estudios recientes demuestran que, aunque el cine nos cuente que las mujeres hablan, son los personajes masculinos quienes más líneas y tiempo en pantalla tienen, incluso en películas protagonizadas por mujeres. ¿Cómo explicar esto?
Del romance al bromance: Mujeres emancipadas y hombres en crisis
En artículos anteriores he hablado sobre un nuevo modelo de masculinidad que, lejos del “macho” insensible de los cuarenta y cincuenta, es más sensible y, en definitiva, humano. Sin embargo, cuesta encontrar a hombres así en comedias románticas recientes, tales como Super cool o Ligeramente embarazada (ambas de Judd Apatow, 2007). En ellas, se reivindica el poder del bromance, la amistad entre hombres. La relación con las mujeres, tras la tercera oleada del feminismo, es mucho más complicada.
Las peleas de gatas (o cómo acabar con la sororidad en Hollywood)
¿Cuántas veces, ya sea en el cine o en la televisión, hemos oído a un hombre pronunciar eufórico las palabras “pelea de mujeres”? Desde los inicios del cine, sex symbols como Clara Bow o Brigitte Bardot han protagonizado este tipo de escenas, algunas de naturaleza casi erótica. En los casos en los que la pelea es más verbal que física, sirven de excusa para el ya conocido argumento de que “las mujeres son en realidad las más machistas”. Sea como sea, es evidente que nuestra sociedad percibe de un modo muy distinto la violencia entre mujeres y entre hombres, lo cual se ve reflejado en el cine.
La edad (sí) importa
Corría el año 1962. En la sección de anuncios del periódico Variety, una mujer buscaba trabajo. Se definía (en este orden) como madre de tres hijos, divorciada, estadounidense y con treinta años de experiencia. Desgraciadamente, nada de este anuncio se alejaría de la realidad de nuestro día a día si no fuera por la profesión de esta mujer: actriz. Y quizá esta anécdota no se recordaría años después si no fuera porque quien escribió esto no fue otra que la mismísima Bette Davis. El anuncio, más que una verdadera búsqueda de trabajo, se trataba de una satírica denuncia por parte de Davis hacia la falta de ofertas para actrices mayores de cuarenta. Casi sesenta años después, con actrices de menos de cuarenta años siendo rechazadas para interpretar el interés amoroso de hombres que pasan la cincuentena (como le pasó a Maggie Gyllenhaal), ¿hemos avanzado?
Indignados
En esta columna hemos hablado sobre la censura de la era Hays, que oficialmente acabó en 1967. El final del código podría hacernos pensar que, a partir de ese momento, la libertad creativa no encontró límites. Esto, sin embargo, no es exactamente así. Uno de los ejemplos recientes son las quejas y protestas posteriores al estreno de Joker (Todd Phillips, 2019), puesto que ciertos sectores creían que podía incitar a la violencia. El poder ofensivo del cine es tan viejo como el medio mismo, pero no siempre nos han ofendido las mismas cosas. O, mejor dicho, no siempre se ha escuchado a los mismos.
Cosas de críos
Si tenemos que fiarnos del testimonio cinematográfico, el ser humano es una chica que baila el charlestón bien y un chico que tampoco se queda corto, dijo el crítico Siegfried Kracauer. Según él, las fantasías de las películas, aunque estúpidas e irreales, reflejan los sueños de la sociedad moderna. En pocos casos es esto más claro que en el cine adolescente. Lo que nos encontramos en la pantalla no es más que un sustituto idealizado y azucarado de una época que poco tiene de fácil. Y, aun así, volvemos a él una y otra vez. ¿A qué se debe tanta distancia entre realidad y ficción? ¿Dice esto algo de nuestra sociedad?
El cine en tiempos del confinamiento
En una situación tan extraña como la actual, el cine se ha convertido en uno de los grandes protagonistas. Ahora más que nunca, las películas nos ofrecen una vía de escape tanto de las cuatro paredes de nuestra casa como de las dudas y las preocupaciones que inevitablemente nos asaltan. Ya lo dice Jerome Morrow (interpretado por Jude Law) en Gattaca: “Tengo libros, voy a sitios con la mente”. A ellos podríamos añadir las películas. Desde los orígenes del cine, nos han sabido a transportar a cualquier lugar y época.