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Consumir, dialogar, robar: reelaboraciones de lo creativo (parte I)

Ilustración de Mariana Chávez

Devora viejas películas, nuevas películas, música, libros, pinturas, fotografías, poemas, sueños, conversaciones casuales, arquitectura, puentes, señales de tráfico, árboles, cuerpos de agua, luz y sombras.

Jim Jarmusch

Viví preguntando

Poema anónimo a partir de “Luz”, de Alfonsina Storni

Hace algunos meses tuve un alegre descubrimiento. Dando un paseo cotidiano por los puestos de libros de viejo, me topé con un ejemplar que capturó mi atención en cuanto empecé a recorrer sus páginas. Se trataba de una selección de poemas de Alfonsina Storni, escritora argentina de inicios del siglo XX, bien conocida por su nutritiva y vigente poética —y por haberse metido al mar cuando decidió que ya no le interesaba vivir—. La edición, publicada en 1992 a cargo de Editores Mexicanos Unidos, mereció una entrada en mi diario. El 25 de diciembre del 2022 escribí: “Me gusta Alfonsina, pero el libro que conseguí es una joya porque alguno de los lectores anteriores a mí hizo muchas anotaciones, mejor dicho, poemas en sí”.

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Credo – Poema de Miguel Ángel Zamora

Creo en ti, padre,
que examinas el vientre de los automóviles con las manos manchadas de grasa,
que tallas la madera con una hoja de afeitar con esas mismas manos de lobo doméstico
con la piel ya gastada y los pulmones vacíos como globos deshinchados y rancios 
de tanto fumar a escondidas,
un hombre libre, ¡el orgulloso domador de los caballos!, reducido a ocultar el tabaco en el lavabo.
Creo en el hombre que me miraba con sus ojos marinos encerrados tras los cristales de
unas gafas de sol de los años setenta,
el que me abofeteó hecho fuego porque me atreví a pronunciar su nombre, un dios
colérico,
un hombre con una hoguera ardiendo en los puños,
con la fuerza de un cuarto ángel 
y las alas arrancadas a mitad de vuelo,
perplejo por no saber nunca lo que estaba ocurriendo,
prisionero al fin de su propia piel.
Creo en ti, padre, el último de los cadáveres, cadáver hoy también tú mismo y cadáver
ya en vida,
nunca más que la fotografía del carnet de un hombre sonriente sin valor ahora
cuya sonrisa última ha quedado congelada en el ámbar de esa tarjeta que sostengo en 
las manos.

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El pintor – Cuento de Miguel González Troncoso

A través de la ventana del dormitorio ubicado en el segundo piso, Bartolomé, de ocho años, miraba atentamente al hombre que caminaba en dirección a la casa llevando al hombro una escalera.

Cuando sonó el timbre salió de su habitación y bajó tímidamente a la cocina, donde su madre daba instrucciones al recién llegado.

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Barras a ambos lados de la frontera:“El chicano-rap en Monterrey”, de Erik Mejía Rosas

Una autoetnografía, definida por la investigadora y antropóloga social Mercedes Blanco, es una vertiente de la investigación cultural en la que el propio investigador se relaciona directamente con el objeto de estudio, ya que forma parte de la comunidad a tratar debido a implicaciones sociales, culturales o económicas. Este método de investigación no sólo rompe con los esquemas canónicos enunciados desde el ideal de la objetividad, sino que revaloriza la investigación como un acto político, al impregnarlo de un compromiso ligado a la consciencia y a la transformación social. La concientización y el cambio social son algunos de los conceptos que conforman el eje medular de El chicano-rap en Monterrey (2022), investigación realizada por el rapero e historiador Erik Mejía Rosas “Fusca Mexica” (México), y publicada por la Editorial Universitaria de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL).

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Perros de baldío – Cuento de Mariana Alcántara Lozano

Ilustración de Rubén Ojeda Guzmán

Qué tristes y polvosos son esos perros que viven en los baldíos. Siempre en grupos de tres o cuatro, casi nunca hay más porque con facilidad se detona la violencia y terminan matándose de forma brutal entre ladridos, gruñidos, aullidos y jadeos intermitentes. Ahí están ante el sol inclemente arrebujados en puñados en las ínfimas sombras que va dejando el día, siempre adormilados, mosqueados y rascándose, parecen perdidos, pero no están tanto. Atacan intempestivamente a cualquier otro perro o persona que los toque fortuitamente, con una dosis de la naturaleza violenta y salvaje con la que han curtido sus pieles. Los perros de baldío son nocturnos casi siempre en ausencia del calor y la rasquiña que subleva los bochornos del sol, salen a pasear con mayor ligereza, sin ese letargo infinito que provoca el calor y la deshidratación. Por la noche buscan alimento en la basura o en los restos de los puestos de comida que tiran migajas, llenando casi nada esas panzas vacías, ruidosas infestadas de lombrices. Estos perros van juntos y si se separan no van muy lejos uno de los otros, pues saben de los peligros que implica vivir entre humanos, esa especie ruin que los golpea, los usa para pelearlos, vejarlos o desquitar su propia rabia, esos que día con día los desprecian y ahuyentan de todos los lugares en los que intentan resguardarse. Los humanos representan lo peor, pero también representan el sueño de una vida mejor. Por generaciones han oído el mito del amo, del amoroso dueño. Sus orejas gachas y mordisqueadas, infestadas de garrapatas y ácaros, han escuchado el rumor de que existen algunos humanos capaces de tener actos amorosos, de proporcionarles casa y sustento durante toda su vida, otorgándoles el valioso privilegio de vivir en su manada. Cuentan que es tanto el amor que sienten por los perros que cuando mueren sufren su partida con gran dolor y tristeza, dicen que algunos no lo superan nunca. Esos humanos, los amorosos, les dedican poemas, novelas, retratos, fotografías y disciplinas especializadas para entenderlos y poder curarlos. 

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Editorial (mayo) – ¿Edición o reescritura? La corrección política y el rol actual de las editoriales

Ilustraciones de Darío Cortizo

En las últimas semanas, algunas de las correcciones hechas por editoriales en libros de autorxs como Agatha Christie, Roald Dahl e Ian Fleming han generado revuelo: se han eliminado adjetivos “ofensivos”, referencias a colores, verbos que deriven en acciones menos agresivas, entre otros. Los argumentos para tales cambios —en principio, bien intencionados— pierden de vista detalles que en realidad trascienden una simple sustitución léxica. Evidentemente, para el correr de nuestros tiempos, la visibilización de problemáticas sociales, históricas, culturales y políticas no deja de ser relevante, sino todo lo contrario. Sin embargo, asumir que la longevidad de una publicación sostiene el cambio de su lenguaje de acuerdo a los parámetros culturales del momento resulta escandaloso.

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Ya no seremos los niños que fuimos: “Postales de Inglewood”, de Rosa Espinoza

¿Qué sientes cuando miras hacia atrás? La nostalgia es el dolor por aquello que no vuelve. Por sí sola, no es positiva ni negativa. Los pensamientos que rodean a esa emoción transforman la manera como nos fundimos con el pasado. ¿Qué sientes cuando ves directamente tus más grandes traumas? Algunos piensan que, cuando miras lo suficiente hacia el vacío, éste te devuelve la mirada. Ve algo en tu interior, te apuñala desde dentro y te deja indefenso, a la expectativa de una nueva interpretación, acaso más optimista, pero perdida en el tiempo.

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Convocatoria – Miedo: huésped de cuerpos y habitaciones

Cada hombre lleva en sí una habitación. Es un hecho que nos confirma nuestro propio oído. Cuando se camina rápido y se escucha, en especial de noche, cuando todo a nuestro alrededor es silencio, se oyen, por ejemplo, los temblores de un espejo de pared mal colgado.

Franz Kafka, Cuadernos en octavo

El miedo ha acompañado a los seres humanos durante toda su existencia. La evolución de la humanidad, en el sentido más estricto del término, habla también de un proceso en el cual las emociones han ido cambiando a través del tiempo. Los miedos se han complejizado. El miedo a las tormentas durante las noches largas se convirtió en temor a la muerte, a la enfermedad, al rechazo, al olvido, al abuso, al abandono, a la soledad, al fracaso, a las mentiras.

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Collage por I. A. Bosco

¿Por qué sí pop, quiero, quiero yo?

Collage de I. A. Bosco

El pop es a la música lo que el Don Quijote a la literatura; aun más, lo que el Ulises de Joyce es a las letras: el chiste mejor contado en la historia de su propia disciplina. El pop oscila entre los dos terrenos presentes en estas obras: la súper-parodia que, consciente de su condición como una pieza específica de arte que peligrosamente, flirtea con anularse a sí misma bajo su propia absurdidad; al final logra reconfigurar y avanzar la forma de su propia disciplina gracias a un diestro manejo de los rudimentos de composición, narración y clichés generales propios a su medio como sucede en el Don Quijote y algo mucho más cósmico, escandaloso y limítrofe como el espíritu del Ulises; una revuelta de lo macro a lo micro, anarquía del más alto orden.