Huyes de mí. Ocultas el rostro detrás de un libro para que no te encuentre. Te zafas de mis manos, de mi tiempo. Finges que no me ves y escapas apresurando el paso, dejando detrás de ti migajas que relucen a la luz de la luna. Yo las considero piedras preciosas y las recolecto cuando nadie me ve.
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Tres rublos y 75 kopecs – Cuento de Fernando José Cabezón Arnaldos
La muchedumbre se agolpaba a las puertas del local erigido en la plaza Púshkinskaia. Era finales de enero y mi hermana y yo habíamos ido a conocer el sabor de Occidente. La brillante M amarilla coronaba con su promesa dorada uno de los laterales del restaurante. A nuestra madre Ivana la habían contratado para la inauguración. A pesar de que ya había alcanzado los treinta, su sonrisa deslumbrante, su piel lozana y su aspecto juvenil habían logrado convencer a los entrevistadores. Eso y su perfil políglota.
Patio – Poemas de Dante Vázquez M.
Todos tendemos a hacer que la representación del mundo que nos rodea sea la más cercana a nuestros deseos, necesidades e ideas.
Giorgio Nardone
I
A veces un lugar olvidado,
a veces un baúl de juegos,
a veces un refugio soleado,
a veces un ataúd de egos.
Hay pasos marcados y caídas
abruptas e intencionadas
sobre el concreto resquebrajado,
ayeres raspados de las rodillas.
Hay recuerdos rojo escarlata,
núbiles gallinas degolladas,
corriendo desesperadas
por vivir, por impulso, por inercia.
«Creo en los aviones»: Una novela de Josemaría Camacho
He notado que en los últimos años me cuesta mucho trabajo terminar de leer un libro de narrativa actual. Me obligo a pasar sus páginas como quien en una peregrinación arrastra sus rodillas para expiar culpas, sangro, hago acopio de toda mi fuerza de voluntad, sufro hasta llegar a la meta. En varias ocasiones simplemente no he podido más y he tenido que optar por el abandono. Por eso me emociono mucho al encontrar un libro que me devuelve mi felicidad de lectora ingenua, ésa que no piensa en otras cosas más que en el placer de leer. Libros que llevo conmigo a todas partes de la casa. Leo un párrafo mientras deshebro pollo, leo unas páginas mientras hierve el agua, cancelo citas para seguir pasando con avidez mis ojos por sus líneas impresas. Eso me pasó con Después de matar al oso pardo (2021) de Josemaría Camacho.
Pensamientos de un terreno baldío – Cuento de Melissa Tarabay
Siempre quise ser un riachuelo, de esos que cruzan senderos y anuncian su llegada a la distancia con el olor perfumado de la tierra mojada que lo abraza. Siempre he querido ser un simple movimiento que no conoce pausas, tan ligero que hasta las rotas hojas secas y piedras solitarias, cayendo en mí para perderse en el fondo, pudieran resurgir con el vaivén de mis ondas acuáticas.
“Poscoronialismo”: ¿Qué mundo nos queda? – Ensayo de Santiago Salinas
Acabamos de cumplir un año con esta espantosa epidemia como parte de nuestro día a día. Se habla de nuevas normalidades, normalidades en un mundo que nos parece tan distinto, pero que en el fondo sigue siendo el mismo. No cambió la desigualdad, se acrecentó; tampoco se dio esa hermandad universal ante la adversidad como se profetizaba; ni se colapsó el capitalismo: se volvió aún más voraz y cambió la acumulación de monedas por el acaparamiento de vacunas. Las artes, con ese gen único para la adaptabilidad, han tenido que reinventarse una y otra vez, recordándonos que de aplausos no se come, ni se crea sólo por amor. El mundo sigue siendo el mismo, ¿y nosotros?
Inestable – Poemas de NIÑX NADIE
Soñar despierto
Soy un pequeño cielo tras la ventana del cuarto.
Un cielo azul para mis huesos. Los árboles viven
días sin palmas. Sujeta el cabello
de mi casa, la muerte. Ese sentido me
nació enraizado como piel
al rostro.
Su himno de tierra, bajo la planta,
conduce el aire palabras
hacia el sol.
De conjuros y otras brujerías – Poemas de Xue Moreno
Diablo
Sólo
una
palabra
basta
para
que huyan
todos
los demonios,
desaparezcan
los maleficios,
pierda
su
nombre
el Diablo.
Ramón || Cuento de Ana Torres
Sam se me presentó con el adorado cotorro de mi abuela en el hocico. El cuerpo verde de Ramón estaba lleno de baba de perro y tierra, pero sin vida. Vi a Ramón como nunca pensé verlo: muerto.
La historia del hombre que empujaba una piedra por una pendiente – Ensayo de Misael Garrido
El ascenso
Mi papá contaba cada mañana la misma historia. Despertaba tarde, cuando ya todos habíamos desayunado, y mientras se preparaba el café y freía los huevos, hablaba al aire para que todo mundo lo escuchara. Era la cocina de la infancia como un ágora y mi papá como un profeta ciego y desgraciado.