La literatura es ciertamente un viaje con un destino incierto, aunque la reseña en la cuarta de forros del libro nos quiera indicar lo contrario y nos invite a unas cuantas certezas. Soy consciente de lo cliché que es comparar el acto de lectura con cualquier acto que implique movimiento, especialmente el del viaje. Pero aclaro, antes que nada, que no considero que la lectura sea una vacación con todos los gastos pagados, en un hotel lujoso, con un clima delicioso y mucha comida en el buffet mientras no se esté chapoteando por ahí —a saber, esa manía de que cuando nos vamos de vacaciones siempre queremos estar “chapoteando por ahí”, aunque las temperaturas y la geografía nos lo impidan—.
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Víctor Rodríguez y el artificio de la rebelación híper-excéntrica
En mayo de 2017, Víctor Rodríguez y yo nos encontramos brevemente en la Ciudad de México para charlar sobre algunas inquietudes en torno a él y a la pintura en la contemporaneidad de ese entonces. Este texto fue publicado por primera vez en Operación Marte ese mismo año. Que este espacio sirva para una relectura de ese encuentro en espera de que genere contrastes con el actual Víctor, a quien personalmente admiro por su constante crítica sensible a los formatos de producción pictórica, por su energía increíble y excéntrica imposible de ignorar.
Abecedarium Magiae
Ilustración de Sofía Elvira Tello Moscarella
Acabo de doblarme el tobillo. Sé que no es un esguince porque mi familia es de tendones fuertes, pero igual me duele. Tengo miedo de que mi lesión afecte el marcador y, por ende, el torneo. Sin darme cuenta, A ya está a mi lado, y me pregunta si estoy bien. Le digo que sí —aunque casi siempre es mentira porque no quiero que piensen que soy débil— y me levanto rápido. Me vuelvo a caer, entonces me llevan entre él y alguien más a una banca. A se dirige a la covacha por un botiquín, vuelve y me hace la plática. Jamás había hablado con él, aunque seamos del mismo equipo.
«El entierro de Cortijo» casi cuarenta años después
Quien escucha salsa y algo como un brinco animal empieza a sacudirle las caderas y los hombros, debe leer la crónica del puertorriqueño Edgardo Rodríguez Juliá: El entierro de Cortijo; publicada en 1982, mismo año de la muerte del músico boricua. Pero también debe leerla quien haya nacido entre la pobrecía de Lima, Caracas, Cali, Ciudad de Panamá, San Juan, La Habana, Veracruz, Nueva York o cualquier zona candelosa que desde los años sesenta venga trasnochándose al ritmo de los cueros aguardientados por una descarga bestial de Cortijo y su Combo. Debe leerla quien se asuma parte del feliz mulataje y entienda que las madrugadas en el barrio no llegan solamente con sabor a salsa, sino que también truenan seco y duelen de cansancio.
Por el boulevard de los sueños rotos
El centro de la Ciudad de México encarna en sí mismo la esencia de la contradicción. Quinientos años de urbanismo arquitectónico han sido suficientes para fundar los cimientos de una metrópoli que es fruto de la antagonía más insalvable. El paso del tiempo ha superpuesto piedra sobre piedra, haciendo que esta ciudad parezca devorarse a sí misma. La imagen de la serpiente que engulle su propia cola. El Templo Mayor a escasos metros de la Catedral, los vendedores ambulantes frente a los escaparates de las tiendas de prestigio, las desgastadas vecindades en la misma calle que las imponentes casonas; el centro capitalino, bautizado por el mismísimo André Bretón como «el lugar más surrealista del mundo», ha terminado por ser la materialización física de una forma de vida que se niega a sí misma.
A propósito del sexting
A un querido amigo en la distancia 4:26 pm Estoy sola en casa frente a mi lap top. Abro el e-mail y escribo. “Hola. Estoy haciendo una nota sobre sexting. ¿Me ayudarías? Adjunto una foto […]