Los datos son incendios
La niña de vestido no sabe que la miro
(la miro cuando ella camina rumbo a la escuela).
Temprano camina, para agarrar desayuno gratis.
Temprano camina, para evitar la peste de mirarse en los espejos.
La niña de vestido no sabe que la miro
(la miro cuando ella camina rumbo a la escuela).
Temprano camina, para agarrar desayuno gratis.
Temprano camina, para evitar la peste de mirarse en los espejos.
Mis fotos demuestran que cualquier lugar y circunstancia se puede fotografiar para dar luz al trabajo y los objetos cotidianos de nuestra vida.
Me gusta hacer limpieza por la noche,
dejar todo en orden
por si mañana no estoy,
por si es la última vez,
por si en algún momento…
Las biografías son en realidad narrativas de las metamorfosis. El tiempo, las condiciones, la historia, la política y la vida en sociedad nos transforman constantemente. Tanto, que este género literario se encuentra plagado de elipsis temporales: ¿Qué pasó de 1939 a 1945? O Inicia su etapa de madurez. Algo nos cambia de adentro hacia afuera. Emergemos como una estatua esculpida por la exacta técnica de la danza química, fisiológica y poética de nuestro cuerpo.
Vagando por los raros caminos de la curiosidad clasificatoria, ésa que busca sin cesar definiciones de palabras —algunas que escuchamos y otras que imaginamos—, me encontré con la palabra “transterrestre”, la cual necesita otra más para acompañar su significado. Existe una maniobra propia de la ciencia espacial que consiste en insertar una nave, tripulada o no, en la órbita terrestre: se conoce como inyección transterrestre. Se lleva a cabo bajo las siguientes condiciones: un cohete es propulsado con cálculos precisos y esperando la condición de que la Tierra esté orbitando a nuestra luna. La nave queda, entonces, inserta en la profundidad del cielo, con la posibilidad de regresar libremente a su origen. Con una maniobra bellísima de propulsión y cálculo, Gabriela Aguirre (Querétaro, México, 1977) logra insertar su poesía en ese cielo donde duermen las palabras que nacieron de la noche, de la ausencia de tierra, del soñar para dejar de extrañar.
Había una vez, en los tiempos de la intrepidez, un Pipo marinerito, hijo de Mímir y Ran, que un barquito quería comprar porque quería salir a navegar, pero en su reino no lo podía negociar porque como aquel allí no había ninguno igual, así que lo compró en otro reino muy lejano, mucho más lejos que Fram, ese el del astillero Fujian.
Cuando la piel boga y va indecisa
al mar de caricias de las manos,
la espuma sale del mar sin prisa,
condensa de suspiros los vientos lejanos.
Tras cuatro años de ausencia, el dramaturgo español Eduardo Viladés vuelve a México con el drama social La era líquida, que podrá disfrutarse el próximo jueves 22 de junio por la tarde en el café-teatro Renzö de la capital. Pablo González y Jorge Hernán se meten en la piel de esta historia de yoes entrecruzados, muerte, aflicción y perdón en una lectura dramatizada que no dejará indiferente a nadie.
¿Cómo describir el hambre? ¿Cómo entender el dolor que provoca la ausencia? ¿Cómo representar el vacío estomacal que recorre y lastima el interior? Habría que trazar un mapa dentro y fuera del cuerpo para, quizás, aproximarse a describir un paisaje vertiginoso en donde el hambre habite cada estancia de la existencia. Eso es lo que hace León Cartagena (México, 1978) en Geografía del Hambre (2022): nos ofrece una imagen que se encarna en la realidad, pues resulta difícil no identificarse con las imágenes que crea. ¿Quién nunca ha sentido hambre? No hay, pues, sensación más clara que nos permita reconocer ese dolor tan difícilmente explicable. Sin embargo, este poemario evoca, por medio de las palabras, una cercanía a las distintas dimensiones que emergen desde lo más profundo del estómago.
Le odio por haberse burlado de mí, en tanto que usted lloraba aquí conmigo… y usted… tampoco me hubiera dejado plantada como él lo ha hecho, pues usted ama de veras, mientras que él no me ha amado nunca…
Fyodor Dostoyevsky, Noches blancas
“Nice guys finish last” (“Los chicos buenos terminan los últimos”) dice la expresión. En la vida real, los hombres han estado bombardeados con ideales tóxicos sobre la “verdadera masculinidad” y la necesidad de reprimir sus sentimientos para lograr sus objetivos a todo precio. El cine clásico de Hollywood, por su lado, ha intentado ofrecer un modo de escape con historias donde la justicia poética triunfa y el héroe bondadoso es quien gana. Durante años, el llamado nice guy o buen chico ha sido el protagonista indiscutible de toda comedia romántica, quien consigue a la mujer de sus sueños gracias a la bondad de sus acciones. Hoy en día, sin embargo, este personaje se ve con otros ojos. ¿Es bondad lo que lo motiva? ¿O más bien la creencia de que mostrar el mínimo respeto le da derecho a estar con cualquier mujer?