Categoría: Música

Reseñas y recomendaciones de canciones/discos/ep’s/singles, etc. Relaciones de conciertos o eventos musicales.

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Un infinito sonoro: La búsqueda del sonido 13

«Lo que existe y no se puede contar y se siente aquí dentro, exige una palabra para decirlo. Esta palabra, en este caso, sería inmensidad. Es como una palabra húmeda de misterio. Con ella no se necesita contar ni las estrellas ni los granos de arena. Hemos cambiado el conocimiento por la emoción: que es también una manera de penetrar en la verdad de las cosas.»

Canek

La impetuosa inquietud por aprehender todo aquello que pareciera escaparse al entendimiento ha sido una de esas concepciones que por milenios han seducido la curiosidad del ser humano. La idea de un infinito que irremediablemente se mantiene como la incógnita insalvable. Desde el cuestionamiento acerca de una existencia más allá de la muerte hasta el irrefrenable impulso por alcanzar hasta el último ápice del conocimiento universal, por centurias el género humano ha puesto su existencia bajo las preceptivas de la idea de algo inmenso, inabarcable y, a fin de cuentas, inaccesible.
La música durante mucho tiempo se ha mantenido en esa misma categoría de fenómeno misterioso que pareciera presentársenos de una forma casi incomprensible debido a su capacidad de conexión tan sorprendentemente directa con la sensibilidad humana. Su carácter universal —partiendo de que la música se hace presente en toda sociedad humana— y cotidiano la han vuelto una de las formas de expresión más usadas en todo el mundo y, a la vez, una de las menos comprendidas.

La música, en tanto lenguaje, se presenta como un sistema capaz de manifestar una inacabable cantidad de mensajes que potencialmente pueden ser entendidos por cualquier persona, sin importar las barreras socioculturales que llegan a manifestarse en otros sistemas de comunicación como el habla. Sin embargo, esta premisa parte de que la mayor parte de la música que escuchamos cotidianamente está escrita en una sola lengua. Es decir, casi en su totalidad, la música occidental de los últimos cinco siglos ha sido compuesta en un sólo idioma. Y más aún; desde la música de Bach, Mozart y Beethoven hasta la música de The Beatles, Silvio Rodriguez y Justin Bieber, toda ella está construida a partir de los mismos 12 sonidos.

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Edgard Varèse: «Octandre»

Las ideas, desde su expresión en los individuos, cobran vida propia. Estas unidades de información se propagan entre personas como genes entre células. De esta manera, ideas tan viejas como la humanidad han sobrevivido civilizaciones enteras: dios, el tiempo, la belleza, el héroe, el inframundo. Conceptos que viven más allá de nosotros se propagan con nuestras voces y en nuestra obra. Así fue como una idea llegaría a posarse sobre las cejas de Varèse que lo movería a participar en la alteración permanentemente del paradigma musical.

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«¡Oh, patria mía, tan bella y perdida!»: Va, pensiero

Vieron morir a los otros, y también a los suyos. (…) Pero todos vieron la muerte, todos vieron cómo se usaban las armas, para qué se emplearon. (…) Nuestro repetido drama latinoamericano de no saber cuándo tomar la pluma, cuándo tomar las armas, para qué, para quién.

Carlos Fuentes

La cotidianidad mexicana vive tiempos espasmódicos y convulsos. El país yace sumido en una creciente ola de violencia y de tormentoso desequilibrio que parecía ser irrefrenable. Los periódicos, los noticieros, las redes sociales, las calles, cada pequeño espacio de la vida diaria se llena de imágenes angustiosas que parecieran anunciar las primeras señales de una hecatombe nacional.

La normalización y paulatina indiferencia que rodean aquellos hechos que debieran ser denostados se han vuelto el pan de cada día de una sociedad que —cómo hiere decirlo— parece haber terminado por acostumbrarse al dolor. Dolor de pérdida, dolor de angustia, dolor de miedo, dolor de una patria sufriendo como la madre que ve correr por el suelo la sangre derramada de sus hijos.

De esta forma nos hemos adecuado a vivir, ante la presencia fantasma de los desaparecidos, bajo los cuerpos inertes que fueron arrojados en un rincón de la memoria, con marcas invisibles esparcidas por el cuerpo, con golpes ignorados y gritos ahogados, aturdidos por una realidad que pareciera ser ajena a la nuestra, con un velo oscuro que nos ha hecho perder el rumbo y nos ha arrancado de cuajo la idea de un futuro mejor.

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El ruidoso mundo a través de un oído perfecto (I)

«El silencio es el ruido más fuerte, quizá el más fuerte de todos los ruidos».

Miles Davis

Vivir el día a día dentro del mundo actual implica una constante exposición a un sinnúmero de estímulos auditivos. El bullicio de la gente caminando por las calles, el ruido de máquinas, automóviles y camiones, la perpetua necesidad de llenar cualquier espacio con música, además del exceso de contenido audiovisual al que estamos acostumbrados gracias a los medios digitales, han hecho que los silencios dentro de nuestra cotidianidad hayan ido paulatinamente desapareciendo.

Esta consecuencia de la vida moderna, que en primera instancia podría parecer inofensiva, tiene una especial complejidad para un pequeño grupo de personas que poseen una habilidad un tanto fuera de lo común.

Imagine que cuando escucha un sonido, desde la voz de un amigo hasta el ruido de un motor arrancando, se aparece en su cabeza como una palabra escrita en el aire. Las vibraciones han dejado de ser una simple sensación en el oído, ahora cada sonido adopta una posición de significado dentro de su memoria. Todos los sonidos, el ladrar de un perro, el traqueteo del tren, las percusiones de un artista callejero, las alarmas de los carros, el estrépito de un taladro neumático: hasta el más pequeño ruido es una palabra que se dibuja en lo más profundo de su mente. Ahora cada sonido es inmediatamente identificado, almacenado y repetido una y otra vez dentro de su cabeza.

De esta forma es como se percibe el mundo a través de un oído absoluto.

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«¿A qué le tiras cuando sueñas, mexicano?»: Crónicas de Chava Flores

«México en una laguna y mi corazón echándose clavados. ¿Qué cosa será el amor?»

LOS CAIFANES

Las Ciudad de México es una ciudad pintada a través de sus contrastes. El claroscuro parece haber sido el principio fundamental usado por los cientos de generaciones de mexicanos que se han encargado de edificar una de las urbes más populosas del mundo.

Ya desde la primera ojeada por encima de las tierras del glorioso Valle de México, podemos observar que la palabra “pluralismo” se queda corta para abarcar las diferencias que existen entre los nueve millones de habitantes que conforman la sociedad que vive en él. Desde las lomas del Pedregal hasta el barrio de Tepito, del Cerro de la Estrella al cerrito de la Villa, del lago de Xochimilco al de Chapultepec, una simple mirada basta para darse cuenta que todo lo que existe dentro de este pedazo de tierra, casa de serpientes, águilas y nopales, excede los 1500 kilómetros cuadrados que los datos del INEGI se empeñan en arrojar.

Pues bien, hace casi cien años, un 14 de enero del ya lejano 1920, nació en La Soledad –una calle de nombre sugerente metida en el antiguo barrio de La Merced– un hombre que al final entendió que ni más de 200 canciones terminarían por ser suficientes para meter en ellas a una ciudad tan grande como la capital mexicana.

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Cómo aliviar un corazón roto en cuarenta minutos

Chico “A” ama a chica “B”, pero chica “B” no quiere a chico “A”. Esta sencilla fórmula ha inspirado un montón de historias en el cine y en la literatura, mismas que han sido adornadas de un millón de maneras para disimular que siguen este patrón. Sin embargo, olvidado en los cajones de algún coleccionista de LP’s, existe un álbum que captura, perfectamente y sin tapujos ni ornamenta, la experiencia de ser rechazado.

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Ígor Stravinski: Sinfonías para instrumentos de viento

Rezamos en calma. Un silencioso horizonte se extiende detrás de nuestras espaldas. En él, artistas, políticos y pensadores observan atentos. Nosotros, los nacidos, somos quienes enterramos a nuestros padres en el centro de nuestra cultura. Permitimos que sus cuerpos nutran las raíces de los frutos que nos alimentan. El rito que acompaña este entierro, como un regalo de la sociedad, nos abre un espacio para tratar los sentimientos e ideas que aún revuelan tras el ruido sordo de la muerte. Únicamente escuchamos un gran ensamble de alientos que proyecta por nosotros, con sus sonidos coincidentes, la calma con la que vocalizamos el adiós. En el tiempo detenido del rito los cuerpos se corrompen y las almas resucitan en el horizonte que nos hará compañía hasta nuestro entierro.

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Seducción sabor a tabaco y tequila: bailando danzón

«El erotismo es como el baile:
una parte de la pareja siempre
se encarga de manejar a la otra».

Milan Kundera

El baile en pareja es siempre un juego de tensiones e intenciones veladas. Con cada roce por la espalda, con cada mirada furtiva, con cada sutil aproximación de dos cuerpos moviéndose al compás de la música se inicia el eterno duelo de seducciones que durante incontables siglos ha sido semilla de las más desaforadas pasiones.

Al bailar, los oponentes forcejean en el vaivén de la dialéctica danzística, en donde los roles del seductor y el seducido se vuelven líquidos e inestables a cada paso, a cada vuelta. Imposiciones y sumisiones mutan para dar lugar a un fenómeno simbólico que recuerda a las ceremonias de cortejo animales. Ademanes, movimientos y sonrisas abonan a la intrincada semanticidad de un evento social que ha terminado por conformarse como uno de los rituales humanos más complejos de todos.

Pues bien, cuentan los abuelos que hace muchos años llegó a México un tipo de música que vino a revolucionar no sólo la forma en que bailaba la gente, sino al ritual mismo y a las implicaciones que podía llegar a tener un fenómeno social tan antiguo como lo es el baile de salón. Un ritmo nacido en Cuba, fruto de los amoríos entre la música africana y la música europea, un tipo de baile que en sí mismo retrataba la fusión entre la civilización y la barbarie: así llegó el danzón a México.