«El silencio es el ruido más fuerte, quizá el más fuerte de todos los ruidos».
Miles Davis
Vivir el día a día dentro del mundo actual implica una constante exposición a un sinnúmero de estímulos auditivos. El bullicio de la gente caminando por las calles, el ruido de máquinas, automóviles y camiones, la perpetua necesidad de llenar cualquier espacio con música, además del exceso de contenido audiovisual al que estamos acostumbrados gracias a los medios digitales, han hecho que los silencios dentro de nuestra cotidianidad hayan ido paulatinamente desapareciendo.
Esta consecuencia de la vida moderna, que en primera instancia podría parecer inofensiva, tiene una especial complejidad para un pequeño grupo de personas que poseen una habilidad un tanto fuera de lo común.
Imagine que cuando escucha un sonido, desde la voz de un amigo hasta el ruido de un motor arrancando, se aparece en su cabeza como una palabra escrita en el aire. Las vibraciones han dejado de ser una simple sensación en el oído, ahora cada sonido adopta una posición de significado dentro de su memoria. Todos los sonidos, el ladrar de un perro, el traqueteo del tren, las percusiones de un artista callejero, las alarmas de los carros, el estrépito de un taladro neumático: hasta el más pequeño ruido es una palabra que se dibuja en lo más profundo de su mente. Ahora cada sonido es inmediatamente identificado, almacenado y repetido una y otra vez dentro de su cabeza.
De esta forma es como se percibe el mundo a través de un oído absoluto.
El oído absoluto es un complejo desarrollo auditivo que se da en una proporción de 1 por cada 10,000 personas, el cual consiste en la capacidad de “leer” los sonidos como si estos fueran palabras escritas en papel.
Según el New Grove Dictionary of Music and Musicians dicha habilidad, en términos formales, parte de la capacidad de percibir los sonidos de una manera tan precisa que, sin ayuda de alguna referencia externa, puedan ser identificados y catalogados, ya sea a través de los nombres de las notas musicales o incluso especificando la frecuencia (Hz) en la que está vibrando dicho sonido.
Pero esta capacidad que podría parecer propia de un personaje salido de los cómics va un poco más allá. De la misma forma que el oído absoluto permite identificar sin errores cada sonido que escucha, también dota a la persona que lo posee de la capacidad de memorizar cualquier melodía de cualquier canción y replicarla con su voz —aun cuando el oyente la haya escuchado una sola vez— de la misma forma que recuerda y nombra cada una de sus notas, descifrando la tonalidad en la que está escrita e incluso notando si en alguna parte de la pieza el cantante o alguno de los instrumentos desafina.
Al contrario de lo que podría pensarse —y a pesar de las múltiples ventajas que una habilidad así ofrece a todo aquel que se desempeña dentro del ámbito musical—, muchas de las personas que poseen oído absoluto no son músicos. Los musicólogos y psicólogos han estudiado por mucho tiempo este fenómeno y todo parece indicar que esta habilidad no tiene relación alguna con el virtuosismo musical, sino que, por el contrario, tiene un vínculo más estrecho con los procesos de cognición lingüística.
El oído absoluto se desarrolla gracias a las capacidades de memorización, puesto que el reconocimiento perfecto de los sonidos funciona a través de la asociación del sonido en relación con una “base de datos” que el oyente tiene almacenada en su memoria en donde cada sonido se encuentra correctamente clasificado y etiquetado.
Este proceso de discriminación auditiva es similar al que entra en juego durante el aprendizaje de la lectura. Así como al leer en voz alta existe un signo externo (una palabra conformada por letras) que se asocia con un conjunto de sonidos que están almacenados en la memoria (los fonemas del habla), en la identificación por oído absoluto el proceso funciona de forma inversa: el sonido que se escucha es asociado directamente con un referente almacenado en la memoria que ya ha sido previamente etiquetado.
Por ello es que el desarrollo del oído absoluto se produce de forma simultánea al aprendizaje de la lengua materna durante los primeros años de vida de las personas, cuando los niños comienzan a asociar estímulos del mundo con elementos guardados en su memoria. Por estas mismas razones es que el grado de incidencia de esta habilidad resulta mayor en las sociedades con lenguas tonales, en las que el reconocimiento de los sonidos graves y agudos al momento de hablar es estrictamente necesario, como en el chino mandarín o en la lengua yoruba.
Así, el oído absoluto logra manifestarse de diversas formas. Muchas de las personas que lo tienen nunca llegan a descubrir todo el potencial que alberga su capacidad auditiva. Hay gente con esta condición que en lugar de percibir los sonidos mediante nombres los perciben mediante colores o mediante aromas, e incluso hay algunas investigaciones que afirman que esta habilidad no es una característica reservada solamente para los seres humanos, ya que se ha comprobado que lobos, pájaros y algunos otros animales logran desarrollar la misma capacidad sensorial exacerbada. Pero, ¿qué implica enfrentarse al mundo a través de un oído capaz de percibirlo todo? ¿Es el oído absoluto un don o una maldición?