Otro entre los otros
Otro, en un mismo cuerpo, pero es otro,
memoria tímida en la sombra
aspira la humedad,
bebe lo idéntico,
pero es otro.
Dosier trimestral de creación y crítica
Otro, en un mismo cuerpo, pero es otro,
memoria tímida en la sombra
aspira la humedad,
bebe lo idéntico,
pero es otro.
Para Sam
Encara no ha arribat l’estiu, decía la Laia porque no, aún no llegaba el verano, se encogía de hombros y se enrollaba la bufanda en el cuello una vez más. La bufanda que se extendía hasta la cintura y el cuello que soportaba al menos dos vueltas adicionales. L’estiu no ha arribat, repetía la Laia mientras se calzaba las botas hasta la rodilla y miraba por encima del hombro para asegurarse de que Emilia la escuchaba, de que Emilia no dormía. No, no cal portar impermeable, decía la Laia mientras elegía el abrigo del día, mientras lanzaba todos los que no lo serían sobre la cama, sobre la alfombra, sobre las medias sobre la alfombra. I tu què faràs avui has de hacer algo hoy, preguntaba afirmando la Laia y collons, deberías moverte hoy, buscarte algo, alguna coseta, decía la Laia mientras los labios rojos y las pestañas largas y un giro rápido frente al espejo. Me voy, fins després y la puerta se cerraba tras ella. Y se abría de nuevo. T’estimo, Emilia, muchísimo. Y de nuevo el golpe de la puerta y el eco de las botas que se apresuraban a bajar las escaleras de dos en dos y nada más. Entonces Emilia se sabía sola, enterraba la cabeza en la almohada y gritaba. Entre plumas, entre hilos, entre blanco. Luego miraba al techo y extendía los brazos. Parpadeaba. Sólo parpadeaba. Por qué siempre le hablaba en catalán. Estiraba las piernas y movía los dedos de los pies, dedos independientes que movía uno a uno, para que la sangre fluyera. Todo olía a la Laia. A la Laia y su perfume ácido y astringente que se pegaba a la tráquea y la obligaba a retrasar el desayuno. La Laia que sólo le respondía en catalán pero que, a los demás, castellano. Y ella queriendo aferrarse a su español, no queriendo perder eso último que le quedaba de quien había sido.
La producción de conocimiento científico y filosófico occidental ha presumido de ser objetiva. De ahí que se hayan creado unidades mistificadas y universales presentadas como categorías analíticas supuestamente ajenas a las relaciones de poder. Esto influye en aquello que identificamos como la verdad, en nuestras maneras de conocer el mundo y de relacionarnos con las personas. En este sentido, la propuesta de la filósofa estadounidense Donna Haraway sobre el conocimiento situado deconstruye la noción de objetividad y permite estimar que el conocimiento es localizado y contingente. Esta perspectiva también guía el ensayo ¿Puede hablar el subalterno? de la crítica literaria y filósofa Gayatri Chakravorty Spivak.
“It’s gruesome.
Johnny Marr, Steven Morrissey
That someone so handsome should care”
El Torso me envía mensajes desde la mañana. Imagino que lo hace cuando va de camino al trabajo, con su clásica camisa blanca cubriendo su oscura mirada; su nariz definida y alargada; sus líneas marcadas; su boca pequeña, oscura y un poco abierta; y su barba que apunta a lugares misteriosos.
Pienso demasiado insistentemente y con frecuencia asqueado en insectos, pero aun así salgo a caminar para encontrarlos y vuelvo hecho un manojo de nervios. Me lleno de valor para fotografiarlos y los dibujo piloerecto con una irritación terrible en la mejilla que rasco como si tuviera ácaros rojos recorriéndola en círculos, círculos rojos y pequeños circulando.
Toc. Toc. Primero, el golpeteo inicia leve. Nadie podría pensar que afuera hay una amenaza. Toc. Toc. Toc. Insistente, molesto, incomprensible. Toc. Toc. Toc. Toc. El ruido se vuelve frenético, amenazante. Toc. Toc. Toc. Toc. Toc. Observas por la mirilla y ahí está, esa quimera de varias cabezas. Aprietas las puertas corredizas y las sostienes con todas tus fuerzas. Toc. Toc. Toc. Toc. Toc. Toc… Los golpes se detienen de repente. Echas una mirada afuera. Ya no hay amenaza, pero decides quedarte ahí dentro. Te pones a leer. Sabes que los golpes volverán, acaso más implacables la próxima vez. Sigue leyendo, quizá para entonces te des cuenta que los golpes no dan tanto miedo como vivir en reclusión.
Frente al espejo, sólo soy un reflejo.
Frente a Dios, sólo soy una creatura.
Frente al otro, sólo soy un distinto.
Soy un tú, soy un yo,
soy la hegemonía / soy la decadencia
soy el triunfo / soy la derrota
soy el blanco / soy el negro.
El diablo me abraza y veo un reflejo
que se confunde con mi rostro.
Desvirtualizo mi propio reflejo
y no me veo, veo a otro.
Soy otro, soy un cuerpo, soy un alma,
soy una combinación diferente
que se mezcla con el capítulo último
del Apocalipsis. Soy el cinturón
que se rompe durante la guerra.
¿Quién soy? ¿Por qué soy lo que soy?
No soy mi creador, pero me creo el día,
no soy mi verdugo, pero me aplico un corto
a un centímetro de velocidad al día.
El reflejo sobre el agua,
todos somos Narciso,
todos somos un tú(yo) de alguien
o somos el (tú)yo de nuestro dolor.
El cielo, la marea,
el festejo oculto de la luna,
que el misterio de la hegemonía se desprende
y la noche aconseja el misterio.
La diáfana pregunta de siempre: ¿quién soy?
Y sólo soy la ausencia del otro,
pero el otro, presente, es mi inexistencia.
Puedo sobrevivir en su memoria
o morir en su indiferencia.
¿Quién soy? El otro, mi madre,
me ha dado nombre, y yo, como creatura
le he dado nombre a más cosas.
Pero no soy Adán.
Soy Eva desterrada,
soy los hijos perdidos,
soy Abel asesinado por Caín,
pero también soy Caín asesinando a mi padre.
Lilith, la única con fortuna,
es la otra que se pierde en la memoria.
¿Quién soy? ¿Quién soy?
Le imploro a Dios
para encontrarme en el camino,
pero incluso, yo soy Dios,
soy mi propio creador.
Soy el tú-yo
de una dicotomía necesaria.
El otro soy yo,
yo soy el otro de un misterio.
El cielo estaba despejado, no existía el cúmulo habitual que irremediablemente se mostraba en esa época del año; en consecuencia, el sol arrojaba sobre la ventana su fastidiosa luz. El viento ese día pudo haber sido amable, pero se ausentó totalmente, cansado de mi estado de ánimo que, sin explicación alguna, se encontraba nublado. Las sonrisas satisfactorias de mi familia encendían un fúrico sentimiento en mi pecho.
Paul Delvaux – Landscape with Lanterns
Danza extasiado el silencio
bajo la mirada atenta de las estrellas,
acaricia el cuerpo de los árboles
envueltos en el halo
que espira la noche.
¿Frente a qué retrocedemos? Frente al atentar contra la imagen del otro, porque es la imagen sobre la cual nos hemos formado como yo.
Jacques Lacan
El concepto de otro es inherente al ser humano. Todas las lenguas, incluso aquellas con apenas dos pronombres, distinguen entre uno mismo y los demás. Pronto esta otredad se convierte en algo más; aquello que no es propio es potencialmente extraño, peligroso, inferior incluso. Prueba de ello es la palabra bárbaro, herencia de los griegos, quienes designaron así a las tribus del norte que no hablaban su idioma y, por ende, parecía que sólo farfullaran bar-bar.