El hijo que no es hijo de María, sorprendentemente, tampoco es hijo del Espíritu Santo.
El hijo este, del que hablo, tampoco es hijo de Jesús.
—No es hijo de Cristo —aseguran varios psiquiátricos.
Expresiones artísticas de distinto tipo, ya sea de tipo visual o literario, como cuento, poesía o ensayo.
El hijo que no es hijo de María, sorprendentemente, tampoco es hijo del Espíritu Santo.
El hijo este, del que hablo, tampoco es hijo de Jesús.
—No es hijo de Cristo —aseguran varios psiquiátricos.
No siempre me he sentido cómoda en la casa que habito. A lo largo de esta mediana vida, me he mudado con mis maletas y colchón de cama unas doce veces, sola. He estado en cuartos que me ocasionaron urticaria en la piel debido a la humedad que se estancaba en sus esquinas; estuve en un departamento donde me trataron como una pequeña rata gris, no sabía que me estaba metiendo en un nido de cucarachas; también caí en una casa de asistencia en medio del bosque, y ahí tuve que repartir mi corazón en más de tres pedazos; y a los dos años me fui a una vecindad donde me cambié de departamento tres veces.
La siguiente conversación con el escritor Fernando Vallejo (Colombia, 1942) ocurrió cuando aún vivía en México. No intenta más que ser una entre tantas entrevistas sobre su quehacer literario. Si acaso, dejar entrever su forma de pensar como secuencia de una vida que lo autentifica llanamente, desde su propia voz, en primera persona, a partir de la cual se ha propuesto crear y por ser —como él afirma— la única voz que conoce y desde la que habla en nombre propio.
Un barco se multiplica frente a nuestros ojos, de sus velas penden las espadas que aniquilarán a los hombres. Ningún ángel podrá salvarlos ahora que los animales duermen lejos y el paisaje se revela en una caligrafía extraña. Caminan hacia él impulsados por un gesto ciego, extraen la sal de la ola para cubrir su herida, mientras la tarde se cierra y la sangre fluye hacia otros lugares. Nadie es lo suficientemente viejo para morir o lo suficientemente joven para salvarse. En todos se revela la sombra y la intemperie. Ahí surge el misterio, bajo los signos secretos del aire, en el vértigo que no distingue de nombres, en la universalidad de la muerte y de la luz. Aquellos que vagan por la vida como por una estancia del sueño comienzan a desconocer su destino, observan el incendio en el río y no temen, escuchan el canto de los ahogados, tocan las puntas de las lanzas, y cuando el asesino señala con su rifle, cierran los ojos y esperan. Eso que los lleva a su descenso, los acerca también al origen, en el que extraviados, con la plena ignorancia del mundo, se arrojan al mar y ven sus manos salir a la superficie. A diferencia de ellos, poco puede decirse de los que conocen la inmolación y la niegan, esos que nunca aprendieron de la mosca y su fugacidad o recibieron con humildad los estragos del invierno, para ellos la muerte es una casa lejana, repleta de huéspedes y campanarios, donde nadie más debe entrar. Al final del día no hay que insistir en la permanencia y esconderse. La tierra siempre abre su pecho para encontrarnos.
«Sentires de cactus» y la obra de Paola López se centra en retratos que buscan reflejar realidades distintas de las mujeres. Toca temas como el amor propio, experiencias personales, violencia de género y más. A través de ésta, se refleja el mundo en el que le gustaría vivir.
El afamado doctor G. ideó hacia el final de su carrera, un método certero para medir la desgracia. Con una serie de exámenes físicos, pruebas de laboratorio y los más diversos cuestionarios y crucigramas, afirmaba que era posible conocer con un imperceptible margen de error la magnitud de las diferentes tristezas y jeraquizarlas. Con esta solución se pretendía saldar de una vez por todas la interrogante histórica de quién sufría más. El Gobierno aplaudió la propuesta y prometió otorgar una exención de impuestos vitalicia a quien resultara ganador.
El cuerpo ya no soporta ser cuerpo.
Clarice Lispector
En las paredes de lo cotidiano pueden verse
pequeños surcos / arañazos, como los de Auschwitz
Son los suicidas. Los que están tan muertos y sin embargo
se les exige sobrevivir a diario
Mi papá contaba cada mañana la misma historia. Despertaba tarde, cuando ya todos habíamos desayunado, y mientras se preparaba el café y freía los huevos, hablaba al aire para que todo mundo lo escuchara. Era la cocina de la infancia como un ágora y mi papá como un profeta ciego y desgraciado.
Ilustración de Aimeé Cervantes
—4:00 a.m. Un sueño malhadado con cara de presagio despierta a Juan Coime. La alarma sonó hace quince minutos.
La serie “Cero” habla más que nada sobre mi inicio en el collage, de los primeros procesos creativos que llevé a cabo para realizarlos. Habla también sobre cómo he vivido la pandemia, con muchas emociones encontradas y, más que nada, sobre las cosas que he descubierto de mí misma junto con emociones antes desconocidas.