I
La mañana empieza
con un fósil
de resina incendiaria.
Chispazos
devenidos
humo
de venidos
hubieses que,
romos,
se han ido
fermentando.
En el almuerzo,
noté que mis
palpitaciones
son un sangrado
autosostenible,
capaz de
transportar
sanguijuelas
hinchadas de
sedantes a todo
aquello por
lo que quiero
sangrar.
La tarde, interminablemente perecedera.
Y nada.
*
II
El sol termina jornada.
Tiempo de
la noche.
De deslumbre, de
ultraceguera, de
la noche.
Pistones de ceso y arterias
que se re-aceitan.
Cofres abiertos en los que
encuentro
bebés sidéreos
con boquitas
dispuestas a
la sangre.
A sangrar por ella.
Se mueve todo, y yo,
sentado,
contemplándolos,
pensando en que
ya son míos, que
ya soy suyo, que
somos nuestros.
“mañana la vida
será mía”, pienso.
“mañana seré mil luchas”,
también pienso.
Mañana, mañana, mañana.
Soy, seré.
Son, serán.
Somos, seremos.
Y ahora, con un peso neonato sobre
mi pecho abierto,
todo se hace verdadera
noche, sin saber
que encima de
mí
habrá
un fósil por la mañana.
Autor: José Ortiz Ugalde (León, Guanajuato, México, 1997). Actualmente estudia la licenciatura en Estudios Latinoamericanos en la UNAM, donde participa ocasionalmente en la revista Horizontes del Colegio de Estudios Latinoamericanos (CELA).