Etiqueta: poesía joven

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Una vez habité una isla – Poemas de Carolina Alvarado

Las nubes y yo recorremos la península

Ni las nubes ni yo escapamos del tiempo
aunque recorramos presurosas la noche
y, en una pestaña, atravesemos la luz.
No escapamos, estamos queriendo atrapar,
en sus manecillas, la mirada coqueta del futuro.
Montadas en una bicicleta, las nubes y yo recorremos la península,
roca de Júpiter, barco de coral, timón del silencio.
Ella, sus ruedas, su silla, empieza a oler a mí, olvida tu olor,
está por nacer, está por morir, está por ser ella misma.

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Un lugar para las pérdidas – Poema de Edwin Guillermo Pérez Flores

Oh las cuatro paredes de la celda
[…]
Criadero de nervios, mala brecha,
por sus cuatro rincones cómo arranca
las diarias aherrojadas extremidades.

César Vallejo

I

El insomnio sepulta la noche en mis ojos,
ya no podrán ocultarle al tiempo tu cuerpo.
Mis lágrimas se hacen luciérnagas
suspendidas sobre la rapiña de las sombras.
Sólo han olvidado un vacío en mi boca,
la rabia de las paredes ahora lo destroza,
abandonando en la palabra desperdicio
el cadáver de una vida que todavía no he vivido.

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El viaje interior en “Poemario azul”

Ojalá que en alguna de las cosas que estoy por teclear encuentres consuelo, abrigo y abrazo, encuentres espacio, porque eso es lo único que necesitas para ser

y… ser es más que suficiente

Cicatrices de Oro, Poemario Azul

Como muchas personas, he pasado por momentos difíciles a lo largo de la vida: despedidas, desamores, sufrimiento, pérdida. Y aunque no sabía exactamente cómo lidiar con todo eso, siempre supe que podía contar con alguien. Cuando leo a María Borja pienso en aquella amiga cuyas palabras siempre estuvieron para mí en los momentos más difíciles. Lo peculiar de esas palabras no era su grado de verdad, ni su abundancia, sino su completa honestidad.

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Penitente – Poemas de Óscar Páez

Pintura: Ángel caído, de Alexandre Cabanel

Penitente

He aprendido a sostener mi fe,
con las pocas plegarias que aún no le ofrendo a mis muertos.
Desde este erebo vigilo mi propia sombra,
para que al avanzar no se abalance el miedo hacia mi rostro
y me deje como a mis demonios,
con una máscara de felicidad que ellos mismos no soportan.