Etiqueta: Música clásica

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Thomas Adès: Las melodías navideñas de «Fayrfax Carol»

En el centro de la oscuridad interminable, brilla el cálido encuentro entre los padres y el niño. El infinito potencial de su luz se rodea de ternura y protección. Las líneas que se cruzan dentro de sus corazones se extienden durante los días más allá del ciclo eterno de las estaciones, dibujando cruces también dentro de los nuestros. El escarnio y la pasión nacen de nuevo con cada niño. Trazos eternos de su destino son dibujados por la voluntad de un dios que nos ciñe al centro del mundo, donde yace y se trasciende el mayor sufrimiento. A quien conoce el origen y dirección de estos trazos, se le presenta el presente y el futuro como uno solo.

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Fermín León: «Titánide» (notas al programa)

Esferas de luz, color y aroma forman cúmulos que se mueven libremente en el espacio. Sus colisiones trazan estelas de vapor que se difuminan con el tiempo. Las trayectorias entre un cúmulo y el siguiente dibujan la constelación de una joven justa y bella. La pureza destella sobre su cuerpo permanentemente suspendido en el cielo.

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Andrew Norman: «Espiral» y la nueva generación estadounidense

Con sus dedos torpes, el ánima infantil arroja una canica sobre la superficie del embudo. Su trayectoria parcialmente circular produce un murmullo sigiloso. El espiral se imprime en tus ojos, su patrón hipnotizante transporta el sueño arcano al mundo. Girando constantemente, se deslizan en su apareamiento las serpientes del caduceo, el doble hélix inmerso en sangre. En la calle de vórtices celestes giran planetas y satélites. Con un lápiz dibuja la escalera del infinito. La rotación perpetua de la vía láctea destella. Inmensa gravedad y *ping* cae la canica.

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Música y la frontera desdibujada: de lo popular a lo académico (I)

Fotografías por Diana Márquez

«Y, sin embargo, la música javanesa se basa
en un tipo de contrapunto en comparación
con el cual el de Palestrina es un juego de niños.
Y si escuchamos el encanto de su percusión
despojados de nuestros prejuicios europeos,
debemos confesar que la nuestra asemeja
ruidos primitivos en una feria de aldea.»

Claude Debussy

Desde el inicio de la historia de la música occidental, ésta ha sido vista a partir de dos perspectivas antagónicas: la académica y la popular. Ambos términos poseen per se todo un conjunto de implicaciones ideológicas, sociales y culturales que se denuestan o se enaltecen “según quién pregunte”.

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Brevísimo manual del melómano aficionado (II)

Si ha seguido nuestro consejo —en vez de optar por el consumo de opiáceos y demás fármacos que ayudan a sobrellevar la abstinencia— y ha decidido ejercer el vicio y entregarse a los brazos de la musa Euterpe,  es muy probable que ya empiece a sentirse familiarizado con los síntomas y necesidades que conlleva la melomanía. Seguramente ya ha conocido algunos de los tantos recintos culturales de su ciudad y puede que incluso se haya tomado una foto frente a alguna fachada famosa. También es probable que sus listas de reproducción favoritas hayan tenido nuevas adquisiciones y que ahora el tono de llamada de su teléfono celular sea el fragmento de alguna obertura francesa. Sin embargo, es posible que su necesidad aún no esté satisfecha y que todavía tenga inquietudes musicales que subsanar. Por ello, y con el afán de instigar su ávida curiosidad, a continuación se le ofrecen algunos fragmentos más de información oportuna capaces de introducirse en casi cualquier conversación cotidiana.

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Harry Partch: El soñador que permanece (un estudio sobre amar)

Es para mí un misterio por dónde merodea el corazón cuando uno se enamora. El cuerpo se va por su camino, continúa la rutina;  pero el corazón, nos lleva de la mano por un sinfín de paisajes, cada uno más hermoso que el anterior. Playas, en las que admiramos la inmensidad, bosques y jardines donde nos dejamos llevar por la tenue danza de vivir que las flores nos recuerdan. A veces y con suerte, uno habrá sido guiado por su corazón al río, donde sentado se encontrará con un bastón de eucalipto y un amplio sombrero de palma; sin embargo, al mirar al río no saldrá un viejo, sino un niño, o al menos eso le dirán los ojos rodeados de pobladas cejas canosas: un pequeño niño que salió de su casa. Si uno se aventura, en este merodear del corazón, a caminar al lado de este niño en cuerpo de viejo, Harry Partch, escuchará con su voz grave y permanentemente melodiosa, una música sincera en su compasión por el que ama.

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Brevísimo manual del melómano aficionado (I)

Si en algún momento de su vida usted se ha dejado seducir por el sensual coqueteo de un saxofón, si al escuchar las notas finales de un violín ha experimentado sensación de debilidad acompañada de sudoración en las manos y erizamiento de la piel, si las escalas y arpegios del piano le provocan fuertes e incontenibles suspiros y si tiene un particular interés por los exóticos movimientos de muñeca que el director de orquesta realiza, me complace informarle que es muy probable que dentro de sí usted lleve el singular germen de la melomanía.

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«La bohéme»: sentimientos, ópera y algo más

En 1896, el compositor italiano Giacomo Puccini estrenó una de sus más reconocidas óperas: «La bohéme». Junto a las fantásticas letras de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica, simplificó el ambiente parisino de la segunda mitad del siglo XIX -un acto similar al de Henri de Toulouse-Lautrec en el ámbito de la pintura y los carteles-, además de que configuró una tragedia romántica que bien puede conquistar al espectador mediante la semejanza de las emociones humanas.