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«Milimétrica»: Otro aparato sensible

Quiero el profundo desorden orgánico que sin embargo deja presentir un orden subyacente.

Clarice Lispector

Para concebir un hito transformador en nuestras vidas, éste debe plasmarse de alguna manera que nos permita percibirlo fuera de nosotrxs. El cambio, pues, no es tanto un momento en particular, sino un proceso de presentación y representación constante. A través de este desarrollo interpretativo sí vivimos la transformación como acontecimiento en el cuerpo, pero también la advertimos, la palpamos y la conocemos en el mundo.

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Campeón viejo – Cuento de Ismael Mendoza

Recuerdo bien al viejo. Sentado en su rincón, inmóvil, ausente. Estatua de cobre que respira. Nudillos hinchados, cicatrices abultadas y un ojo ciego. Reposaba entonces en su banquillo como tanto tiempo atrás, esperando el siguiente campanazo, con el cuerpo inclinado hacia adelante, como ansiando salir para poder saber si aún quedaba algo de lucha en sus cansadas piernas. Gruñía, refunfuñaba y se quejaba. Sobaba sus costillas maltrechas intentando sacarles un golpe que hace mucho dejó de estar ahí. Luego apretaba sus nudillos doloridos e hinchados, pasaba la mirada por las cicatrices de sus manos mientras hacía recuento de qué fractura llegó en qué pelea y cerraba sus puños con fuerza para hacer crujir sus articulaciones. 

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El sonido del corazón – Cuento de Eduardo Viladés

En mis conferencias apago el sonido de la proyección y animo a los estudiantes a que traten de comprender lo que ocurre. La mayoría lo consigue porque la comunicación va más allá que las palabras. Cuando alguien sonríe, frunce el ceño o esboza una mueca está haciéndose entender. La postura de nuestro cuerpo y los movimientos rompen las palabras, que adquieren la forma de nuestro silencio… Me llamo Montse, soy pedagoga y mi hijo Enrique es sordo de nacimiento. Desde pequeño le he enseñado que no hace falta oír ni hablar como los demás para llevar una vida normal, pensamientos que comparto plenamente con mi marido, médico de profesión y todo un padrazo. Vivimos en una sociedad ruidosa, puertas que chirrían, ventanas que se cierran de golpe, bocinas de autobuses, la vecina del quinto que increpa a su hijo porque se ha olvidado el bocadillo del colegio, frenazos de coches, chillidos, gritos. Dicen incluso que permanecer en una atmósfera sin sonido, algo similar a lo que experimentan los astronautas en el espacio exterior, haría enloquecer a cualquiera… Aproximadamente tres de cada mil niños recién nacidos tiene algún grado de hipoacusia. Pueden sufrirla en uno o ambos oídos. Enrique sufría sordera severa. Al principio no queríamos hacer caso a las evidencias. No se sobresaltaba ante un ruido muy fuerte ni se tranquilizaba cuando le susurraba cosas bonitas al oído o le cantaba una nana. Cuando mi marido llegaba del trabajo y se acercaba a la cuna para decirle alguna bobería, Enrique no dirigía la mirada a su padre ni giraba la cabeza. Una vez leí que la información auditiva permite a los seres humanos controlar el medio que les rodea, discriminando lo importante de lo trivial, incluso en los sueños. ¿Cómo eran, por lo tanto, los sueños de mi hijo? ¿Cómo asimila un niño sordo el mundo que lo circunda? Tuve muchos problemas durante el embarazo al tener ya más de 40 años y Enrique nació prematuramente. Pesó menos de un kilo y medio y tuvo que pasar una larga temporada en la incubadora. Pero estaba vivo, era lo único que me importaba. Más adelante los médicos me dijeron que su escaso peso y el hecho de ser prematuro podrían explicar su sordera… Aunque yo había estudiado pedagogía y me había especializado en discapacidades físicas como la ceguera, desconocía que el 80% de las sorderas infantiles están presentes en el momento del nacimiento y que la mayoría de los niños sordos convive con familias que escuchan con normalidad. Nos dimos perfecta cuenta de que Quique no era como los demás niños a partir de los siete meses. El bebé no imitaba ningún tipo de sonido ni reaccionaba cuando le hablábamos. Se quedaba dormidito en la cuna con la mirada perdida y tan sólo nos observaba si le tocábamos o le hacíamos alguna carantoña. Llamarle por su nombre no llevaba a ninguna parte porque se quedaba impertérrito. Con el paso de los años, en muchas ocasiones el niño tendría súbitas sensaciones de mareo, presión en el oído o experimentaría ruidos y zumbidos molestos. Lo pasé muy mal, noches enteras de insomnio, discusiones con mi marido por el modo en que debíamos tratarlo, peleas con mi madre, que quería enseñarme cómo educar a mi propio hijo. Pero lo más duro lo vivía conmigo misma. La relación del sonido con las emociones es una parte importante del lazo que une a una madre con su hijo, algo que capta el bebé desde los primeros meses de edad. ¿Cómo conseguiría que Enrique me quisiera y supiese quien era realmente si ese nexo estaba deteriorado? Su cara escondía la realidad de su alma, pura y poderosa. Era un retaco de rizos a lo Shirley Temple y ojos aguamarina, mofletes puntiagudos y labios carnosos, hasta el punto de que mis amistades bromeaban conmigo preguntándome si había puesto bótox al niño. Los compañeros de mi marido me dijeron que la hipoacusia de Enrique era severa, pero que con persistencia y empeño podría llevar una vida más o menos normal. Le hicieron varias audiometrías para establecer un diagnóstico y determinar las características de la pérdida de audición. A los tres años y medio le llevamos a una escuela de integración en la que convivía con niños sordos y oyentes. Desde el primer momento quise comunicarme con mi hijo. Me hacía gracia porque yo me caracterizaba por hablar mucho, conmigo misma y con los demás. Escudriñaba el mundo prestando mucha atención a los pequeños detalles, a los sonidos que me llegaban de cualquier parte. Después, escribía relatos que leía a mi marido de vez en cuando o que publicaba en algún periódico local. Contar historias era imprescindible para entenderme mejor a mí misma y ahora lo sería para entender a mi hijo… El aislamiento que puede sufrir una persona por la incapacidad de establecer un contacto libre con otros seres humanos es enorme. Así que opté por la incorporación temprana del lenguaje de signos. Lo aprendimos mi marido y yo en una academia y Quique no tuvo ninguna dificultad. Era un niño muy listo.

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«Mujer, fuerte e independiente»: ¿Basta con eso?

“Personaje femenino fuerte e independiente”. Quizás alguien asocie estas palabras con iconos de la ficción; sin embargo, muchos pensarán también en el mundo de internet y los memes, donde este tópico ha sido explotado hasta la saciedad. Desde la “mujer negra fuerte e independiente que no necesita a ningún hombre” hasta bromas más perversas que asocian el concepto con el imaginario de la solterona, hace tiempo que este concepto no se toma tan en serio como debería. Varios artículos advierten de los riesgos de este arquetipo: cómo éste es un debate eterno y sin sentido, cómo es un personaje superficial  o una excusa para sexualizar a las heroínas. La viñeta cómica de Kate Beaton resume bien esto. Aun así, Hollywood sigue utilizando la presencia de “mujeres fuertes e independientes” en sus películas como reclamo publicitario; incluso hay un curso en la popular plataforma Masterclass dedicado a este tema. La problemática no es nueva; tras el movimiento #MeToo, sin embargo, el debate adquiere nuevas dimensiones. ¿Cómo ha tratado la historia del cine a este personaje? ¿Cómo puede redefinirse esta “fortaleza” en nuestra era?

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Lejana juventud – Poema de Yuleisy Cruz Lezcano

Me vive, me está viviendo
este lugar solitario,
objetos de barro roto
entre la yerba y la ciudad,
sombra de río y de gusanos,
sol que abusa de la costumbre
de sentirse en el aire igual
un día atrás de otro.
Me viven los fantasmas de ecos perdidos,
los años cumplidos que traen
junto a un mensaje de polvo del pasado
un pedazo de recuerdo apagado
por las lluvias que llegan
desde la distancia.
Me viven nuevas estaciones
de calendarios sin ventanas,
los besos de viejas primaveras,
pegadas a mí, con lazos de memoria.
Me vive un hundido sueño en una gaveta,
las piernas sin ritmo, cruzadas,
en la resonancia de un viaje
que duerme en el margen
de los días en el silencio manchados
por una lágrima que cayó
hace muchos años.
Mi mirada es un engaño,
con sus treinta años,
contrasta con las arrugas y las canas,
madura ya de mi juventud lejana.
La lejana voz de los amores
son lagos de paz para mi seco mundo,
metido en el rincón de su sótano.
Ya no me quedan semillas en los huesos,
mis oídos con alas tensas, presos,
no sienten los rumores.
Ya no tengo fuerzas para lanzarme
en nuevos viajes sin orillas,
viajo sólo sentada en la silla
y cuando almuerzo me quedo dormida,
como quién sale de la vida
para continuar otra vida en el sueño.

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«Las Flores de la Noche»: entre reinas y guerreras

Hasta que la dignidad sea costumbre y la vida no sea un privilegio.

Omar Robles

“Durante la guerra de independencia, el pueblo indígena de Mezcala luchó valientemente contra el ejército español. Cuatro años estuvieron defendiéndose, refugiados en la Isla del Presidio. Cuenta la historia que por las noches una mujer guerrera bajaba por la montaña y, mientras dormían los españoles, ella los atacaba. Cuando al fin el ejército la capturó, decidieron quemarla. Al quitarle la ropa se dieron cuenta de que era un hombre. La mujer guerrera murió quemada en la hoguera y sus cenizas fueron lanzadas al agua”. Con esta leyenda en voz en off comienza Las Flores de la Noche (2020), documental dirigido por Eduardo Esquivel y Omar Robles que celebra la vida de cuatro amigxs y su resiliencia en una comunidad machista, homofóbica y transfóbica. Conjugan la historia de la guerrera del siglo XIX con las de Violeta, Alexa y Gardenia, quienes viven su identidad día a día a pesar de las miradas y murmullos, y la de Uriel, que vive en constante conflicto y se debate entre su deseo de vivir libremente y la heteronorma.