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Metal en el Lago Vol. 1: Crónica en dos colores

Texto y fotografías por Arturo Meléndez

¿La Bestia volverá a México? Aún no lo sabemos. Festival BESTIA, aquel que en otrora presentó a Godflesh y John Zorn, no ha dado señal de vida desde hace tiempo. Sin embargo, la esperanza de una nueva edición fue devuelta por “Metal en el Lago Vol. 1”, un pequeño pero ambicioso espectáculo realizado el 20 de octubre en la Casa del Lago del Bosque de Chapultepec, organizado por BESTIA y que incluyó en sus líneas a las agrupaciones de avant-garde metal Descartes a Kant (Guadalajara, México) y Cleric (Pennsylvania, Estados Unidos).

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Cenar con los muertos

Para todos los muertos y las muertas,

que aún no regresan a casa.

Para mi tito Fino,

 y todos los míos.

Bienvenidos.

Una vez leí un artículo, no recuerdo si en National Geographic o en otro lado, en el que un extranjero contaba su experiencia viviendo el Día de Muertos mexicano. Decía que no concebía cómo comíamos pequeños cráneos de dulce y llenábamos las calles de papel colorido con esqueletos. Se le hacía extraño que la muerte no estuviera ligada con el horror, con la tristeza, con el llanto, sino con la fiesta, el jolgorio y la comida.

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Hugo - Aimeé Cervantes

Hernani o cómo hacer Teatro del bueno || Texto de Santiago García Lucio

Ilustración de Aimeé Cervantes Flores

¡Lo admito! Quería, y lo digo sin paliativos, que mi obra a la que yo, huelga decirlo, tenía por potente y prometedora, causase un gran efecto aquella noche. A menudo se ha dicho así: “Ten cuidado con lo que deseas, porque puede ser que se cumpla”… ¡Acertados pronósticos!

Sí… aquel 25 de febrero del 30 Francia se convirtió en un hervidero ¿Si era aquello lo que buscaba, me preguntan? Lo ignoro. Diré, en mi defensa, que aún me hallo bastante conmocionado como para hablar con claro raciocinio y perspectiva del hecho en cuestión.

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Día de muertos: De difuntos y sus canciones

Esta tierra de panteones

De dolientes se ha llenado

Sobre las tumbas, hay flores

Que son ofrenda de los muertos

Y de los vivos, canciones

En el centro hay un ramo de flores recién cortadas. El aire que acaricia los pequeños pétalos amarillos trae consigo aroma de incienso, calabaza y pan caliente. Sal, agua, una cruz grande de madera, todo acomodado entre las pequeñas llamas de las veladoras de colores que alumbran el altar. Algunas gotas de cera caliente se funden entre las graciosas formas del papel picado. Los rostros nos observan fijamente a través del cristal de los retratos; miradas intercambiadas de uno y otro lado. Ya todos están sentados a la mesa. Entre vapores de nostalgia y chocolate caliente el ambiente se va llenando de historias y de risas y de canciones. Una lágrima, dulce como calaverita de azúcar, se resbala por los recuerdos. En esta noche de Día de Muertos, la vida y la muerte al fin han venido a cenar juntas.

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Enigmas de la noche fría (IV) || Nocturlabio Ediciones

La indeterminación de la realidad: “El caso Morcillo” de Héctor Fernando Vizcarra

Recuerdo cuando leí por primera vez la novela 1984 de George Orwell. Estaba en la preparatoria y me pareció fascinante, así como aterradora, la sola idea de poder manipular y construir el pasado. Estaba en el segundo año del bachillerato, apenas conociendo de la vida, y aquello me resultó una idea ficcional y siniestra. ¡Qué lejos de la realidad aún estaba!

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Halloween, ¿no crees en el boogeyman? ¡Deberías!

Han sido 40 años desde la matanza que Michael Myers perpetró en la ciudad de Haddonfield. La sobreviviente, Laurie Strode ha vivido recluida por el miedo en su casa que, mejor dicho, es una cárcel donde entrena para poder enfrentar su propio destino y proteger a su hija y a su nieta. La noche del 31 de octubre Michael vuelve a escapar y busca, ahora sí, terminar lo que dejó inconcluso hace cuatro décadas.

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Soñar - Aimeé Cervantes

Muros, Mc Donald’s y Mönchengladbach || Poesía de Tomás Sánchez Hidalgo

Ilustración de Aimeé Cervantes Flores

El muro

Hemos aprendido a protegernos un poquito del frío, sí, pero demasiados de mis sueños en estos días son todogrises. Creemos en Dios, según como vaya el mes. Fase REM. Lo que a continuación se cuenta llega a mi rápido movimiento de ojos en un plano corto, en un technicolor vicioso. Drogadictos en un campo de concentración. Terminales. Estaban desnudos. Al tiempo, y en un palacio, una reunión de intelectuales. Y de ventrílocuos. Estaban, los referidos, aquéllos y éstos, igualmente desnudos. Una estación de trenes en Moravia. Locomotora: gimes rauda locura, demoledora: fiesta de los maniquíes. Oro, los dueños ya no existían. Kafka tenía razón: Praga no te deja salir. Si Europa fuera un tango*, o un parque temático sexual, te diría que setenta años no son nada, pero que se han disuelto para bien las fronteras. Al fondo, el Wrigley Field (y eso son un montón de chicles).

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Noctámbulo || Cuento de Mayret Montiel

—Hemos pasado una tarde agradable—, dijo, dedicándole una galante sonrisa. Desde su punto de vista, todo había sido casi perfecto; habían salido a comer a un pequeño restaurante gourmet, y cabe mencionar que las viandas fueron lo menos interesante de aquella experiencia. En verdad se había sentido el hombre más afortunado sobre la tierra cuando la vio tomar su cuchara con tal delicadeza que parecía que al acercarla a su boca no estuviese probando el bisque de langosta, sino dibujando aquella pequeña curva que, dulcemente, se pintaba granate sobre su rostro. Cada pequeño gesto de coquetería hacía que su corazón saltara de gozo, olvidando así toda pena.

Después fueron a una galería de arte cercana: ella repasó todos los cuadros, se daba tiempo para admirar cada trazo, cada colorido punto con una minuciosidad demencialmente cautivadora; a él le fascinaban los comentarios elocuentes que ella solía hacer. No sabía describir la sencillez con la que soltaba una a una las frases más ingeniosas, ni tampoco podía reprimir ese leve suspiro cuando la notaba tan ensimismada en sus pensamientos. Lo cierto es que su inteligencia era incluso más atractiva que el lunar que podía verse en su cuello cuando ella se acomodaba el pelo de manera discreta, y vaya que ese diminuto lunar era toda una obra de arte. Logró convencerla de ir a tomar una copa en su terraza. No fue difícil en realidad. Él leía las ansias que había en sus manos de encontrarse por fin con las suyas.

Mientras charlaban sobre la terrible inmensidad del universo, la botella de vino se quedó poco a poco vacía y, con ello, la intensidad de sus miradas aumentó hasta que, sintiéndose confiado, la tomó de la mano, se acercó lentamente a su rostro y la besó con dulzura. En ese húmedo recóndito, encontró al fin el remedio para todo aquello que ensombrecía su alma; deslizó hábilmente una mano por su espalda. Estaba seguro de que ella cedería al fin después de pretenderla, como si se tratase de una dama: sin besos ni caricias, sin insinuaciones de ningún tipo. La había conseguido de una vez por todas, o al menos eso creía hasta que ella apartó su rostro, dejándole en la boca una especie de silbido sordo.

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György Ligeti: Atmósferas

El día permanece muerto, pero es ahora, en la recobrada lucidez de la mente despierta, que sabes nombrar el terror de piel fría que desprende su red partiendo hacia el olvido. El sueño nace sin límites. Impermeable al deseo del portador, se desliza entre las categorías sin nombre de la mente, cazando la presa que escondiste. Desde este tapiz de hilos sin fin, entes desfigurados toman la imagen de objetos solo relacionados por una metonimia ininteligible. El gradiente que imaginas entre el ensueño y la pesadilla es ilegítimo durante la noche. Tanto es así, que al sueño libre, para transformar la fascinación en angustia, le basta solo la muerte del ser amado, la violación de la estrella, el fuego, el pantano, el espejo o la maraña de seda que el enjambre de gusanos dejó a su paso cuando el terror te obligó a despertar. A lo lejos, un murmuro.