Enigmas de la noche fría (IV) || Nocturlabio Ediciones

La indeterminación de la realidad: “El caso Morcillo” de Héctor Fernando Vizcarra

Recuerdo cuando leí por primera vez la novela 1984 de George Orwell. Estaba en la preparatoria y me pareció fascinante, así como aterradora, la sola idea de poder manipular y construir el pasado. Estaba en el segundo año del bachillerato, apenas conociendo de la vida, y aquello me resultó una idea ficcional y siniestra. ¡Qué lejos de la realidad aún estaba!

Desde el ascenso a la presidencia de Vladimir Putin, así como la consolidación de las “democracias” absolutas de Europa, y llevándonos al terreno irreal de ver a un magnate racista y misógino sentado en la silla de la oficina oval en Washington, hemos constatado que Orwell, más que escritor, es un profeta apocalíptico. Ni Nostradamus en sus peores invenciones habría acertado tan fría y grotescamente como el escritor británico y nos acerca peligrosamente a uno de sus escenarios literarios presagiados. La manipulación de la verdad, así como los intentos de reconstruir al pasado, ya son prácticas comunes que han dejado de ser pertenecientes a la imaginación de escritores y cineastas. Es un hecho que acontece día con día. La línea entre la distopía y nuestra realidad se ven rebasadas y a veces es confuso identificar que es más aterrador. Tal es la misma línea sigue el texto “El caso Morcillo” de Héctor Fernando Vizcarra.

El inicio del cuento es excelente: con dos oraciones bien asestadas en la lectura inducen al lector a doblarse y no dejar de leer. Cito la primera: “Entre las diez y once de la noche, los ancianos del albergue se entretenían escuchando recuerdos”.

El cuento es una vorágine de recuerdos, de pasados remotos que no podemos confiar en que sean reales o ficcionalizados por los propios personajes. Morcillo es un agente de la policía secreta que participó en las redadas que terminaron en tortura y asesinatos del año de 1967. Su historial está marcado por la brutalidad y la sangre, pero también por misterios, dudas y desconfianza en la identidad de todo aquello que conoce o cree entender. Héctor Fernando Vizcarra maneja de forma muy acertada la trama, la vuelve mutable, y el lector es partícipe de la construcción, no de las certezas, sino de la indeterminación abundante de los recuerdos.

Acaso será uno de los textos más breves (si no el más corto) de la antología Enigmas de la noche fría. Sin embargo, eso no le quita mérito alguno, es más: lo marca. Un texto muy bien articulado, con una estructura impecable. La división de pequeños capítulos de la una fuerza de lectura con las pausas necesarias. Es un texto de pulsaciones que van marcando la vida de la creación literaria. Su construcción circular consigue provocar el extrañamiento final. Es un caleidoscopio narrativo, pues nunca se repite la misma imagen y los cristales con los que cada uno de los lectores lo devoramos se man modificando a la más leve provocación. Para mi gusto, con todo lo que ello puede significar en el brebaje cultural al que aspira Bordieu, es mi predilecto dentro de la compilación.

De temática escabrosa, considerada tabú en buena parte del siglo pasado, el cuento aborda una distopía contemporánea que no es difícil de concebir como real en nuestro contexto. Por más distorsionado que parezca, la locura detallada en el texto genera su genialidad: no es difícil de creer que en las entrañas del poder político mexicano se lleven o llevarán a cabo actividades o proyectos tan maquiavélicos. El final no es una desilusión, es el cierre perfecto al vacío narrativo que deja en el lector un sabor de boca complicado de identificar, pero que no podemos dejar de saborear.

***

Santiago R. Salinas. Nació en la ciudad de México en 1997. Estudia literatura en la FFyL de la UNAM. ha participado en congresos internacionales sobre minificción con temas de Arreola y Julio Torri. Ha trabajado como estratega político y activista de los derechos LGBTI e diferentes campañas políticas. Actualmente, es community manager de la Revista Primera Página.