Por Cecilia Saucedo
Fotos de Santiago Arau Pontones
…And after all we’re only ordinary man
…who is who?
‘Haven´t you heard it’s a battle of words?’
Es impresionante la capacidad que tiene la música de transmitirnos algo con tanta fuerza. Una historia, una idea, una sensación. La semana pasada, nuestra hermosamente surreal pero decadente y enferma Ciudad de México, fue invadida por un personaje legendario a nivel musical: un Roger Waters tocado por los años y la experiencia, sudando un anhelo de hiperactividad protestante corriendo por sus arrugas como canales de agua turbia. El enmascarado desenmascarando los mecanismos de defensa de un público que ha vivido bajo el asqueroso manto de inseguridad y pobreza social, estimulando esa parte aún latente y capaz de desbordarse de manera sublime y entregada, que nació, seguramente, como una especie de desahogo ante todos los problemas y malestares que estamos atravesando como país. Al menos en mí logró despertar una mezcla de emociones descomunales que se asomaban progresivamente a la par del desarrollo del show.
Me dedicaré a escribir sobre el concierto que ofreció en el Zócalo de la ciudad, el día 1 de octubre, aunque, a decir verdad, esta presentación fue exactamente la misma que brindó en las dos fechas que se vivieron en el Foro Sol, sin variación alguna.