Categoría: Literatura

Reseñas y recomendaciones de libros, reflexiones alrededor de un autor y su obra, lanzamientos de libros.

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Torneo de lamer el asfalto cuando nos pongan la vacuna

Un alegato a favor de los eventos falsos en Facebook

A Mariel, Brenda, Ana Rosa, Marisol, Iliana, Deni y Mike, por enseñarme a investigar con amor y diversión.

Hoy quiero comenzar escribiendo de dos temas de los que odio hablar, o más bien, de uno que me causa desagrado y de otro que de tanto odiar me apasiona: el COVID y las redes sociales. Escribo también sin poder poner bien en palabras el enojo, el insomnio y la tristeza que me produjo enterarme de la negligencia que derivó en el colapso del metro en la estación Olivos la noche del lunes 3 de mayo. Siento como si tuviera un perdigón atorado en la boca del estómago y no puedo más que rezar por los familiares de la gente fallecida y herida. Esto es ante todo una breve invitación para darle seguimiento a la noticia más allá del primer impacto y de la frustración de estos días. Para dolernos y para exigirle a la basura de la clase política que dejen de matar gente inocente entre fuegos cruzados. Dicho lo anterior, creo que no hay nada más que pueda o deba agregar.

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Convocatoria – Vejez: Convivencia entre pasado, presente y futuro

El arte de envejecer es el arte de conservar alguna esperanza.

André Maurois

El paso del tiempo deja su huella en cada centímetro de la piel. El ser humano nace, madura y envejece irremediablemente. El andar de los años conlleva experiencia y sabiduría, pero también una constante pugna entre el pasado que conocimos y el futuro que nos depara. Enfrentar la vejez implica encarar el cambio y la ruptura. ¿De qué manera afrontamos cotidianamente el paso del tiempo? ¿Cómo convivimos con la vejez? ¿Cuál es la relación que guardamos con el deterioro de nuestros propios cuerpos? ¿Cómo nos situamos entre el pasado y el presente?

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Emoción – Microrrelato de Egidio Esteban Passamonti

Sus negros ojos me recorrían, ávidos, emocionados. Por momentos, el latido de su corazón parecía ir en aumento. La sensación que se había apoderado de ella se reflejaba en cada gesto, a medida que sus delicadas manos avanzaban sobre mí. Le estaba enseñando cómo era el amor entre un hombre y una mujer que se amaban sin fronteras; cómo cada uno era el complemento perfecto del otro; cómo de cada frase surgían los besos apasionado, una entrega total donde sólo existe la pasión. Y el resultado de ello: el sentirse protagonista de un amor grande, donde sólo hay lugar para la felicidad plena. Alrededor, todo era silencio, salvo el canto de un grillo allá en el jardín, entre los arbustos en flor, iluminados por la tenue luz de un farol y de la luna. De todo eso no se percataba, porque estaba transportada a otro punto de la vida misma, en el que la emoción se apoderaba de sus sentidos. Estaba concentrada en esa loca fantasía que yo le estaba ofreciendo; se dejaba guiar a un mundo donde no existía nada a nuestro alrededor. En esta noche ideal, cautivadora, romántica, por un momento se apagó en su interior ese lugar de ensueño y la realidad golpeó sus sentidos. La magia se rompió al percibir algo fuera de lo común en el gran ventanal de la habitación; el cortinado se movía levemente, como si por un resquicio entrase un leve soplo de aire. Se sintió inquieta, atenta, ¿o era su imaginación? De un salto se deslizó del lecho, llegó al lugar y se aseguró de que los postigos estuviesen trabados; no deseaba que nada la apartase de lo que la sumergía en la magia que le estaba ofreciendo. Se sintió como una tonta. Nada había de malo en aquella habitación. Era yo el que la había sumido en un estado de incertidumbre al hacerla gozar de unos momentos románticos con cierto matiz de suspenso, quizás. Volvió a tomarme entre sus manos y me contempló en silencio. Me mantuvo apretado contra su pecho por un instante, pensativa. En su interior había un impulso de continuar descubriendo lo que yo podía ofrecerle. Entonces su vista volvió a quedar fija en mí; sus manos, a deslizarse; ávidas, con premura. Por un instante pareció querer devorarme de una vez. Quería llegar a descubrir todo en ese momento, pero sabía que no podría lograrlo esa noche.

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Pensamientos de un terreno baldío – Cuento de Melissa Tarabay

Siempre quise ser un riachuelo, de esos que cruzan senderos y anuncian su llegada a la distancia con el olor perfumado de la tierra mojada que lo abraza. Siempre he querido ser un simple movimiento que no conoce pausas, tan ligero que hasta las rotas hojas secas y piedras solitarias, cayendo en mí para perderse en el fondo, pudieran resurgir con el vaivén de mis ondas acuáticas.

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Una flâneur del siglo XXI: «Arqueología del dolor» (o el arte de poner el dedo en la herida), de Pamela Calero

¿Qué es un autor? El concepto de autoría ha evolucionado a lo largo de los tiempos; por ello, no debe extrañarnos que nombres clave en la literatura universal utilizaran a escritores fantasma, como Alejandro Dumas, o que dictaran sus obras, como Dostoyevski. Actualmente, esto resultaría inimaginable, puesto que entendemos por “autor” el responsable único de una obra. Pamela Calero, escritora y artista, es una autora del siglo XXI. Para presentar su Arqueología del dolor (Lectio, 2020) al mundo, ha hecho suyo todo el proceso creativo, desde la escritura hasta la ilustración y el diseño de la portada. Por lo tanto, el valor de su libro no radica sólo en lo contado, sino en el cómo; cada signo lingüístico, cada coma, cada espacio.

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Suspendida entre dos ruedas

Ilustración de Ximena Brócoli

Parte I: La vida y mis bicicletas

que pedaleo y me alejo de los problemas…

Mariano Blatt

Tomo el dobladillo de mi pantalón y con mis dos manos lo enrollo hasta que ya no da más de sí y queda a la mitad de mi pantorrilla derecha. Es precaución, pero también un lenguaje secreto y compartido que porto con alegría. Corroboro si todo está en orden, me ajusto el casco, me incorporo y dejo de tocar el suelo. Sólo vuelvo a pisar el asfalto cuando mi pie derecho se posa en la banqueta de un semáforo que interrumpe mi marcha. Así es más fácil frenar, pero, sobre todo, agarrar el impulso para continuar.