Categoría: Creación literaria

Creación literaria. Narrativa, poesía, minificción y otros híbridos.

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Viaducto - Aimeé Cervantes

Viaducto || Cuento de Rodolfo Munguía

Ilustración de Aimeé Cervantes

I

Eran las tres de la mañana cuando los policías se juntaron debajo del puente, donde vivía el Puntas y la Negra, donde por lo menos una vez a la semana atropellan a un güey, y donde hacía dos minutos habían atropellado a un cabrón. El cuerpo del infeliz había ido a dar al colchón improvisado de la Negra. Ella estaba tan empedrada que apenas notó un poco de humedad en los periódicos que usaba como sábanas. Pensó, incluso, que otra vez se había meado. Cuando te criqueas no te aguantas, pinche viciosa, le decía el Puntas. La mera neta, a lo único a lo que le hacía el Puntas era al activo y a la chela, hasta eso no era tan drogo. Había logrado dejar el foco con los madrazos que le pusieron en el anexo a los 19. Le sufría en el pinche anexo, ahí lo metieron sus tías que disque lo querían un chingo. Logró escaparse en uno de esos días que salían a vender dulces a las micros. No le dio la vuelta a la ruta como debía y se bajó en Viaducto. Ahí mero estaba el puente en el que haría su casa. Hogar, dulce hogar, decía cuando venía de la tlapalería de comprar su correspondiente estopa. Ahí mero conoció a la Negra, que un día llegó vagando con un niño en brazos. Al principio, en su alucín, el Puntas creyó que era un muñeco porque el pinche chamaco ni lloraba ni se movía. El cabrón, el pinche mojón negro, estaba muerto y el Puntas tuvo que arrebatárselo para tirarlo a la basura. Desde ese día, hay veces que el Puntas escucha llorar un morro antes de dormir, pero entre más activado esté, más fácil lo ignora. Ahí mero se quedó la Negra un buen tiempo.

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Estalactita - Aimeé Cervantes

Las cumbres peladas del insomnio || Poemas de Edis Namar

Ilustración de Aimeé Cervantes

Soneto I

En el cementerio de la memoria
las ruinas de la razón aspiradas
son espectros o almas evaporadas,
molida hojarasca de mi historia.
Y así sólo te aprehendo, luz mortuoria,
bajo el claroscuro de las miradas;
rasgo tu piel, las formas destiladas,
y las poseo con violencia amatoria.
Pero al fin, eso es nada. Pobre rico
que del pulvis eris admira el arte,
y del amor le quedan los despojos.
De esta forma, más o menos me explico
por qué hay días en que no quiero buscarte,
y te encuentro cuando cierro los ojos.

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Ceiba - Aimeé Cervantes

Poemas de Ming-Keh Chen || Traducción de Mariela Cordero

Ilustración de Aimeé Cervantes

Paso a través de los árboles de ceiba

Salgo de la estación del metro en medio de la multitud
me tropiezo con los peatones, camino bajo los árboles de ceiba

escucho un leve crujido
¿qué pájaros están posados
sobre las flores de ceiba?
ellos saltan, y las ramas
y las flores tiemblan ligeramente.

algunos pájaros saltan hacia la copa del árbol
mirando a su alrededor y emitiendo un suave canto
de advertencia para protegerse del halcón que los acecha a lo lejos.

¡qué felices están los pájaros!
ningún enemigo se ocultó entre ellos una flor de ceiba cayó a mis pies
¿me la dieron los pájaros?
¿podría yo también tener alas?

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Alteridades || Poemas de Josué Cerón

Pintura: El hijo del hombre de René Magritte

El otro imposible

Escapaba de ti, dos pasos y otra vez conmigo
“Sujeto”, “Yo soy”
¿Quién es aquél?  El del otro lado
Sonrío / Sonríe
Levanto mi pie izquierdo / Levanta suyo el derecho
Lo toco, siento frío
Acerco mis ojos
Desaparece / Desaparezco
Muevo mis labios, primate reflejo
¿De quién son esas palabras?
Transparentes temblorinas
No entiendo
Aprendimos a mirarnos
Tiempo y espejo
Una ausencia permanente.

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Preludio || Cuento de Kalton Bruhl

Estábamos juntos, finalmente estábamos juntos. Ella parecía asustada. Sus ojos lo recorrían todo: los cuadros en las paredes, los arabescos en el papel tapiz, los muebles y a mí, especialmente a mí. No tengas miedo, le dije, mientras me acercaba. Ella retrocedió e intentó tomar un florero que se hizo añicos contra el suelo. Se vio las manos con extrañeza  y comenzó a gritar.

Las fronteras son un invento de los hombres, dijo lord Jennings. Encendió una cerilla y acercó la llama a su pipa. Dio varias caladas antes de continuar: las aves migratorias cruzan docenas de países sin preocuparse por adquirir un pasaporte. Todos reímos. Es una lástima, dijo, que los hombres solo podamos hacer lo mismo cuando nos hemos despojado de nuestra incómoda envoltura. Las velas de la estancia comenzaron a parpadear. Ocupamos nuestros lugares en la enorme mesa circular. En el momento en que nos tomamos de las manos una repentina corriente de aire apagó las velas.

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De este lado || Cuento de Alan Rolon

Acá la frontera quedó marcada por el río que cortaba en dos a La Boca, según la firma de unos tipos que no vinieron sino hasta mucho tiempo después de que dispusieron tal orden. Amanecimos un día con la noticia, y al principio no nos significó nada, sólo nos sorprendió ver un montón de gente llegando en camionetas enormes e impecables. Después, cuando algunos de nosotros quisimos cruzar el puente como de costumbre, nos dijeron que no se podía. Ahí empezaron los problemas y los malentendidos. Ellos no comprendieron nuestras razones, y mucho menos nosotros las suyas. Los comuneros aparecieron y dialogaron toda la tarde con esas gentes que decían venir de la capital, que mencionaron que la jurisdicción sería por ahora federal, pues nos habíamos convertido en frontera.

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Cuatro tres cinco: Visuals || Poema de Eduardo Aguilar

Spoken Word Poem: Exile on the border

My dad said
No vengas a Juarez cause you’re all tatted up
And sure enough el primer día against the wall, with my hands up!

Preguntan por qué hablo así.
I said acabo de llegar
El ID del consulado no lo quisieron aceptar

Ahora acá ando sin papeles
Nomás roaming en el town.
And still being violated
Though their skin también es brown.

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Fronteras poéticas || Poemas de Emilio Paz Panana

Pasaporte humanitario

El 4 de septiembre de 1988, los peruanos comenzaron a irse de su patria.

Abandonaron sus        casas
                                      promesas
                                    recuerdos
                                    tazas de café
                                    cementerios / muertos / esperanzas frías.

El 4 de septiembre de 1990 nacía con la firme convicción de sobrevivir
a las colas, a los límites, a la delgada línea que separa dignidad de indignidad,
pero no tenía las intenciones de contentarme con usar aquella máscara
que algunos llaman, con fervor, nacionalidad.

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La noche de Abel || Cuento de Ismael Benítez Flores

Abel despertó de pronto. Tenía sed.

No encontró su sandalia derecha, así que devolvió la izquierda a la oscuridad. Abandonó la habitación con cautela para no despertar a su madre y atravesó la sala. Abría el cerrojo oxidado cuando recordó el vaso con agua situado en la ofrenda de muertos. Fue hacia él, estuvo a punto de tomarlo, pero sus ojos se toparon con los de su padre, impresos en amarillento papel fotográfico. Le parecieron encendidos, como el emblema policiaco de la gorra que nunca abandonaba; igual que la flama tintineante dispuesta allí, en su memoria. Leyó en ellos una advertencia. Gruñó. No pudo ahorrarse la fatiga de salir.