Categoría: Creación

Expresiones artísticas de distinto tipo, ya sea de tipo visual o literario, como cuento, poesía o ensayo.

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Blackout – Cuento de Maikel Sofiel Ramírez Cruz

¡Cojone! Corre, pon la linterna del móvil, que alumbre el cuarto de la niña, tú sabes que se despierta enseguida cuando se ve a oscuras…

¿Y… qué hora es, eh…? Mira esto, chico, el arroz blanco que lo acabo de montar en la olla arrocera… ¿Qué tú crees, pongo la cazuela en el fogón de gas? ¿No se romperá por eso…? Oye, ya se despertó la niña. Claro, si hace tremendo calor. Anda, cógela a ver si yo logro terminar la comida. ¿Niño, y qué hago de plato fuerte?

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Un día como otros – Cuento de Miguel Enrique González Troncoso

Esa mañana, como todos los días, Joaquín se levantó temprano e inmediatamente encendió el tocadiscos. Mientras se escuchaba a bajo volumen el tema “Escalera al cielo” de Led Zeppelin, se metió a la ducha; luego, se vistió apresuradamente, bebió su café de un solo trago, y salió a la calle en dirección a la parada del autobús.

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La trilogía San Jerónimo – Microrrelatos de Ailton Téllez Campos 

Frenar el desasosiego

Cuando Joaquín recibió su diagnóstico clínico del Hospital San Jerónimo, pensó que lo más adecuado sería renunciar al trabajo, hacer una reunión con sus familiares y amigos y exprimir sus tarjetas de crédito recorriendo los estados de la República que tanto anhelaba conocer. Pero en lugar de eso, para frenar el desasosiego que tanto lo había atormentado durante casi dos meses, decidió sentarse frente al volante de su auto e inhalar el monóxido de carbono que se introducía a una de las ventanas por medio de un tubo que conectaba al escape.

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Sin miedo – Cuento de Camila Lima

Esa noche, volví a casa temprano. Dejé el maletín del trabajo en la entrada y me quité los zapatos. Caminé despacio para no hacer ruido por si él ya dormía. Puse mi serie favorita en la televisión. Al cabo de una hora sentí curiosidad, así que caminé por el pasillo hasta nuestra habitación esperando encontrarlo. Sin embargo, nadie estaba allí.

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El reflejo – Microrrelato de Roberto Aguilar

En el afán de tener control sobre cada cosa en su vida, Javier planificaba a detalle cada actividad por realizar, había presupuestado cada segundo con el fin de lograr cada uno de sus muchos objetivos: estudios, trabajo, deporte, incluso el tiempo con los amigos y pareja, los cuales estaría por conocer según su agenda. Cada día revisaba nuevamente lo decidido y, dependiendo de sus nuevos intereses, cambiaba ligeramente su plan de vida. Nunca estaba conforme, pues había demasiado que hacer y el tiempo era limitado, por lo tanto, todo debía encajar a la perfección.

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De cuando le gritaron “india” a mi mamá – Cuento de Victoria Sohe

Antes de que nos olviden
Haremos historia
No andaremos de rodillas
El alma no tiene la culpa

Caifanes, “Antes de que nos olviden” 

Los primeros dos recuerdos de mi vida son del cuarto en el que vivíamos en Veracruz. Aparecen en mi mente como dos nubes y las lluevo en un margen de dos punto cinco, con Times New Roman, para que no se me olviden: el primero soy yo saltando en la cama y después cayéndome y golpeándome la cabeza; el segundo, mi mamá y yo en el marco de la puerta, esperando que los policías se vayan para huir al Distrito Federal. Pero está un recuerdo en particular que no tengo que escribir para recordarlo, sino que se me viene a la mente cada cierto tiempo y me hace llorar de la indignación. 

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Friendzone – Cuento de Mario Galván Reyes

Después del desfile del carnaval, Liany y Rubén se tumbaron en el jardín de las afueras de un supermercado. Todos los amigos de su palomilla se habían dispersado entre el relajo y las cervezas conforme la noche avanzó. Ahora estaban solos, frente a frente, compitiendo por ver quién pestañeaba primero. Ante el primer indicio de risa, Rubén intentó darle un beso a Liany, pero ella se resistió. Entonces la estrujó. Las hormonas agitadas en el cuerpo precoz de Liany inquietaban a Rubén, quien desde hace tiempo comenzaba a verla como más que a una amiga.

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Veredas – Cuento de Eduardo Antonio López

El primer porrazo, del que no guardo recuerdo, habrá sido seguro en el patio. Adentro de la casa propiamente dicha, habría obrado el abrazo apresurado y salvador de mis viejos o alguna tía, o mi abuela, que venía seguido a vernos. O tal vez sí haya ocurrido adentro, entre esas paredes despobladas de cuadros o fotografías. Me acuerdo de mamá arrodillada, lata de cera en mano y el trapo, fregando las tablas de los pisos hasta dejarlos brillantes. Siempre, un rato más tarde, culminada su fatiga, ante el primer descuido de mi parte o de mi viejo, su grito: ¡los patines!