Categoría: Columnas

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Voiná i mir

Detalle de La batalla de Waterloo (1815), de William Sadler

Edad de los descubrimientos

Desde pequeño tuve una inclinación por la lectura, mi madre se encargó de ello. Recuerdo un día de Reyes: desperté emocionado y corrí a la sala del departamento de mis abuelos, que estaba integrado a la casa y en donde colocábamos los zapatos. Me encontré un libro debajo de mi pantufla: Las aventuras de Tom Sawyer.

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Terminar un libro, ¿y luego qué?

Tengo un defecto, o así lo he catalogado. Mientras estoy leyendo voy contando las páginas, no tan recientemente como creerán, pero se vuelve un fastidio cuando estoy a cien páginas de acabar. Mi lectura se convierte, entonces, en una acción maratónica: me olvido de hacer cosas, quiero terminarlo pronto. Es como si un bicho se me hubiera trepado, de esas chinches que están infestando París y  la Ciudad de México ―seguramente ya las has tenido de manera psicológica―, y tuviera que sacudírmelo de encima, golpeándome por todo el cuerpo. Ochenta, setenta, ahora cincuenta. Se vuelve una obsesión malsana. Alguna vez, cuando estaba leyendo Cien años de soledad, llegué a la centésima página antes de terminar, eran cerca de las once de la noche: invoqué al huracán, pues no pude detenerme hasta las dos de la mañana y quedé sin poder dormir el resto de la madrugada; solo agradecí que existiera algo como eso y se pudiera leer. 

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Mes de cumpleaños: ejercicio de escritura para habitar el paso del tiempo

Ilustración de Sarah Cruz

A mi hermana, por las pijamadas, los videos y los pasteles en olla exprés

Septiembre es casi siempre un mes lluvioso. La lluvia tiene algo de melancólico o nostálgico. Ésta es la primera vez en mucho tiempo que no llueve en mi cumpleaños. Sin embargo, me acompaña un aire reflexivo, un sentimiento difícil de describir, quizá algo parecido a la saudade. Tengo el ritual de escribir este día, a veces antes o después. Observar el avance del tiempo desde el propio ser me ha llevado a abordar esta sensación desde muchas partes: a veces desde la satisfacción, otras desde la tristeza, el agradecimiento o la necesidad de cambio. Este sentimiento tan característico de los cumpleaños lo entiendo y lo vivo mejor si lo escribo; es la mejor manera que he encontrado de habitarlo. Busco adentrarme en él, estar lo más presente posible, aunque se trate de recordar y añorar. Nada más temporal y atemporal al mismo tiempo que la escritura.

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El día en que mi madre…

En ocasiones he ido por la vida tratando de capturar recuerdos: de pronto me asalta la necesidad de capturar uno, así que miro a mi alrededor, encuentro algo que me llame la atención y lo observo con intensidad, trato de memorizar todo lo que lo construye, y de repente tengo un recuerdo sin sentido ni significado, pero que habita en mi mente. La primera vez que lo hice fue a mis ocho años, iba con la hermana de mi abuela al centro de la Ciudad de México, la tía Ali. Me llevó en un camión colectivo que pasaba detrás de la casa de los abuelos y toma todo el Eje de la Merced, una de las avenidas que atraviesan el primer cuadro urbano. Nos bajamos en la calle de Emiliano Zapata, que se convierte en la de Moneda conforme se acerca a Palacio Nacional y ahí vi una de las farolas, coronada por un dragón (o quizá un delfín medieval), y la observé con tanta insistencia que aún hoy puedo verla encendida en medio de las neblinas de mi memoria.

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Recordatorio de placeres (I)

La idea de escribir acerca de los placeres surgió a partir de dos sucesos. El primero de ellos responde a una necesidad personal de reiniciar luego de un periodo dedicado a la lucha contra la desesperación y la tristeza. Digo necesidad porque partió de un ejercicio de contemplación que derivó en un hilo de pensamientos dedicados a momentos bellos de la vida. Y la contemplación es una necesidad. El segundo es un ejercicio de tipo literario. Con un profesor hablamos acerca del autorretrato de Hugo Hiriart, en el que traza una imagen de sí mismo a partir de las cosas que le gustan. Algo parecido intento hacer aquí. Aunque más que gustos, placeres. Más que placeres, recuerdos. Más que recuerdos, recordatorios. 

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Transbiografía colectiva: reseña de “Orlando: mi biografía política”, la ópera prima de Paul B. Preciado

Las biografías son en realidad narrativas de las metamorfosis. El tiempo, las condiciones, la historia, la política y la vida en sociedad nos transforman constantemente. Tanto, que este género literario se encuentra plagado de elipsis temporales: ¿Qué pasó de 1939 a 1945? O Inicia su etapa de madurez. Algo nos cambia de adentro hacia afuera. Emergemos como una estatua esculpida por la exacta técnica de la danza química, fisiológica y poética de nuestro cuerpo.

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Del “nice guy” al “simp”: cómo el buen chico nos conquistó (y defraudó)

Le odio por haberse burlado de mí, en tanto que usted lloraba aquí conmigo… y usted… tampoco me hubiera dejado plantada como él lo ha hecho, pues usted ama de veras, mientras que él no me ha amado nunca…

Fyodor Dostoyevsky, Noches blancas

“Nice guys finish last” (“Los chicos buenos terminan los últimos”) dice la expresión. En la vida real, los hombres han estado bombardeados con ideales tóxicos sobre la “verdadera masculinidad” y la necesidad de reprimir sus sentimientos para lograr sus objetivos a todo precio. El cine clásico de Hollywood, por su lado, ha intentado ofrecer un modo de escape con historias donde la justicia poética triunfa y el héroe bondadoso es quien gana. Durante años, el llamado nice guy o buen chico ha sido el protagonista indiscutible de toda comedia romántica, quien consigue a la mujer de sus sueños gracias a la bondad de sus acciones. Hoy en día, sin embargo, este personaje se ve con otros ojos. ¿Es bondad lo que lo motiva? ¿O más bien la creencia de que mostrar el mínimo respeto le da derecho a estar con cualquier mujer?

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Collage por I. A. Bosco

Algunos puntos contra la nostalgia

Collage por I. A. Bosco

Cuando lo real deja de ser lo que solía ser, la nostalgia asume su sentido completo.

Jean Baudrillard, Cultura y simulacro

Llegará el punto en que experimentaremos nostalgia orgánicamente en el otoño e invierno de nuestras vidas; previo a ello, forzarle y/o activamente buscarle resulta un ejercicio penoso y regresivo, o peor, el voluntario e insistente estancamiento de nuestra existencia dentro de una dinámica siempre arreglada en contra de quien se traga el cuento, una real fantasmagoría culturalmente impulsada en tiempos donde todo menos la real realidad que tenemos enfrente parece un escenario ideal. 

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Consumir, dialogar, robar: reelaboraciones de lo creativo (parte II)

Ilustración de Mariana Chávez

A los poemas perdidos en los libros

Mira el pequeño ser en blanco y negro
que te calca, tú eres otro calco
de un modelo mayor e indefinido

Alfonsina Storni

Intento reconstruir las palabras de quien escribió antes que yo. Me posee ese morbo insaciable por conocer lo que fue borrado, condenado a no ser visto; lo que se conserva únicamente en los trazos de la memoria de la mano. Identifico todas las páginas de la antología de Storni en las que alguien escribió con lápiz poemas que después ya no quiso.

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Crónica de un viaje por Bucarest (II) (y por San Luis Potosí)

Para mis familias, las designadas y las escogidas.

Comienzo por escribir esto la noche antes del viaje. Saldremos temprano, nos hemos citado a las 6:40 y pensamos estar en San Luis capital por la tarde. Para quienes no conozcan las latitudes y longitudes de México, San Luis es la capital del estado homónimo, pero a éste se le agrega un apellido: Potosí, igual que la ciudad repleta de plata en Bolivia. La ciudad mexicana se encuentra a las puertas del bravo norte, y es sede administrativa de un estado donde colindan Aridoamérica y Mesoamérica de aquellos tiempos arcanos. Es decir, hay desierto, bosques secos, planicies y hacia el este, ése al que mis lecturas también me llevarán, pero a mayor kilometraje, se encuentran las selvas siempre húmedas que coronan la famosa Huasteca Potosina. Comienzo a escribir antes de cualquier viaje con la misma intención que Ariadna dejó su hilo en el laberinto, para dejar mi camino, para abonar una marca en mi arqueología escrituraria.