Le odio por haberse burlado de mí, en tanto que usted lloraba aquí conmigo… y usted… tampoco me hubiera dejado plantada como él lo ha hecho, pues usted ama de veras, mientras que él no me ha amado nunca…
Fyodor Dostoyevsky, Noches blancas
“Nice guys finish last” (“Los chicos buenos terminan los últimos”) dice la expresión. En la vida real, los hombres han estado bombardeados con ideales tóxicos sobre la “verdadera masculinidad” y la necesidad de reprimir sus sentimientos para lograr sus objetivos a todo precio. El cine clásico de Hollywood, por su lado, ha intentado ofrecer un modo de escape con historias donde la justicia poética triunfa y el héroe bondadoso es quien gana. Durante años, el llamado nice guy o buen chico ha sido el protagonista indiscutible de toda comedia romántica, quien consigue a la mujer de sus sueños gracias a la bondad de sus acciones. Hoy en día, sin embargo, este personaje se ve con otros ojos. ¿Es bondad lo que lo motiva? ¿O más bien la creencia de que mostrar el mínimo respeto le da derecho a estar con cualquier mujer?
El origen del “buen chico”
¿De dónde sale este arquetipo? Al igual que muchos elementos de la comedia romántica contemporánea, el buen chico tiene raíces en la tradición del teatro europeo renacentista y barroco, con Shakespeare como máximo exponente en el mundo anglosajón. Aunque no los inventó, el Bardo popularizó clichés populares todavía hoy, como el enemies to lovers (“de enemigos a amantes”). En su comedia Mucho ruido y pocas nueces, Beatrice y Benedicto parecen odiarse y se lanzan insultos constantemente; sin embargo, detrás de esta animosidad hay amor genuino. En la obra hay otra pareja protagonista, Hero y Claudio, el último de los cuales es un exponente de buen chico que idolatra a su enamorada.
Ahora bien, este personaje nos muestra el lado oscuro del arquetipo: cuando le hacen creer que Hero está manteniendo relaciones con otro hombre, toda confianza en ella desaparece y procede a insultarla y atacarla delante de su familia y amigos. Los reproches de Claudio no distan mucho de algunos utilizados hoy en día para humillar a las mujeres: dice sentirse engañado por una mujer que finge ser pura e inocente, pero que en realidad es una “naranja podrida”.
El “buen chico” en el cine mudo
En el siglo XX, los cineastas recuperaron este arquetipo y lo convirtieron en el héroe de sus películas. El motivo era sencillo: el público necesitaba identificarse con un personaje por el que pudiera sentir simpatía. En una época en la que el matrimonio era la salida más común, dar al protagonista bondadoso una heroína con quien pasar el resto de su vida era una forma de justicia poética. Los primeros protagonistas del cine mudo, como Charlie Chaplin, Buster Keaton o Harold Lloyd, transmitían su bondad desde diferentes tipos de humor, lo cual les aseguraba conquistar a la mujer de sus sueños. Sirvan de ejemplo El joven Sherlock Holmes (Buster Keaton, 1924), El tenorio tímido (Fred C. Newmeyer y Sam Taylor, 1924) y Luces de ciudad (Charles Chaplin, 1931).
Esta conquista tiene implicaciones muy distintas para el hombre y la mujer. Mientras que la soltería es una opción para los hombres, en el caso de las mujeres resulta casi imposible. Además, en estas películas el hombre adopta un rol activo y persigue a la mujer que ama; por lo tanto, si logra conquistarla, se considera que ha completado su viaje del héroe y alcanzado sus objetivos. A ello contribuye que la mayoría de estas comedias estén contadas desde el punto de vista masculino; así pues, la mujer es otro objetivo más. En cambio, si la mujer rechaza al protagonista, se asume que no acabará soltera y encontrará a otro hombre. Aquí aparece una reflexión más perversa: si esa mujer rechaza al protagonista, un buen chico que la trata bien, quizá sólo se sentirá atraída hacia hombres que no merecen su amor.
El sonido y la comedia de enredos
Con la llegada del cine sonoro, los guionistas tuvieron la oportunidad de usar el diálogo para hacer reír al público y profundizar en los sentimientos de los personajes, lo que a su vez permitió la creación de historias más complejas. De la unión de humor y romance nació uno de los géneros cinematográficos más populares: la comedia romántica. Sucedió una noche (Frank Capra, 1934), un éxito entre público y crítica, asentó las bases del género durante la siguiente década. Recuperando la estructura de la comedia de enredos shakespeariana, en estas películas no sólo importa la historia de amor, sino también las aventuras alocadas de los protagonistas que provocan risas entre el público.
Si bien todavía reconocemos al protagonista de carácter bondadoso en estas películas, el rol de la mujer deviene más activo, y ambos protagonistas se mueven en una relativa igualdad de condiciones. La bondad del protagonista busca más la sonrisa en el público que justificar su relación amorosa. Katharine Hepburn y Cary Grant, que aparecieron juntos en cuatro películas, definieron el género hasta bien entrados los cincuenta.
Al consolidarse el género de la comedia romántica, el buen chico se erigió como el héroe por excelencia. Este personaje no sólo expresa su amor hacia la protagonista, sino que reclama su derecho a poseerla para justificar su actitud. Por ejemplo, al final de Desayuno con diamantes (Blake Edwards, 1961), ante la negativa de Holly Golightly, Paul Varjac le dice que deben acabar juntos porque “él la ama”.
El final agridulce
No obstante, las circunstancias no siempre permitían acabar juntos. Es el caso de La princesa que quería vivir (William Wyler, 1953), que narra la historia casi de cuento entre una princesa europea y un reportero. A pesar de que tanto ambos personajes se quieren, al final de la película deben separarse, pues sus vidas son incompatibles. Este final agridulce asentó las bases para la comedia romántica de los setenta o radical rom-com, que subvirtió las expectativas del público y huyó del final feliz predecible a favor de un desenlace más realista. Ejemplo de ello son The Heartbreak Kid (Elaine May, 1972) o Annie Hall (Woody Allen, 1977).
Durante esta época, películas de otros géneros exploraron el arquetipo del héroe en apariencia bondadoso y mostraron el lado oscuro de ciertos tipos de amor romántico. En Ambiciones que matan (George Stevens, 1951), el protagonista llega al extremo de asesinar a su novia para poder estar con la mujer a la que ama. Destacable es Vértigo (Alfred Hitchcock, 1958), protagonizada por James Stewart, reconocido por dar vida a hombres bondadosos. En esta película, su personaje, a pesar de comenzar con buenas intenciones, se obsesiona de manera enfermiza con la idea de una mujer y termina haciendo la vida imposible a otra. Así pues, lo que comienza como una historia de amor se convierte en un ejemplo de control perverso en una relación romántica.
Después de la radical rom-com de los setenta, llegó la edad de oro de la comedia romántica adolescente en los ochenta. En ésta, entre el protagonista y su enamorada se solía interponer el villano, convencionalmente más atractivo que el buen chico y un ejemplo de la masculinidad hegemónica. En este caso, la mala conducta del villano servía para destacar las cualidades del buen chico. Un caso remarcable es La chica de rosa (John Hugues, 1986), en apariencia otra historia sobre un chico enamorado de su mejor amiga, quien a su vez tiene sentimientos por uno de los más populares de la escuela.
Durante toda la película, Duckie advierte a Andie de que el chico que le gusta no le conviene, y que debería encontrar a alguien que la trate bien. Al final, sin embargo, el interés amoroso de Andie resulta ser tan buena persona como Duckie, y una opción mucho mejor para ella. Así pues, el protagonista debe renunciar a la chica a la que ama porque ella será más feliz con otra persona. Curiosamente, ésta no siempre fue la intención de John Hugues, director de la película: en una primera versión, Duckie y Andie acababan juntos, pero el público odió tanto ese final que decidieron cambiarlo.
La deconstrucción del “buen chico”
Este escepticismo se ha intensificado durante los últimos años, durante los cuales se ha presentado el personaje del buen chico bajo una nueva perspectiva. (500) días con ella (Marc Webb, 2009) fue pionera en cuestionar el punto de vista del buen chico y reflexionar sobre la toxicidad de esta narrativa.
Si bien en su momento el público percibió a Summer, la protagonista de la película, como la villana, con el tiempo se ha entendido que simplemente no buscaba una relación romántica con el protagonista, mientras que éste proyectaba en ella todos sus deseos de un romance de película. Recientemente, Hermosa venganza (Emerald Fennell, 2020) fue más allá y presentó al buen chico como el antagonista de una historia contada desde un punto de vista femenino. La serie de Netflix You (Greg Berlanti y Sera Gamble, 2018) es una sátira de este arquetipo, donde el protagonista Joe Goldberg, en apariencia un hombre sensible y romántico, asesina a toda mujer que no cumpla sus deseos.
Del “buen chico” al simp
Paralelamente, en las redes sociales también se ha empezado a ver con ojos críticos este tipo de actitud. Memes como “no te la vas a coger, salu2” o la etiqueta simp muestran recelo ante los hombres que se muestran excesivamente amables con la mujer que les interesa. En concreto, la palabra simp nació a principios del siglo XX como abreviación de simpleton (simple, estúpido). En los años ochenta, raperos de la Costa Este usaron la palabra como antónimo de pimp (proxeneta) en sus canciones. A partir de 2019, la palabra se reinventó en TikTok, donde los usuarios la utilizan para hablar de un hombre que atento y amable con el único objetivo de conquistar a una mujer.
Ahora bien, esta visión crítica convive con discursos de tinte conservador, ahora sin la fachada de bondad. En los llamados podcast de machos alfa, hombres hablan de la degradación de los valores tradicionales, sobre todo por culpa del feminismo y la revolución sexual. Estos hombres reivindican las mujeres que “respetan su propio cuerpo” y critican comportamientos que se oponen a su ideal de feminidad clásico.
Ante esta tendencia surgen varias preguntas: ¿a qué se debe este auge en los valores conservadores? ¿Puede el verdadero buen chico ser la respuesta a estas conductas misóginas? ¿O quizá no queda otra opción que aspirar a un nuevo ideal?