“No soy como las demás chicas”: ¿hay únicamente misoginia detrás de la “pick me”?

Clara Bow jugando a tenis

Siempre jugué con los chicos. Nunca me interesaron las niñas y sus juegos. No he tenido una muñeca en toda mi vida. Pero era una buena corredora, podía ganar a la mayoría de chicos y sabía lanzar.

Traducido de una entrevista de la actriz Clara Bow para Photoplay

El estreno de Barbie, dirigida por Greta Gerwig e inspirada en la muñeca más famosa del mundo occidental, está en boca de todos. Con una estrategia de marketing basada en la moda, el maquillaje y, sobre todo, el color rosa, se ha convertido en una competidora digna de Oppenheimer, el tipo de película que uno esperaría acapare las conversaciones cinéfilas. El fenómeno Barbie no puede entenderse aislado, sino que se inscribe en una serie de tendencias de estos últimos años, desde el bimbocore hasta el rosa Valentino de la temporada 2022-2023. Ahora las redes están llenas de chicas que aseguran “ser exactamente iguales que las demás” y que aceptan y reivindican su gusto por aficiones tradicionalmente femeninas. Este nuevo enfoque es la respuesta perfecta al fenómeno “no soy como las demás chicas” de la década de 2010, bautizado por la comunidad afroamericana de Twitter como pick me. ¿En qué consiste este arquetipo? ¿Cuál es su historia? ¿Responde sólo a motivos misóginos?

Como mucho argot de la generación Z, el término pick me tiene su origen en la comunidad afroamericana de Twitter. En 2016, varios internautas empezaron a utilizar el hashtag #tweetlikeapickme. La palabra pick me, que literalmente se puede traducir como “elígeme”, en un principio hacía referencia a mujeres que reivindican la feminidad más tradicional y la devoción exagerada hacia “su hombre”. Siete años después, el término vuelve a ser tendencia, aunque su significado ha cambiado ligeramente. En palabras de Joana Girona:

Ella no lleva maquillaje. Ella se come una hamburguesa sin preocuparse por si puede engordar y te hace saber cómo de ridículo y patético es preocuparse por estas tonterías. Ella no lleva ropa rosa y le da urticaria cuando piensa demasiado en este color. Ella prefiere tener amigos porque las chicas son unas dramáticas. Ella no es como tú, ni como yo. Ella es diferente.

[Traducción propia]

Detrás de esta supuesta particularidad, sin embargo, existe la intención de resultar atractiva a la mirada masculina precisamente destacando por encima de otras mujeres. Así pues, la pick me girl es la análoga del nice guy o simp, puesto que ambos hacen lo imposible por agradar al género opuesto. La misoginia detrás de ambos es evidente. Por su lado, el simp es amable sólo para conseguir a la mujer que le interesa y, de no ser correspondido, remitirá a la maldad y superficialidad femeninas. La pick me, a su vez, reniega de la feminidad desde un principio, y dice que las mujeres son demasiado complicadas.

Marilyn Monroe con un vestido rosa, color asociado a la feminidad y la superficialidad durante años, en Los caballeros las prefieren rubias (Howard Hawks, 1953)

Ella lleva mini faldas / Yo llevo camisetas / Ella es la jefa de las animadoras / Yo me siento en las gradas

You Belong With Me, Taylor Swift [traducción propia]

Durante esta época, las mujeres de espíritu despreocupado y aficiones tradicionalmente masculinas triunfaban fuera y dentro de la pantalla. Un ejemplo perfecto de ello es Jennifer Lawrence, la reina de la década de 2010 no sólo gracias a su talento, sino a su actitud desenfadada. No tenía miedo a compartir sus momentos ridículos (como cuando se cayó de camino al escenario después de ganar el Oscar a mejor actriz en 2013), amaba comer, sobre todo comida basura, y bromeaba todo el rato. En su novela Perdida (2012), la escritora estadounidense Gillian Flynn bautizó este arquetipo como cool girl o chica guay. Simultáneamente, las redes decidieron que Anne Hathaway, quien también ganó un Oscar esa noche, era odiosa simplemente por no corresponder con esta imagen despreocupada. Sus críticos la acusaban de ser poco auténtica y creíble.

Ahora bien, la opinión del público en un momento determinado no es garantía de nada. Del mismo modo que a mediados de la década la prensa alababa a Jennifer Lawrence, pronto empezaron a surgir artículos con títulos como “Querida Jennifer Lawrence, puedes dejar de hacer ver que eres normal ahora”. En 2021, Lawrence confesó que sentía que el público se había hartado de ella y que durante gran parte de su vida había estado interpretando un papel. Y es que, en efecto, la chica guay es una fantasía producida por y para la mirada masculina, el éxito de la cual depende del tiempo que pase hasta que el público se harte de ella.

Jennifer Lawrence no es la primera actriz presentada al público como cercana, auténtica y “diferente a las demás”. En su artículo para BuzzFeed, Anne Helen Petersen analiza cómo varias actrices a lo largo de la historia han escalado a la fama gracias a su actitud aparentemente disruptiva, para ser olvidadas poco después. Ejemplo de ello es Clara Bow, una de las estrellas más destacadas del cine mudo. Con su estética à la garçonne, sus sesiones de fotos jugando a beisbol y su actitud bromista, enamoró al público hasta la llegada del cine mudo, cuando se impuso un modelo de feminidad más tradicional.

—¡No hagas eso, Jo! ¡Pareces un chico!
—Precisamente por eso lo hago. 

Mujercitas, Louisa May Alcott (trad. de Gloria Méndez), Editorial Lumen, p. 16

Ahora bien, ¿son todas las mujeres con gustos convencionalmente femeninos el resultado de la misoginia interiorizada? Remontémonos al siglo XIX, durante el cual escritoras como Jane Austen o Louisa May Alcott crearon a heroínas cuya feminidad distaba del ideal del momento. En Orgullo y Prejuicio, Elizabeth Bennet, por ejemplo, va a pie sola hasta casa de un hombre, lo cual no se consideraba digno de una mujer joven en el momento. Jo March, la protagonista de Mujercitas, quiere ser libre como los demás chicos de su edad y reniega de las aficiones reservadas para ella porque siente que la restringen. Al crear a estos personajes, sus autoras buscaron ampliar los límites impuestos a las mujeres, sin por ello demonizar la feminidad.

Con su corte de pelo bob, Louise Brooks revolucionó el ideal de belleza de los años veinte.

Con la llegada del cine, las flappers y las garçonnes (que en francés significa literalmente “chicarrona”), rompieron con las convenciones sociales al fumar, beber, conducir y vivir libremente su sexualidad. Durante la década de los cincuenta, Audrey Hepburn subvirtió de nuevo la feminidad al combinar atributos femeninos y masculinos, lo cual le mereció el apelativo de gamine (en francés, niña). En una época en la que las tareas domésticas y la feminidad tradicional eran el único camino para muchas mujeres, estos arquetipos del cine sirvieron para inspirar otra modelo posible.

Ahora que se está viviendo un renacimiento de la feminidad, no son pocos los artículos o videos dedicados a ridiculizar a las mujeres que dicen “no ser como las demás”. Si bien las connotaciones misóginas del arquetipo están claras, ser mujer no se reduce a ser una pick me o una girl’s girl (mujer tradicionalmente femenina). Debería ser posible criticar la mirada masculina y reconciliarnos con la feminidad tradicional, sin usar esto de excusa para criticar a otras mujeres.