Cavilación de trasplante
Y entonces allí nos quedábamos sentados a veces por horas en una plaza cercana, poco concurrida, con poco más que un poco de pasto amarillento, un par de árboles, una fuentecilla y la estatuita gris verdosa de un prócer inidentificable, viendo cambiar la forma de las nubes, como esperando que ese cambio se nos contagiara a nosotros, a nuestras vidas de apátridas. Como si a la naturaleza le importaran un bledo nuestros padecimientos. A veces comentábamos el destino de algunos de la generación que nos había precedido, de aquellos que murieron torturados en la revolución abortada, que muchas veces abandonaron carreras profesionales y hogares tranquilos, bellas novias, la notabilidad en diversas artes, para embarcarse en ese proyecto utópico que también había fracasado y que en retrospectiva nos parecía todavía menos alcanzable. Pero en el horizonte no se dibujaba un destino semejante para nosotros, o era que habíamos perdido de antemano, o éramos los verdaderos perdedores, los que habían recibido la pérdida, habían crecido y se habían desarrollado en medio de la pérdida. Nos parece haber estado muchos días sumidos en estas cavilaciones por horas, ya sea en este departamento, o dando vueltas por el centro, o aquí en este mismo parque, siempre en estas discusiones, pero a lo mejor era que nos parecía, y fueron en realidad sólo unas cuantas veces, o unos pocos días.
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Llamada de la poesía como a eso de las 7:00 PM
La escucho, me dice clarito que claro, Jorge, mira, no toda la gente que escribe le pega a la teoría literaria o tiene un programa o una poética, etc., en su momento claro que había más tendencia a las discusiones, manifiestos, etc., claro que por otro lado hay quienes dicen que el poeta entra en trance cuando escribe y, claro, no sabe lo que dice, y si teoriza es mal poeta, porque la poesía y la cosa académica son como opuestos, te fijái. Que lo intelectual es muerte y la poesía es vida, o más o menos así, oye, tenís que hacer un poema largo con varias voces sobre esto. Claro que ya estai viejo, cuando escribes te baja la tendonitis o te distraes. Mira, antes le echaban la culpa a las musas, a Apolo, claro, el tipo o la fulana que hacían poesía, como la Safo, me encantaba esa chiquilla, no tenían que andar haciendo manifiestos ni justificándose, claro, si total ahí estaba la inspiración y listo, y sanseacabó, pero pasa que después se nos mueren los dioses, o los semiíbidem y, claro, la responsabilidad es de los poetas solitos. Buena la del Rimbaud, Dios no existe, pero anda por ahí ese otro que es el que le dicta, él es el responsable y cuando hago poesía yo soy ese otro, me decía. A mí maní, como dicen los españoles. Otra chiva que han inventado, claro que más o menos nueva, es que lo que hacen los poetas es reflejar eso que se llama “la realidad”, entonces eso los valida y los hace progresistas, nadie va a estar atacando a alguien porque muestra las cosas que nos atañen a todos, aunque claro, te digo que a veces escriben como el forro. Otros decían a veces decían que era el inconsciente es que les dictaba, o el azar, y claro, entonces era cosa de poner cosas juntas en una mesa de disección, para darte una idea, aunque tú conoces esa chiva. Y claro que los surrealistas agarraron la papa, porque a la vez que se presentan como rupturistas, nuevos, vanguardistas, agarraron cuestiones muy en boga entonces, de Freud o el inconsciente colectivo, harto establecidas, casi indiscutibles o de corriente principal —mainstream— como dicen los gringos, tus anfitriones, y claro, como dicen donde vives ahora, guardaban el que queque a la vez que se lo comían, mascaban a dos carrillos, te guste o no, Jorge, y claro, pese a toda esa institucionalidad indiscutible que los respalda desde hace como cien años todavía se las dan de rebeldes los perlas, pero es el Parra el que saca trago entre toda la cebolla, además que saca a la palestra eso que se llama el habla cotidiana, el humor, la ironía, etc. Mira, oye, Jorge, tú te farreaste esa cosa del exilio, que es tan productiva, claro que ése es tu problema. Cómprate un celular para que pueda irte mandando textos chicos, con tanta cháchara se me saca la boca y tú no tenís ni cobre para pagarme un trago. Porque, claro, a esta hora, a eso de las siete, The magic hour, como dicen por aquí, es cuando me gusta salir, y no voy a estarme tomando puro café, y menos contigo.
Autor: Jorge Etcheverry Arcaya (Chile). Residente de Canadá desde 1975, doctor en literatura y traductor. Tiene varios libros de poemas, siendo el último Samarkanda, en el número de octubre de 2019 de la revista canadiense Ygdrasil. Entre sus obras de prosa destaca De chácharas y largavistas, novela (Ottawa, 1993); y entre sus antologías Northern Cronopios, antología de narradores chilenos en Canadá (1993). Tiene publicada prosa, poesía y crítica en Chile, Estados Unidos, Canadá, México, Argentina, Francia, Italia, Cuba, España y Polonia. En 2000 ganó el concurso de nouvelle de www.escritores.cl la novela negra breve El diario de Pancracio Fernández. Sus últimas publicaciones se encuentran en Antología de poesía chilena de la última década, (2018, Chile), Wurlitzer, cantantes en la memoria de la poesía chilena, (Chile, 2018), Historias de camiseta, antología de microrrelatos de fútbol (Perú, 2018), Antología mundial, la papa, seguridad alimentaria (Bolivia, 2019).