Deseos || Cuento de Andrea Jocelyn Mora Méndez

*Fotografía documental de la obra La promesa de la artista mexicana Teresa Margolles

El camino era largo y peligroso. Sabía que no sería sencillo y que podía no llegar a su destino final, pero no le importaba. Ya no había nada que perder. Ya lo había perdido todo y no podían arrebatarle nada más… Todo se lo habían llevado, todo, todo. Le quedaba el miedo y el dolor. Ojalá se llevaran eso también y no sólo lo bueno, ojalá le quitaran su dolor y se pudrieran por dentro como ella se sentía, ojalá su dolor y su miedo los paralizara y los consumiera, ojalá también llevaran huecos y ausencias como los de ella.

Siempre pensó en huir. Desde que era niña, sabía que no quería pasar su vida en ese pueblo maldito, pues no quería quedarse a ver cómo todas las personas que quería se iban, o se perdían. No quería ser una de las miles que año con año llenaban el panteón. Ese pueblo era un matadero. Su papá murió cuando tenía seis años, ahora era difícil recordarlo o tener su imagen vívida. Sólo sabía que él, así como muchos más, había peleado y había hecho las cosas bien. Tenía sus fotos y, entre ellas, la única en la que sonreía; después, también le robaron eso.

Ya no había nada que la retuviera en ese lugar y quedarse no era una opción. Quedarse era igual a morir, una muerte segura pero incierta. Juntó lo poco que tenía, y sólo necesitó una mochila: toda su vida resumida en tres pantalones viejos y cuatro blusas llenas de agujeros, además de calcetines con muchas enmendaduras. No tenía nada de valor. Su madre era lo más valioso con lo que contaba y ahora tampoco ella la acompañaba. Su mamá un día salió de casa y jamás volvió.

Iría a cualquier otro lugar, lejos, lejos de los recuerdos y de los miedos, a un lugar donde las pesadillas se fueran en el momento en que ella abriría los ojos, donde sólo bastara abrir los ojos para sentirse en calma, un lugar donde vivir no fuera tener suerte. Ya había sobrevivido diecisiete años en un país donde cada día mueren diez mujeres al día. Era una sobreviviente. Tenía algo de comida en su mochila que le serviría para unos dos o tres días, luego ya vería que hacer. Tal vez tuviera que limpiar parabrisas o hacer uno que otro malabar, tal vez pedir dinero en las calles…

Se puso la sudadera holgada con la que siempre estaba y los pantalones que, a decir por el tamaño, le habían pertenecido a un señor muy gordo; entre más holgada la ropa mejor, así nadie vería las curvas de su cuerpo, y pasaría inadvertida. Nadie la miraría, nadie sabría que debajo de esa gorra se ocultaba una joven de diecisiete años huérfana. Tomó la mochila y salió de la casa. Ni siquiera sintió un dolor cuando cerro la puerta, no tuvo ganas de mirar atrás, sólo camino hacía adelante. Tal vez el porvenir sería mejor…. Tal vez.

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Autora: Andrea Jocelyn Mora Méndez. Estudiante de Estudios latinoamericanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

*La imagen forma parte del registro fotográfico de la obra La promesa, de la artista mexicana Teresa Margolles, en la que se explora el horizonte de promesas rotas que han vivido algunos habitantes de Ciudad Juárez ante la ola de violencia e inseguridad, misma que ha provocado el abandono de secciones enteras de la ciudad.