Según un estudio de la Organización Mundial de la Salud, el 30% de las mujeres adultas han sufrido violencia física y/o sexual por parte de su pareja. La Organización de las Naciones Unidas añade: de las 87 000 mujeres asesinadas en 2017, se estima que más de la mitad fue en manos de un miembro de su familia. Con la pandemia del COVID-19, la situación ha empeorado. Quizás inspirado por la realidad, el cine de terror y criminal parece haber reservado a la mujer el papel de víctima (a pesar de que el 80% de los crímenes van dirigidos a hombres). En otros artículos se han discutido los motivos detrás de esto, así como la evolución de mujer en apuros a final girl, figura tan controvertida como empoderadora. Sin embargo, hay algo que se nos escapa: estas ficciones no tratan la violencia doméstica, sino que nos muestran a mujeres solas que, casualmente, tienen la mala suerte de encontrarse con un perturbado mental. ¿Qué quiere transmitirnos esto? El mensaje parece claro: éste no es mundo para una mujer sola.
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Madre e hija – Cuento de Baltasar Botavara
Yo las vi, pero no debí haberlas visto, porque ese día no debía estar allí, pero allí estuve, y yo vi lo que pasó, que no fue todo lo que dijeron que pasó, ni debió pasar como pasó, pero sí pasó.
Morir en el «slasher»: Violencia y roles de género
¿Quién comete más crímenes violentos, los hombres o las mujeres? Las estadísticas confirman, año tras año, que los hombres (nueve de cada diez reclusos en España, por ejemplo, son hombres). Ahora bien, ¿quiénes son las víctimas más numerosas de dichos crímenes? Nuevamente, los hombres. En 2017, el 80% de las víctimas por homicidio fueron hombres, según un informe de la ONU. Sin embargo, la percepción social es muy distinta. Dana M. Britton, en su libro The Gender of Crime (2011), cuenta cómo se tiende a pensar que las mujeres sufren más delitos que los hombres. Esto repercute directamente en la sensación de seguridad de las mujeres en las ciudades; así lo confirma las encuestas de victimización como la realizada anualmente por el Ayuntamiento de Barcelona. No tenemos más que dirigir nuestra mirada a la pantalla: géneros como el slasher (películas sobre asesinos en serie) o el thriller se recrean en la muerte de las mujeres (tardan el doble en morir), a quienes humillan y reivindican simultáneamente. Esto cristaliza en la ambigua figura de la final girl. ¿Por qué percibimos la muerte femenina de una manera distinta?
Violencias pandémicas: Mujeres en casa
Durante las últimas semanas, hemos escuchado una y otra vez la consigna “quédate en casa”, como una sentencia que alude al hogar como un sitio de seguridad y resguardo; sin embargo, para algunas mujeres, la vivienda es también lugar de incomodidades, abusos y violencias de toda clase. La relación de la mujer con el hogar dista mucho de la que el hombre suele tener. Lejos de ser un espacio de descanso o protección, la casa puede convertirse en un segundo o tercer trabajo, repleto de tareas ineludibles. De esa forma nos fue enseñado desde la infancia, cuando nos regalaban bebés ficticios, casitas e instrumentos de cocina que nos preparaban para la futura vida doméstica.
Sobre la subversión de los símbolos nacionales
En ocasiones, se concibe al arte como una entidad independiente de las problemáticas sociopolíticas de la humanidad. El aura de divinidad con que suele ser tratado puede dar la sensación de que encarna una perfección inalterable; sin embargo, las expresiones artísticas, profundamente relacionadas con el contexto en que son creadas, no siempre han sido ajenas al sufrimiento, a la injusticia o a las preocupaciones sociales.
Las demandas de la población que sale a las calles a manifestar su inconformidad suelen acompañarse (y apoyarse) de expresiones de carácter estético. Entonces, las imágenes personifican el mensaje detractor que busca comunicarse; se convierte en el vehículo mismo que facilita la visibilización y la difusión de la crítica. Basta recordar el cuerpo de imágenes que acompañaron las marchas y los mítines durante el movimiento estudiantil del 68.
#NiUnaMenos: Trazos subversivos por la justicia
El arte nos salva de la muerte en vida,
Sofía Weidner*
y del olvido durante la muerte.
La violencia contra las mujeres ha sido una constante a lo largo de la historia; sin embargo, no fue sino hasta el último siglo cuando la atención en los espacios privados y las prácticas cotidianas permitieron develar los mecanismos de poder a través de los cuales se ejerce dicha violencia. Bajo el lema «lo privado es político», sostenido por algunas teorías feministas, se han señalado de manera puntual los escenarios en que la violencia de género tiene lugar, elevándose al ámbito público un problema que se había mantenido en lo privado. Ello ha devenido en un cambio en la percepción de las transgresiones hacia la mujer. A inicios de la década de los noventa, la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Banco Mundial y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (FNUAP), declararon la violencia contra las mujeres como un problema de salud pública. Desde entonces, hemos despertado con mayor vigor ante las desigualdades y el abuso del que la mujer es objeto. No obstante, basta mirar el pasado y analizar desde una perspectiva de género la historia para denotar que el problema hunde sus raíces en una larga tradición de violencia hacia el género femenino.