La pandemia del COVID-19 ha tenido un impacto innegable en nuestra sociedad. Además de las consecuencias sanitarias, los protocolos de contención necesarios nos han aislado los unos de los otros, convirtiéndonos en burbujas comunicadas mediante Internet. Los encuentros cara a cara se han visto sustituidos por las videollamadas; tomar café con amigos, por probar la última receta viral solo y subir foto a las redes; las clases presenciales, por cursos en línea. Esto sólo confirma una tendencia que veíamos venir desde hacía años, especialmente con el auge de las nuevas tecnologías: una sociedad más sola, donde los jóvenes y los ancianos representan los sectores más perjudicados. En países como Japón o Inglaterra existe incluso un Ministerio de la Soledad. Algunos autores ya definen este fenómeno como la enfermedad de nuestro siglo. Quizás por eso ahora, más que nunca, encontremos refugio en las películas con héroes solitarios. Algunos, en parajes inhóspitos, sólo se tienen a ellos por compañeros; otros, obligados por su trabajo, merodean por los mares o carreteras nacionales; otros, flâneurs sin rumbo, están en una ciudad llena de gente, pero no pueden contar con nadie. Paradójicamente su soledad, al contrario del encierro al que nos ha obligado la pandemia, les ayuda a descubrir nuevos mundos, sirviéndonos así a modo de escape. He aquí a los héroes solitarios de la historia del cine.
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Soledad
Al medio día de ayer, Soledad estaba cerca de irse de la biblioteca. Luego de leer una cantidad inmensa de libros, descubrió que comenzaba a quedarse ciega. Posiblemente el ardor en sus ojos se debía […]
Esto no significa nada: la soledad y el error como problema estético
llevar más lejos lo que no va a ningún lado
“llevar más lejos” y “ningún lado”
alejándose al mismo tiempo
en direcciones opuestas
Ismael Velázquez Juárez
En el año 2015, bajo el sello editorial Palacio de la fatalidad, Ismael Velázquez Juárez (Distrito Federal, 1960) publicó su más reciente poemario Esto no significa nada[1]. Es un título premonitor y a la vez paradójico. Por un lado, el poeta anuncia en una línea cuál será la suerte de poética del libro y, por otro, esta misma frase que vindica el no-sentido de hecho llega a significar a todo el texto. Es así como la categoría de la negación inaugura al poemario, pues al título que señala lo que (aparentemente) no habrá en su interior –sentido- sigue el primer poema “cosas diversas sobre las cuales no vamos a tratar”, que al tiempo que sirve de reflexión metapoética, parece que advierte, con un dejo de ironía y tono de sin razón que no quita en el lector la intuición de que existe ahí un tipo de profundidad significativa, “lo poético es aquí otra cosa”.