Etiqueta: cuentistas mexicanos contemporáneos

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Para desnormalizar la otredad: “De cerca nadie es normal”, de Hiram Ruvalcaba

La marginalidad perpetúa los límites a veces imperceptibles en nuestra realidad. Si se observa con detenimiento, hasta el plano cotidiano más nimio puede revelar la negligencia, el rechazo, el estigma, el desprecio, el ostracismo. De cerca nadie es normal (2022), libro merecedor del Premio Nacional de Cuento Agustín Yáñez en 2021, apuesta por dar voz a ese tipo de personajes relegados. Ocho acercamientos a la (a)normalidad ofrece esta obra de Hiram Ruvalcaba (México, 1988), publicada por la Secretaría de Cultura de Jalisco en coedición con la Editorial Universitaria de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL).

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Los dados ya estaban tirados – Relato de Alan Santos

La primera vez que me aproximé con consciencia a la experiencia del miedo tenía alrededor de cuatro años. Claro que tuve miedo antes, pero soy incapaz de recordarlo. De ahí que escoja, un poco arbitrariamente, la primera vez que me dejaron unos instantes solo por la noche, o al menos la primera vez de la que fui consciente de mi soledad, como mi primera experiencia con el miedo. El recuerdo de aquella sensación de abandono me acompaña hasta hoy en día cuando me voy a dormir. Ya no es el miedo en sí mismo —es, más bien, la reinvención del miedo— lo que viene a mi cabeza cuando pienso en aquello que más me ha atemorizado en la vida. Y así fue hasta hace algunos años, cuando pasé de sentir miedo a la soledad a sentir miedo a habitar un cuerpo enfermo. Trataré de aclarar esta cuestión.

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Tiempos canallas en “Lluvia de noche y otras acanalladas narraciones”

Carlos Vadillo Buenfil (México, 1966) es un narrador y ensayista mexicano originario de Campeche. Sus obras abordan temas como la muerte, la soledad, la corrupción, el crimen organizado y la cotidianidad, por mencionar algunos. Ha sido galardonado con los premios nacionales de cuentos Efraín Huerta, Ramón Rubín, José Alvarado, entre otros. Recientemente, la Editorial Universitaria de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) publicó Lluvia de noche y otras acanalladas narraciones (2023), una antología de cuentos que retrata la sordidez de la sociedad latinoamericana en lugares como pueblos olvidados, circos, ferias, prostíbulos, cantinas, universidades o bibliotecas, con lo canallesco como hilo conductor en forma de personajes o situaciones viles y despreciables. 

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No recuerdo cuántas fueron – Cuento de Ailton Téllez Campos

La señora Martínez, casera del edificio, había entrado a mi departamento, ya que el olor a carne echada a perder que salía por debajo de la puerta la obligó a reclamarme, aunque se llevó la sorpresa de que todo se encontraba en orden. Sin embargo, mi aparente ausencia y el penetrante olor que había alrededor no la detuvieron para ahondar por cada rincón de la sala.

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El niño interior – Cuento de Edis Namar

Did you exchange
a walk-on in the war
for a leading role in a cage?

R.Waters y D. Gilmour

Prólogo

Era el remanente de un sueño de los últimos días: como de seis años, enclenque, con sus manitas de ventrílocuo, de estatura más baja que todos los niños, parado frente a una mesa con una jaula cubierta de un retazo de tela negra; una concurrencia expectante en un jardín iluminado por un sol cálido; una vocecita que dice: «Abracadabra, que aparezca un pájaro». Silencio. Por algún motivo, no descubre la jaula. Un hombre grita desde el público: «Navarro, eres un imbécil; eso ni siquiera rima; por eso, no te salió el truco». Y aunque él y su nariz afilada lo exasperaba, eso era lo de menos. El niño hubiera despojado la tela de no ser por el pavor que, de súbito, se esparció por su cuerpo. Sin una secuencia intermedia, como si hubiera desunido sus átomos hasta aparecerse enfrente de la mesa en sus contornos de Nosferatu, el hombre empujó al niño y quitó el retazo de la jaula: una cabeza se encontraba tras las rejas. «Te dije, Navarro, eres un tarado; apareciste otra cosa». Mientras que el niño reconocía de quién era la cabeza, de ésta salía expulsado el ojo izquierdo.

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La muerte de Liquidámbar || Cuento de Baltasar Botavara

Cuentan quienes presenciaron la ejecución de la sentencia que la mañana del viernes veintiocho de agosto el parque del barrio Los Libertadores olía a ámbar gris mucho más que de costumbre. El cielo negro y el viento rabioso parecían protestar por lo que estaba a punto de suceder. Los notables de la Junta de Acción Comunal habían decidido que en el libro del destino de Liquidámbar estaba escrito que no vería el amanecer del veintinueve de agosto, que en este otoño sus hojas de cinco puntas no se colorarían de amarillo y granate.

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La soledad y sus arrugas || Cuento de Enrique Esparza Vázquez

Mi reloj de mano ya marcaba las diez de la mañana y Norma seguía sin tocar mi puerta. Llegué a creer que los comentarios de Clotilde la habían desanimado, pero Norma no es una mujer vulnerable y me es difícil creer que esa fuera la razón por la que no haya venido ni el jueves ni el sábado. Dejé pasar las horas hasta que todas mis amigas se fueran para salir a buscarla. Fue una mañana larga, pues mis ojos no dejaban de mirar la hora, me sentía desesperada, pues a cualquiera de nosotras, por nuestra edad, ya nos puede pasar de todo. Un día te duelen los pies, al otro día la cabeza, por la noche se te sube la presión, por el día se te baja… en fin, ya eran las dos de la tarde cuando pensé si primero recogía la terraza o me dirigía directo a casa de Norma, pero pensé que era ilógico quedarme a limpiar cuando toda la mañana esperé el momento para salir a buscarla. Tomé mi gabardina por si el viento era fuerte o por si en el transcurso del camino se soltaba la ventisca, salí de mi casa sin avisarle a mi marido y cerré con seguro la puerta.