Se llamaba Pedro. Murió de viejo o, al menos, eso es lo que me dijeron por ahí. El médico me pidió que llamara a su familia para avisarles de su deceso, pero Pedro era huérfano. Era el huérfano más viejo que conocí en la vida. Tenía 86 años, nunca se casó, jamás le supe de algún hijo regado. No le conocí mujeres con las que haya romantizado, ni tampoco hombres.
