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NRMAL y Aural: de cómo dos chicos raros han dado las mejores fiestas de la Ciudad

Por Arturo Meléndez

¿Dejar la Ciudad de México? Es una opción tentadora si se considera el aumento de la población y su correspondiente impacto en la vida diaria. Algún estado tranquilo y apacible como Hidalgo sería una buena alternativa; aunque si algo extrañaré de la Ciudad, además de su arquitectura o su red de transporte, son los festivales de música, y no me refiero al Vive Latino o Corona Capital.

Más allá de estos dos eventos, la oferta de festivales en la Ciudad es amplia y apta para todos los gustos, aunque no es exclusiva, pues más espectáculos del mismo tipo se inauguran año tras año a lo largo y ancho del país, tales como Roxy Fest (Guadalajara), Pal’ Norte (Monterrey), Pulso GNP (Querétaro), entre muchos otros. Todos ellos se han caracterizado por promover actos locales y, más recientemente, por traer artistas internacionales de moda en México.

Esta diversidad en el mercado reduce mis posibilidades de querer abandonar la Ciudad, y esto se refuerza con la existencia en ella de dos festivales que no he conocido en otros estados, que me atan a la capital de una manera nostálgica.

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Por el boulevard de los sueños rotos

El centro de la Ciudad de México encarna en sí mismo la esencia de la contradicción. Quinientos años de urbanismo arquitectónico han sido suficientes para fundar los cimientos de una metrópoli que es fruto de la antagonía más insalvable. El paso del tiempo ha superpuesto piedra sobre piedra, haciendo que esta ciudad parezca devorarse a sí misma. La imagen de la serpiente que engulle su propia cola. El Templo Mayor a escasos metros de la Catedral, los vendedores ambulantes frente a los escaparates de las tiendas de prestigio, las desgastadas vecindades en la misma calle que las imponentes casonas; el centro capitalino, bautizado por el mismísimo André Bretón como «el lugar más surrealista del mundo», ha terminado por ser la materialización física de una forma de vida que se niega a sí misma.

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¡Prohibida la entrada! Mujeres en las pulcatas de la Ciudad de México

La Ciudad de México posee una gran variedad de establecimientos de comida. Actualmente, se encuentra con facilidad gastronomía de diferentes países del mundo, no importa la lejanía; sin embargo, una tradición que se transforma constantemente pero que no se abandona es la venta de pulque.

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La ciudad de los encuentros

Soy chilango, hijo de padres chilangos y abuelos chilangos. La ciudad corre en nuestra sangre y también por nuestros ojos. Comencé a conocer a la capital mexicana en viajes de fin de semana: mis tíos y mi madre crearon una simbiosis veraniega, así que pasábamos el estío en Puebla y el resto del año salíamos cada sábado por la inmensa metrópoli. Los lugares eran diversos: Coyoacán, la Villa de Guadalupe, el espacio escultórico universitario, el Centro Cultural de la UNAM, el jardín botánico, el centro histórico, Reforma, etc. Poco a poco me volví adicto a sus edificios, sus avenidas, sus parques. Nací aquí, en la noble y leal ciudad de los encuentros.

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La enésima musa

«La hoja blanca poco a poco poblada de edificios, ventanas, corredores.»

VICENTE QUIRARTE

«Es la ciudad perdida por antonomasia, pero encontrada por la literatura que la construye día a día, que la restaura, que la revela, que la cuida, que la reta.»

GONZALO CELORIO

Nuestro país posee una capital -antes llamada Distrito Federal, ahora Ciudad de México- que bien podría ser un microcosmos de todo nuestro extenso territorio. Círculos dentro de círculos, a veces más grandes, a veces más pequeños. Si bien tendemos a centralizar o a jerarquizar, lo cierto es que no existe un México en sí mismo, sino más bien muchos «Méxicos» que coexisten diariamente; en ocasiones más intrincados que lo que nuestra propia percepción acoge. Indaguemos, pues, en una somera óptica.

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Bajarle los humos a la poesía || Carlos Sánchez

Una reseña sobre Un instante en el paraíso de Juan Domingo Argüelles

“Hay que bajarles los humos a los poetas, y hay que bajarles los humos a la propia poesía. También a los críticos y a los falsos críticos de poesía. Hay que leer poesía para saber qué es la poesía”, dice Juan Domingo Argüelles (México, 1958) en el prólogo de Un instante en el paraíso. Antimanual para leer, comprender y apreciar poesía (Laberinto, 2016). Juan Domingo es conocido por su labor como difusor de la literatura y de la lectura. Hay que añadir que también es un buen poeta, cosa cada vez más extraña en nuestras letras. En este libro, el autor, conocedor de cómo se desarrolla la poesía en la actualidad y cuál es su recepción, nos ofrece una serie de ensayos divididos en siete capítulos (“¿Qué es poesía?”, “La iniciación”, “La crítica”, “Curiosidades poéticas”, “Instituciones y certezas”, “Realidades y mentiras en la poesía” y, por último, “Supervivencia y vanidad”).