El arte nos salva de la muerte en vida,
Sofía Weidner*
y del olvido durante la muerte.
La violencia contra las mujeres ha sido una constante a lo largo de la historia; sin embargo, no fue sino hasta el último siglo cuando la atención en los espacios privados y las prácticas cotidianas permitieron develar los mecanismos de poder a través de los cuales se ejerce dicha violencia. Bajo el lema «lo privado es político», sostenido por algunas teorías feministas, se han señalado de manera puntual los escenarios en que la violencia de género tiene lugar, elevándose al ámbito público un problema que se había mantenido en lo privado. Ello ha devenido en un cambio en la percepción de las transgresiones hacia la mujer. A inicios de la década de los noventa, la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Banco Mundial y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (FNUAP), declararon la violencia contra las mujeres como un problema de salud pública. Desde entonces, hemos despertado con mayor vigor ante las desigualdades y el abuso del que la mujer es objeto. No obstante, basta mirar el pasado y analizar desde una perspectiva de género la historia para denotar que el problema hunde sus raíces en una larga tradición de violencia hacia el género femenino.