Categoría: La edad dorada

La edad dorada. Cine, literatura y sociedad. Muchas veces una mirada al pasado nos ayuda a comprender mejor el mundo en el que vivimos.

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El día que Lucy se quedó embarazada

En esta columna se ha hablado mucho sobre figuras femeninas transgresoras que se negaron a aceptar el papel que les había reservado la sociedad: casarse y tener hijos. Condenadas a vivir en las sombras durante la época del estricto Código Hays, con el cual se pretendía volver a los ideales tradicionales estadounidenses, poco a poco ganaron su lugar en el cine moderno. Pero aquellos que se salían del statu quo no fueron las únicas víctimas de la censura. Aunque las películas hechas durante el Código remarcan la importancia de formar una familia, en ningún caso muestran el proceso previo. Y no es el sexo lo que censuraron (nunca mostrado de manera explícita, pero sí insinuado), sino del embarazo, considerado tabú en el Hollywood clásico.

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Ellas, las villanas

Amy Dunne, antagonista de Perdida (David Fincher, 2014), es una de las villanas más interesantes y polémicas de los últimos años. Tras su estreno, los medios no se ponían de acuerdo. ¿Debía ser considerada una figura empoderadora? ¿O era, al contrario, un personaje escrito desde la más profunda misoginia? “Una de las películas más feministas del año”, decía Forbes. “Amy Dunne no es feminista”, advertía en cambio The Observer. Tales reacciones no son más que una muestra de la incomodidad de la sociedad ante la idea de una antagonista femenina fuerte, pues estas son tan raras que no sabemos qué hacer con ellas. Más allá de las etiquetas feminista-misógino, han sido relegadas a un segundo plano, destacando únicamente su condición de mujer.

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Hablemos de moda

Gilda, Lo que el viento se llevó, El Mago de Oz. Cuando pensamos en estos tres títulos, nos vienen varias ideas a la cabeza: su condición de clásicos, su reparto estelar… o su vestuario icónico. Ahora bien, a pesar de contar con conjuntos míticos, ninguna de ellas puede presumir de tener el Oscar a mejor vestuario. ¿Cómo es eso? Pues bien, porque en aquel entonces la categoría aún no había sido creada. El vestuario, ese elemento imprescindible que ha convertido tantas películas en clásicos, no fue reconocido por la Academia hasta el año 1948. Esto no significa que hasta entonces no jugara un papel clave. En este artículo descubriremos un poco más sobre su historia y su relevancia en la creación de una película.

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En el armario

“Quiero estar sola”, dijo Greta Garbo en Grand Hotel (1932, Edmund Goulding). Estas palabras, escritas a medida para el mito de la esfinge sueca, han perdurado en el tiempo como si de una reflexión suya se tratara, y ha contribuido a consolidar su leyenda. En efecto, en el sistema de estudios actor y personaje eran indisolubles. Al convertir a Garbo en una figura enigmática más allá de la pantalla, la fascinación por ella no hizo más que crecer, del mismo modo que los ingresos para la productora. Además, era la tapadera perfecta para esconder las muchas relaciones con mujeres que la estrella mantuvo a lo largo de su vida. Durante el Hollywood clásico, la homosexualidad era mantenida en estricto secreto, y durante muchos años fue censurada en sus películas. La de la Garbo es solo una de las muchas historias.

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La ¿empoderada? mujer fatal

No hace falta mucho para crear una película de cine negro: un cínico detective, una trama de asesinatos y corrupción… Y, por supuesto, la femme fatale, esa mujer peligrosamente atractiva que llevará al héroe a la desgracia. Lauren Bacall, Mary Astor, Barbara Stanwyck o Lana Turner son algunos de los nombres que nos vienen en la cabeza cuando se menciona este icono, repetido e interpretado hasta nuestros días. A pesar de las numerosas interpretaciones de esta figura, el debate sigue sin respuesta: ¿debemos verla como un icono feminista o más bien como una muestra de la misoginia de su momento?

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¡No tiene gracia!

“Todo es divertido siempre y cuando le esté pasando a otro”. Esta frase de uno de los reyes de la comedia, Will Rogers, resume a la perfección la esencia del género: las desgracias ajenas, bien ejecutadas, siempre han asegurado las risas del público. Por supuesto, las cosas han cambiado un poco desde aquellos primeros gags de fuerte influencia teatral con música clásica de fondo. La introducción del sonido fue todo un punto de inflexión que permitió hacer un humor más sutil y con más matices. Así, a la comedia clásica le aparecieron varios subgéneros, tales como la parodia o la comedia romántica. Ahora bien, por más lejanas que nos puedan parecer las películas de Charles Chaplin o de Buster Keaton, el cine moderno les debe muchísimo, más aún por ser fuente de inspiración para muchas comedias actuales. ¿Por qué acabó la era de la comedia muda? ¿Podríamos afirmar que es, en algunos sentidos, más actual que algunos filmes posteriores? Adentrémonos en la historia de la comedia en Hollywood.

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Metacine: cuando Hollywood habla sobre sí mismo

Del mismo modo que el que quiera aprender sobre literatura deberá leer libros, la tarea del cinéfilo no puede entenderse sin el visionado de películas. En definitiva, por más manuales que se hayan escrito, normalmente las mejores lecciones de cine no requieren siquiera apartar la vista de la pantalla. En los cincuenta, musicales emblemáticos como Cantando bajo la lluvia (1952, Gene Kelly y Stanley Donen) expusieron el problema del paso del cine mudo al sonoro. En la última década, biopics como Hitchcock (2012, Sacha Gervasi) o Trumbo (2015, Jay Roach), o la comedia ¡Salve, César! (2016, Ethan y Joel Coen), han acercado al público actual al sistema de estudios del viejo Hollywood. Y es que, ya desde su nacimiento, el cine ha necesitado hablar sobre cine.

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Cómo acabar con el cine de mujeres

“Las mujeres llevan haciendo cine desde hace más de cien años, pero cuando mueren sus esquelas son muy pequeñas.” Con estas acertadas palabras habla Tilda Swinton sobre la ya conocida ignorancia a las cineastas femeninas en la industria; a la vista están las estadísticas. Según el último informe de The Celluloid Ceiling, llevado a cabo por la Doctora Martha Lauzan, ocupan  apenas un 20% de los cargos detrás de las cámaras de una película. Además, solo en 1% de las películas analizadas hay más de diez mujeres en el equipo técnico; en el caso contrario (más de diez hombres en el equipo) la cifra se eleva al 74%. En lo que a reconocimientos se refiere, Katheryn Bigelow es la única directora que ostenta un Oscar por su trabajo. Algunos argumentarán que esta evidente desigualdad se debe a la tardía incorporación de la mujer a esta industria, y que, tras unos años, su posición será equiparable a la de los hombres. Quizá no saben que las mujeres han participado activamente en el cine desde sus orígenes, no solo como actrices, sino como técnicas. Muchas de ellas han sido figuras clave en el desarrollo del séptimo arte, y, aun así, no son valoradas al mismo nivel que sus equivalentes masculinos. ¿A qué se debe esta falta de reconocimiento?

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¿Libertad o decencia? Del Pre-Code a la censura

En la película ¡Salve, César! (2016, Ethan y Joel Coen), el director de un estudio de cine se reúne con varios líderes religiosos para discutir la representación de Cristo en su próxima gran producción. Quiere así asegurarse de que no resulte ofensiva para ninguna fe y, por lo tanto, evitar la censura. Aunque la escena está pensada a modo de parodia, es sin duda un buen ejemplo para acercarse al sistema de estudio en el Hollywood clásico, donde las películas que no se ciñeran a las normas eran susceptibles de ser censuradas. No obstante, esto no es aplicable a toda la edad dorada. Hay un breve período entre 1929 (auge del cine sonoro) y 1934 (implantación del Código Hays de conducta) durante el cual las producciones destacaron por su carácter subversivo y por presentar argumentos que, posteriormente, serían motivo de censura (sexo extramatrimonial, mestizaje, homosexualidad, entre otros). Esta época, el Pre-Code, ha pasado a la historia como una de las más liberales del cine clásico. ¿Por qué acabó de manera tan abrupta? ¿Antes del Código Hays no había censura en el séptimo arte?

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Sobre rojos y amazonas

Los años 50 son, sin duda, la edad de oro de la ciencia ficción en el cine. Después de explotar hasta la saciedad el cine de monstruos durante los 30 y los 40, Hollywood necesitaba una nueva amenaza. La postguerra y sus consecuencias, tales como el desarrollo de las armas nucleares, el apogeo de la URSS y la progresiva emancipación femenina provocaron una sensación de inseguridad en el hombre estadounidense medio. La ciencia ficción, que logró dar forma a estas preocupaciones y, mediante mensajes anticomunistas y misóginos, aseguraba acabar con ellas, se erigió como el nuevo género de moda. El mensaje era claro: a pesar de los cambios sociales que ponían en peligro el estilo de vida estadounidense, el país se mantendría firme por preservar el statu quo.