No es tu nombre
No es tu nombre, no. No es tu nombre el que saborea mi lengua, carajo. Ni es tuya la piel que me penetra, no. Tampoco son tus labios ni es la voz la tuya cuando nos dejamos por fin en paz y llega el adiós sin atrevernos a mirar.
Fundidas las estrellas, sé que no estarás y aun así te busco. Una noche, eso fue todo, tal vez menos, un rato y nada más. ¿Cuál era tu nombre? ¿Cuál era tu maldito nombre, carajo? ¿Cómo pude olvidar tu nombre?