Categoría: Creación literaria

Creación literaria. Narrativa, poesía, minificción y otros híbridos.

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El horizonte blanco – Cuento de Juan Carlos Vásquez

Lentamente se aproxima la niebla, ya no posee un lenguaje ni un cuerpo, pertenece a un sueño interminable que se vuelve aburrido y agotador. Ya no puede hacer nada. Lo que no podía llegar a ser ha llegado suscitando una realidad inevitable. Se va a repetir sin saberlo, a la misma edad y con el mismo sentimiento, intentándolo.

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Mártires de guerra – Rusvelt Nivia Castellanos

Sin salvación

Lo conocí en la vereda del Darién. Felipe era joven como yo. Tenía unos quince años cuando aceptó contarme su anécdota. Ese día estábamos sentados en la cama de su cuarto. Yo lo escuchaba con afección. Bebíamos juntos el café. Me hablaba sobre la guerra y la paz de nuestro país. Mientras, las balas tronaban allá afuera en los campos. En lo íntimo, claro que tuve miedo por mi vida. El combate percibido parecía ser aterrador. Eso, el traqueteo de metrallas, no paraba de sonar escandalosamente a lo rayano. Ambos sufríamos la angustia. Menos mal; logré respirar hondo, me controlé con la mente y proseguí en atención con el testimonio de Carlos Felipe.

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Las vueltas de la felicidad – Cuento de Marcelo “Colo” Pascale

La felicidad estaba ahí, la tenía muy cerca. Palpable, pero inalcanzable. Para él siempre era lejana, ajena. Intocable. La música lo ensordecía, sabía que nunca la bailaría. Le retumbaban sus acordes graves, viejos, gastados, repetidos, mezclados con las risas de los niños, estridentes, agudas, chillonas. Era el tren de la vida que pasaba delante de él y no permitía que se suba, él sabía que jamás conseguirá ese boleto que lo lleve a dibujar una sonrisa.

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Apocalipsis sónico – Poema de María Nebura

Custodiado entre los oídos
incapacitado para salir ordenadamente por la boca
el caos de gritos,
abarrotado
se hace materia
estruja
estruja
¡rompe!
roto el cráneo
cae al suelo del mundo de los sordos
hace del estrépito de un apocalipsis sónico,
poseída en esta avalancha
seguiré a los cuerdos que aterrados huyen de mi demencia.

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Cuántas nubes (o encara persisteixen els núvols baixos) – Cuento de Gabriela Almanzar

Para Sam

Encara no ha arribat l’estiu, decía la Laia porque no, aún no llegaba el verano, se encogía de hombros y se enrollaba la bufanda en el cuello una vez más. La bufanda que se extendía hasta la cintura y el cuello que soportaba al menos dos vueltas adicionales. L’estiu no ha arribat, repetía la Laia mientras se calzaba las botas hasta la rodilla y miraba por encima del hombro para asegurarse de que Emilia la escuchaba, de que Emilia no dormía. No, no cal portar impermeable, decía la Laia mientras elegía el abrigo del día, mientras lanzaba todos los que no lo serían sobre la cama, sobre la alfombra, sobre las medias sobre la alfombra. I tu què faràs avui has de hacer algo hoy, preguntaba afirmando la Laia y collons, deberías moverte hoy, buscarte algo, alguna coseta, decía la Laia mientras los labios rojos y las pestañas largas y un giro rápido frente al espejo. Me voy, fins després y la puerta se cerraba tras ella. Y se abría de nuevo. T’estimo, Emilia, muchísimo. Y de nuevo el golpe de la puerta y el eco de las botas que se apresuraban a bajar las escaleras de dos en dos y nada más. Entonces Emilia se sabía sola, enterraba la cabeza en la almohada y gritaba. Entre plumas, entre hilos, entre blanco. Luego miraba al techo y extendía los brazos. Parpadeaba. Sólo parpadeaba. Por qué siempre le hablaba en catalán. Estiraba las piernas y movía los dedos de los pies, dedos independientes que movía uno a uno, para que la sangre fluyera. Todo olía a la Laia. A la Laia y su perfume ácido y astringente que se pegaba a la tráquea y la obligaba a retrasar el desayuno. La Laia que sólo le respondía en catalán pero que, a los demás, castellano. Y ella queriendo aferrarse a su español, no queriendo perder eso último que le quedaba de quien había sido.

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El Torso – Cuento de Seth Nahúm Contreras

“It’s gruesome.
That someone so handsome should care”

Johnny Marr, Steven Morrissey

“En la escuela, guapo?” 

El Torso me envía mensajes desde la mañana. Imagino que lo hace cuando va de camino al trabajo, con su clásica camisa blanca cubriendo su oscura mirada; su nariz definida y alargada; sus líneas marcadas; su boca pequeña, oscura y un poco abierta; y su barba que apunta a lugares misteriosos.

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Fragmentos de Entomemas – Daniel Vega Tavares

[Apunte][1]

Pienso demasiado insistentemente y con frecuencia asqueado en insectos, pero aun así salgo a caminar para encontrarlos y vuelvo hecho un manojo de nervios. Me lleno de valor para fotografiarlos y los dibujo piloerecto con una irritación terrible en la mejilla que rasco como si tuviera ácaros rojos recorriéndola en círculos, círculos rojos y pequeños circulando.