Limpieza por la noche
Me gusta hacer limpieza por la noche,
dejar todo en orden
por si mañana no estoy,
por si es la última vez,
por si en algún momento…
Todo en su lugar,
como un tipo de reinicio a mi vida.
A veces, cuando hay tanta suciedad
imagino que soy yo por dentro
y de repente los recuerdos u
otros ruidos aparecen
y siento la necesidad de ponerlos en orden
para que no me lastimen tanto, como antes.
No sé en qué libro
o de quién lo escuché
que la manera en que ordenas y está
tu habitación es el reflejo de tu mundo interior.
Quizá, quizá me lo inventé yo mismo como una excusa
para frenar tanta molestia, tanta inestabilidad.
A veces también siento una especie de abandono,
pongo en mi cabeza un modo automático que no entiendo
y todas las personas que conozco vienen a mi mente
junto con todos los lugares donde he estado,
se reproducen como una película
luego…, repentinamente, me veo invadido por una
fuerte soledad
y trato de aferrarme a esas personas que no, no están,
quizá algunas ya no vuelvan,
quizá las vea mañana, no lo sé.
Lo cierto es que en mis memorias permanecen,
no en las que duelen, porque entonces estaría muy jodido.
No puedo controlar sentirme de esta manera
pero las cosas se dan, la cocina queda limpia, los trastes,
también, la comida hecha por las tardes.
Mi abuela me ha dicho que hacer limpieza de noche atrae “mala suerte”,
por supuesto que yo no lo creo,
todo debe estar en su lugar,
por si dejo esta casa,
por si elijo mi libertad antes que este morir lento.
*
Rebrotar
Imagina que resurjo desde los escombros de mi mente
para enaltecerme tras varios días de lucha contra mí mismo.
Imagina que la batalla fue tan larga
que, ausentado por días,
abracé el dolor, pero me abracé más a mí,
anhelé más el sol que la sombra y eso que yo no soy de soles,
soy más de otoños y de inviernos.
Imagina que quise salir como antes,
vivir y amar la vida, pero desde mí mismo,
devorar todos los libros habidos y por haber,
conocer personas, aunque todavía sea la última cosa que quisiera hacer.
Imagina que este día no me importó si me veía bien,
salí como lo haría un pájaro que ha pasado meses encerrado en una jaula,
como alguien que ha estado varios días en un hospital,
como aquel al que le han roto el corazón y se ha vuelto a enamorar.
*
Yo ante el tumulto de la gran ciudad,
la ciudad de locura,
la ciudad del ruido,
me busco entre las miradas y los rostros
de aquellos a los que les soy indiferente.
Caminamos hacia la misma dirección con miles
de historias reproduciéndose en nuestra cabeza,
miramos hacia todas partes,
miramos el teléfono, luego, nos perdemos entre otros cuerpos
y las sombras de los grandes edificios nos aplastan.
La locura de la gran ciudad me hace anhelar algo que no tengo.
*
Anhelo matutino
A veces despierto con la fuerte idea de querer convertirme en todo aquello que no he podido ser,
pájaro,
cielo,
deseo no aprisionado,
ola de mar.
Me estorba el cuerpo.
*
El otoño y yo
Qué espiritual ver las hojas caer,
ver a los árboles mover sus cuerpos,
cantar sus propias melodías.
Esta mañana escuché a uno susurrarme al
oído “qué sano cuando sueltas”.
He visto cómo se desprenden de sus hojas,
sueltan sus memorias en cuestión de segundos,
y siempre bailan.
Casi a diario
me detengo a observarlos,
quisiera bailar con ellos, pero
aun no encuentro mi propia melodía.
La fuerza de los malos recuerdos
impide mi crecimiento.
*
11.11
La vida puede ser muy corta,
pero un abrazo puede durar toda una eternidad,
las personas que amas en algún momento
pueden convertirse en personas desconocidas,
el amor a veces se acaba,
pero el dolor no dura por siempre,
las tormentas tampoco
y a veces puedes bailar bajo la lluvia,
reírte fuerte,
reírte de ti,
de lo que no te gusta,
y de lo que te asusta,
podemos estar felices y luego,
no estarlo,
está bien si hoy quiero estar solo,
si solo quiero llorar,
si la película me ha parecido ridículamente emotiva.
No siempre puedo amar a todos con la misma intensidad,
hay momentos en los que pido ser amado desesperadamente, y otros, encerrarme en mi habitación porque estoy teniendo
una cita con la soledad.
No puedo agradarle a todo el mundo
y, sin embargo, ese mundo me gusta cuando soy parte de sus historias.
No puedo estar en todas partes al mismo tiempo,
porque si fuera así, retrocedería unos cinco años
para resolver algunas situaciones que a veces no me dejan
conciliar el sueño.
Volvería al momento donde muchas veces dudé de mí mismo tan solo para verlo con la conciencia y la experiencia que ahora tengo,
me evitaría hablar sobre lo catastrófico de la caída.
Pienso, que todas las noches muero un poquito más,
eso es inevitable.
Y ahora qué sé todo esto me gustaría aliarme con la vida,
no siempre seré joven, pero estoy seguro de que mi espíritu será fuerte, aunque el cuerpo diga lo contrario.
Un día… ya no habrá más días.
Autor: Sergio Caballero (México). Egresado del Instituto Nacional de Bellas Artes en teatro y actuación. Actualmente cursa la licenciatura de Letras Hispánicas en la Universidad Autónoma Metropolitana. Ha participado en diversos festivales de teatro como el “Festival Nacional e internacional de teatro universitario UNAM”. En su tiempo libre lee y escribe poesía, además de que tiene mucho interés por la poesía contemporánea.