Síndrome – Cuento de Lizeth Jacqueline Gutiérrez Pérez

El cielo estaba despejado, no existía el cúmulo habitual que irremediablemente se mostraba en esa época del año; en consecuencia, el sol arrojaba sobre la ventana su fastidiosa luz. El viento ese día pudo haber sido amable, pero se ausentó totalmente, cansado de mi estado de ánimo que, sin explicación alguna, se encontraba nublado. Las sonrisas satisfactorias de mi familia encendían un fúrico sentimiento en mi pecho.

A lo largo del día pude sentir al fondo de mi estómago un indiscutible presentimiento de que algo saldría mal y yo estaría implicada de manera irremediable. Pasaron las horas, aún grises y secas, pero naturales. Intentaba mantenerme ocupada, centrando los pensamientos en mis misiones cotidianas, cuando llegó a mí, sin aviso, un sólido dolor de cabeza que me derribó en el sillón. De inmediato se le unieron unas náuseas moribundas. Mi energía se consumió al satisfacer mi canal sensorial, concentrado en transmitirme cada gota de dolor. Mi cuerpo, agotado, se me caía, mientras me reducía al suplicio. 

Un creciente temor me asaltó al momento en que apretaba los dientes y escondía mi cabeza entre las rodillas, esperando que, acompañada de estos inexplicables síntomas, llegara la muerte y me liberara de este cuerpo que en sólo unos momentos se había vuelto escenario de la más tormentosa tortura.

Me mantuve así, quieta, comprimiendo cada músculo, aguardando impacientemente la muerte. Pero no llegó, mi síndrome se hizo cada vez más apasionado. Mi mirada estaba inmóvil, enfocando nada más la pared de enfrente que, mientras me retorcía, comenzaba a pigmentarse de rojo, confirmando mis infundados temores: algo horrible estaba pasando, pasándome. Gotas de sangre comenzaban a salpicar el piso.

Segundos después, frente a mí estaba un burbujeante lago vertical color jamaica, mirándome. Salpicaba mi cara, desprendiéndose lentamente de la pared, sofocándome de miedo. Mi grito fue ahogado por un gemido de dolor que provenía de lo más profundo de mi garganta. Aquel ente se acercaba a mí, arrastrándose como una amorfa sanguijuela. Sentí su calor acelerarse, palpitando.

Cuando estuvo a sólo medio metro de mí, dio un salto y me absorbió instintivamente. Aún sufriendo por el dolor físico, tomé aire y sin poder luchar me mantuve suspendida en aquella grumosa sustancia. 

El cielo seguía estando despejado, sin el cúmulo habitual que irremediablemente existía en esa época del año, y aquel hermoso día se vio saboteado por mi siempre inoportuna menstruación. 


Autora: Lizeth Jacqueline Gutiérrez Perez (Estado de México, 2003). Actualmente estudia la Licenciatura en Escritura Creativa y Literatura en la Universidad del Claustro de Sor Juana. Fue parte del “Taller de cuento insólito (trastocar la realidad con la escritura)” en la misma universidad, impartido por Alejandro Paniagua. Publicó en las revistas Glycis y Zaraguato en la que fue parte del comité editorial. En 2020 tuvo mención de publicación en el Concurso literario Biblioteca Popular del Paraná.