Genealogías de la intriga en “Mangle negro”, de Pilar Rivero-Dela Garza

Las mentiras pasadas se convierten en verdades que derrumban vidas.

Pilar Rivero-Dela Garza

La familia, especialmente en la literatura, alberga misterios, verdades difíciles de sobrellevar y mentiras en constante peligro de ser descubiertas por el más leve indicio: una carta resguardada en un cajón, las confesiones de un viejo conocido de la familia o los rumores incapaces de olvidarse que subyacen en la memoria de una comunidad. Además, las relaciones consanguíneas resguardan un primer boceto de respuesta para las preguntas identitarias más próximas y urgentes: ¿quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Hacia dónde voy? Mangle negro (2022), novela de Pilar Rivero-Dela Garza (México), recientemente publicada por la Editorial Universitaria de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), lleva a cabo un recorrido que aborda estas interrogantes. 

Alba, la narradora y protagonista de la obra, rememora constantemente su pasado, evoca su presente y discierne sobre su posible futuro. Mantiene una fuerte aversión hacia las mentiras inculcada por su madre. Asimismo, busca de manera persistente una verdad en contra del desamparo que la acompaña desde la infancia, debido a la prematura muerte de su padre y su carencia de vínculos significativos. Esta premisa resulta irónica, pues a pesar de odiar la mentira, Alba es demasiado crédula y manipulable. Su falta de suspicacia la lleva a generar un resentimiento excesivo e infantil con las personas cuando descubre que le han ocultado la verdad. Dicho sentimiento motiva acciones impulsivas que terminan por involucrarla en el incidente con el que inicia Mangle negro: un cadáver hundido en el manglar.

El libro de Rivero-Dela Garza desarrolla dos temporalidades que se alternan en capítulos bien diferenciados, todos escritos en primera persona. Por un lado, se encuentra la narración del pasado, mediante la cual Alba reúne y trata de hilar su misteriosa historia genealógica. En pocas palabras, estos capítulos conforman una suerte de mosaico que representa con profundidad el dolor, las obsesiones y el rencor derivados de un puñado de lazos conflictivos marcados por el rechazo y la incomunicación. Los demás personajes perciben a Alba como una mujer frágil e incapaz de afrontar la verdad. Esta situación provoca que asuma un papel de víctima, convencida de que las mentiras y acciones de los otros son, en buena medida, las responsables de sus problemas; asimismo, explica la dependencia emocional que desarrolla fácilmente con quienes parecen preocuparse por ella y quererla.

dijo que hay verdades muy difíciles de entender, aunque no por eso sean cosas malas y hay gente tan débil que sería incapaz de soportarlas, en eso me parecía a papá, quizá nuestro espíritu hecho de corteza de mangle nos convertía en seres más frágiles que los demás.

Pilar Rivero-Dela Garza, Mangle negro, UANL, p. 31-32

La segunda temporalidad es la del presente; se expresa a través de una narración muy puntual, concentrada en cada acción, lo cual le confiere por momentos un tinte cinematográfico. Los apartados de esta temporalidad fungen como una pausa en la que Alba intenta asimilar y dotar de sentido incluso los acontecimientos más descabellados de su pasado.

El misterio sustentado en la mentira y en lo no dicho que Mangle negro plantea desde sus primeros párrafos se complejiza conforme se suman elementos, tramas y personajes en el desarrollo de la novela. Rivero-Dela Garza juega con una intriga creciente. El mecanismo detonante del misterio es la reiteración de las preguntas que acosan a Alba, así como los hechos que desconoce. Si bien el recurso de repetir información clave o desconcertante nos alienta a llegar al fondo del asunto en la lectura, también resulta cansado, pues la narradora insiste frecuentemente en datos ya conocidos y que cobran relevancia muchos capítulos después o suponen una revelación menor. Aunado al perfil psicológico que Alba expone de sí misma a lo largo de la novela, la voz de la protagonista se vuelve muy poco confiable e impredecible.

Los personajes que habitan Mangle negro son pocos, pero poseen gran importancia debido a sus vínculos con Alba. Cada uno le presenta, a su manera, diversos enigmas: un padre de mangle, frágil, que muere cuando se aleja del lugar que lo vio nacer; una madre hipocondriaca que le niega su cariño y empieza, en palabras de la autora, a “extinguirse hacia dentro”; una abuela que la desprecia, le miente y decide “agonizar hacia afuera”; una mujer delirante, la loca del pueblo, con visiones y poderes mágicos; un secuestrador mudo, por momentos violento, con motivaciones desconocidas.

Los elementos fantásticos y rituales destacan desde el título. El mangle aparece como un fuerte símbolo; es al mismo tiempo el lugar donde todo comenzó y todo desemboca: contiene las respuestas, pero es también la fuente de las intrigas. Además, seres como el tlacuache y la tlanchana —criatura mitad mujer, mitad serpiente acuática—, y figuras religiosas como San Telmo y el Cristo Negro, acompañan y acrecientan el aura fantástica tanto del mangle como de la historia.

Decidí que mi Dios, como lo llamé, no castigaba ni hacía milagros, habitaba en cualquier sitio, excepto en la iglesia y por supuesto no se escondía en figuras de yeso o madera. Conocí a ese Dios cuando llegamos al puerto, creo que lo encontré en los manglares.

Pilar Rivero-Dela Garza, Mangle negro, UANL, p. 78

Otra directriz clave en la novela de Rivero-Dela Garza radica en lo identitario, cuyo abordaje se realiza a partir de nombrar. El nombre funge como uno de los primeros rasgos de identidad: constituye la palabra que la gente pronuncia para llamar o evocar, ante la cual se responde y de la que con mucha dificultad se puede deslindar. Incluso si renunciamos a nuestro nombre y decidimos adoptar otro, el original se revelará como una huella imborrable. Alba, en distintas instancias de la novela, recurre a renombrarse para efectuar un cambio identitario radical con la esperanza de establecer un nuevo comienzo y distanciarse de los tormentos de su pasado.

Esta renuncia supone el anhelo de convertirse en “alguien más, con otro nombre y otra historia”. La Calixta atormentada de la infancia se vuelve Alba por su aversión al nombre otorgado por su madre. Ya lejos de su figura materna, y a raíz de la obsesión que genera con una de las habitantes del puerto donde vive su abuela Teodora, Alba se enmascara como Imelda. Finalmente, Imelda roba el nombre de su abuela y se convierte en Teodora para “adormecer la carga que llevaba a cuestas”.

Mamá aseguró que desde que decidí llamarme Alba, mi vida se había torcido sin remedio, algo así como si hubiera caído una maldición sobre mí y, por añadidura, sobre toda mi familia.

Pilar Rivero-Dela Garza, Mangle negro, UANL, p. 38

Sin embargo, el empeño por volverse otra para enterrar el dolor latente fracasa. Alba, Imelda y Teodora continúan sintiéndose tan pequeñas, insignificantes, rechazadas por quienes aman como lo experimentó una vez Calixta. Ahora bien, este cambio de nombre e identidad se corresponde con los espacios que habita la narradora. Todavía junto a su madre, en la ciudad, Calixta se nombra Alba. Esta última, por otro lado, adopta la máscara y ansía la identidad de Imelda conforme más tiempo pasa en el puerto, en compañía de su abuela Teodora y Roberto, su pareja. Al llegar a la isla más cercana al puerto, en un nuevo intento por reiniciar su historia y rodeada de personas que desconocen su pasado, Imelda resuelve llamarse Teodora.

Mas allá de encontrar un camino claro, los reiterados cambios identitarios sumen a la protagonista en un desconcierto cada vez mayor, el cual también nos afecta como lectores, pues la intriga aumenta en vez de reducirse. La poca credibilidad de la narradora provoca que no podamos descubrir la versión real de los hechos. La Alba del tiempo presente está atrapada en un flujo de pensamiento que mezcla los eventos pasados con los actuales, a los cuales se agrega la incertidumbre sobre el futuro, los anhelos antes existentes y las interrogantes aún pendientes por resolver. Rivero-Dela Garza explora la imposibilidad de abandonar el pasado, de separarnos de quienes una vez fuimos. Encarna en su protagonista la búsqueda desesperada de convicciones a las cuales aferrarnos y la frustración de no encontrarlas.

Yo debería fundar una nueva colonia, escapar volando de este encierro, irme lejos, tan lejos, que ni yo misma fuera capaz de reconocerme en otro mundo, rebautizarme. Si una vez dejé de ser Calixta, hoy mismo desearía que Alba muriera al descender en otra tierra, lejana.

Pilar Rivero-Dela Garza, Mangle negro, UANL, p. 110

Finalmente, la insistencia de Alba por hallar una verdad sólida termina en obsesión. Las dolorosas respuestas que consigue sobre su historia familiar le generan nuevas interrogantes; siempre quedará información y resentimiento por desenterrar. Alba crea una adicción a la intriga de todo cuanto la rodea, excava más y más en las verdades entredichas que reúne porque “era como si me hiciera falta sentir el dolor que producía la duda”.

La gente es desalmada, cree que comprende la verdad, no saben que hay que resguardarla como a una mariposa, clavarla con alfileres a un trozo de corcho y clasificarla.

Pilar Rivero-Dela Garza, Mangle negro, UANL, p. 181

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