Contrastes – Poemas de Oscar Revelo

Disfraces

En la profunda noche, espesa, entre los desiertos de concreto y en la oscura selva que los sostiene, hay un corazón, miles de corazones que derraman su sangre cubriendo la tierra como una epidermis terrorífica, incesante y sin paz. ¡Una aparente exterioridad, tan sobrecogedoramente íntima y luminosa!:

Recuerdo ahora, en la resaca de esta tarde, en esta hermosa y desgarrada tarde de nubes coloreadas con tonos rosáceos, que plácidamente duermen en el cielo de la blanca ciudad de Popayán, truculentas imágenes de cuerpos desmembrados, tirados al río o enterrados… familias enteras perdidas para siempre en el espanto, en las suplicas, en el llanto, luego en la ira, el odio, el rencor y la venganza, adentro de la profunda selva colombiana.

Acá, “lejos” de ese aire tumultuoso, enrarecido con el olor del desespero y la muerte, estábamos en Halloween: ¡Los caramelos, los dulces, las calles atestadas de disfraces que pasaban a mi lado, a veces a empujones!

Encendí un cigarrillo e inmediatamente después sentí el sabor amargo y refrescante de la cerveza helada que sostenía en mi mano.

Monstruos de ensueño caminaban junto a mí, llevando el traje de la normalidad, devorándolo todo, probándolo todo, ¡queriendo comerse al mundo! También, aquellos manjares producidos en la oscura selva que nos hacen soñar con plácidos colores como los de las soleadas tardes, en fin, todo aquello que ha pasado por las entrañas oscuras de los campos dejando el olor a mortecina en cada gramo.

El desvarío de aquella tarde era cálido, confortable, pues yo también participaba en aquel carnaval de máscaras perfumadas de la muerte en una danza loca, macabra animada por una fuerza, deseo, incompletitud desmembrada, desbordada en alaridos ensordecedores que omitían suavemente la lluvia destellante de las selvas, de aquellos instintos primitivos, a los que veneramos y encubrimos noche a noche y día a día.

*

Una tarde

Hay en la moribunda tarde
algo de hiriente y de benévolo:
una adormecida ternura que, acaricia mi cabello
con las manos huesudas de la muerte,
una vaguedad insondable
que me deja con los ojos prendidos en el horizonte,
como soles apagándose.

Mi alma vaga por aquella languidez,
que brota de alguna parte
quizá de aquella suicida estrella a la que llaman lucifer.

En ese momento,
solamente las alas de la imaginación pueden levantar vuelo,
huyendo de la pesadez del mundo,
y vuelan alto, entre las luces del tráfico de la ciudad.
¡Vuelan hasta convertirse en nada!
hasta convertirse en una satisfacción cálida,
que brinda al mundo una sonrisa,
¿Quizá por esto ríen las calaveras,
desatadas de la carne?
¿Acaso por eso en mí, una nostalgia llega a hacerse tan grande
que se convierte en dicha?


Autor: Oscar Armando Revelo Rodríguez (Colombia). Antropólogo de profesión, egresado de la Universidad del Cauca (Colombia). Desde muy pequeño fue un soñador empedernido, tanto, que ya no sabe si habita un mundo real o uno hecho de sus fantasías cargadas de sinfonías melancólicas, pero también coloridas y psicodélicas. Cuando levanta su mirada a las estrellas, siente un temblor familiar y lejano, al que a veces confunde con el amor. Siente pasión por la escritura y la poesía considerándolas su primera piel, la piel del alma.