Luis Paniagua: la historia de un día y el derrumbe de un mundo

La poesía es una forma de conocimiento de un mundo oscuro que sentimos en torno de nosotros pero que en realidad tiene sus raíces en nosotros mismos.

Eugenio Montale

La patria es pradera de corderos segados por el filo y el veneno (UNAM – Naveluz, 2019), más que ser el título de un libro de poemas, nombra el título de una historia. La palabra «patria», en este libro, es la cercanía de todos los días, es el habitar este mundo. Los poemas de Luis Paniagua son el desdoblamiento de un pensamiento íntimamente cercano a la naturaleza del mundo, la fuerza de la energía y de la magia que hay cuando se voltea a ver el cielo. ¿Por qué entender estos poemas como la historia de un día? Se trata, en principio, de la jornada que recopila todo: el día es el mundo. El comienzo del libro simboliza el inicio del día; el resto, el transcurrir de las horas y de los momentos del tiempo representados en el cielo.

Los poemas cuentan con una conexión profunda, por lo que no se encuentran aislados entre sí. Son una cadena casi mística de palabras. Voltear la página es encontrar el principio y el final al mismo tiempo. En este sentido, los dos momentos de interconexión, tanto a nivel estructural como a nivel sensorial, permiten reconocer la fluidez en cada verso, en el conjunto de palabras que se entrelazan. Lo mismo ocurre gracias a la prosa, pues despliega la casi inexistente interrupción de la historia y esto, al mismo tiempo, revela el flujo poético presente en cada página.

Puede observarse la poesía en este libro como una ramificación de posibilidades, como si de un árbol se tratara, pues son la recopilación de muchos momentos en uno, en un mismo día. Si pensamos en el conjunto de poemas como uno solo, los fragmentos representan pequeñas partes del día-mundo y, a través de diferentes personajes, se logra la imagen compleja de «un mundo de bordes carcomidos». Aquí se diluye la oposición entre lo bello y lo feo. Hay una representación de la belleza de lo monstruoso, de ese lado opuesto que se rodea al caminar, que se ignora. El autor hace ver que ese lado también está ahí: «las bestias enormes y dormidas que dan ser al paisaje». El paisaje real e íntimo; por eso hay tanta cercanía entre poesía y mundo.

El título de la obra nos brinda una pista, pues cada elemento presente en esta apresurada oración contiene la inmensidad de la historia que se cuenta. El filo, por ejemplo, es un punto que recorre los poemas: la destrucción, la misericordia, la muerte, el mapa. Los pájaros, quizá, son ese ojo observador del caos individual y colectivo. El canto de estos animales une las vivencias de un carnicero con el resto de la humanidad: es como tocar el piso y pensar que estás conectando con todos los lugares del mundo. Esto sucede a través de la palabra.

Algunos fragmentos tienen un tinte aforístico: «El aire es la certeza, el pensamiento más arriesgado, en la lógica del cometa». Además, el poeta crea metáforas a partir de ciertos elementos que contrastan entre sí y, por tanto, se establece un nuevo sentido que responde a la imaginación pura: «Los cuchillos, en el cajón, chocan entre sí como dientes con frío, como huesos perdidos en un bosque de hielo». Existe, incluso, la animación misma de la imagen de una parvada: observar el cielo y mirar el escape de los pájaros, la representación tangible de la infinitud: «Han visto extenderse esos pájaros infinitos?…».      

Aparece la imagen de la ruptura, de la injusticia, de la sangre, de lo perverso dentro de un mundo que no deja de ser bello, de aquel horror que es parte de este mundo —aunque hermoso, lastimado—. La patria adopta un sentido irónico y, al mismo tiempo, melancólico. Se trata de la descripción resignada de una realidad, pero la pertenencia y la palabra dibujan, dentro de ésta, la búsqueda de un sentido en medio de muchos sentidos. El libro es cíclico, pero no lineal; constante, pero escurridizo como la vida misma.

Las palabras de estos poemas son consecuentes, tal como un río difícil de congelar, un ritmo difícil de interrumpir. La poesía de Luis Paniagua es la naturaleza reclamando su lugar. Esta historia es un mar profundo, la convicción misma de la palabra. La unión del canto del pájaro con el canto de la vida cotidiana, una unión que resulta en una fuerza indudablemente reflexiva. Estos poemas representan la visión limitada que a veces se tiene, no siempre por decisión propia, sino por la circunstancia que acecha la mirada de un rebaño. El mundo derrumbado, la mutilación de la naturaleza, la patria que es sangre y enterramiento. La mano entrelazada de la vida y la muerte, de la belleza y el dolor.

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