Los Silabergs, ese grupo social al que el crecimiento explosivo de la comunidad relegó a los suburbios, seres inteligentes de barbas lacias y serenidad en los rostros, tribu de antaño golpeada y discriminada cuyos hábitats fueron devorados por espantosas y desordenadas colonias de interés social construidas por el gobierno, comenzaron a involucrarse, con los escasos recursos que les daban sus trabajos de asistencia en ingeniería, en la compraventa y construcción de drones. Al paso de los años construyeron algunos tan grandes que cabían casas dentro. Preocupados siempre, y cuidadosos con las leyes para que la velocidad o dimensiones de los drones no fueran afectados por ellas, no pasó mucho tiempo para que sus viviendas se desplazaran en grupos de tres o hasta cinco juntas.
Un día, uno de los nuestros, asombrado, se llevó la mano a la frente para mirar hacia el sol; volteamos todos al cielo y vimos, nosotros los habitantes de Parsimónica, cómo pasaban flotando las comunidades de Silabergs distribuidas en sus enormes drones, oscuros como nubes de tormenta, que para entonces parecían contener todo para las necesidades diarias, todo para la supervivencia futura y todo para el justo distanciamiento de nosotros, quienes los habíamos ninguneado. Entonces vino la época del diluvio; había que ver con qué calma y con qué involuntaria lástima nos contemplaban aquellos tenaces conquistadores de los cielos, mientras nuestras congregaciones enloquecidas de hombres y mujeres corrían para encontrar un asilo elevado que les impidiera ahogarse.
Autor: Juan Carlos Arce (Ciudad de México, México, 1970). Ha publicado textos en la revista Tierra Adentro y Voces de la Cúpula de la Casa de Cultura de Morelia, Michoacán. Es también cantautor de música popular y diversos artistas han grabado composiciones suyas.
