Santa María de las Lagunas, viernes 8 de noviembre. Cae el sol y alguien apunta a contraluz a donde pasta la vaca, en lo alto de la colina.
Allá arriba, en la línea del horizonte, se pierden el cielo gris y el sol en segundo tercio, y enfrente del sol hay unos árboles que yacen en silencio junto a unas espigas y una vaca. Cuando el fotógrafo mueve el lente hacia la derecha, se le aparecen de súbito tres siluetas que no tendría que estar viendo: la de alguien arrodillado, la de alguien de pie y la del arma con la que le está apuntando a la cabeza de aquél. Hace frío y se alcanza a ver la respiración del sentenciado.
El fotógrafo trata de respirar profundo; ni siquiera sabe cómo se llaman, tampoco le importa; él sólo tiene que hacer su trabajo, pero parece que su corazón le martilla furioso el pecho, porque algo le tiembla el pulso. Entonces el obturador suena como un fogonazo sumario; los pájaros salen en desbandada de los árboles, el arrodillado cae al suelo y desaparece de la escena. Allá arriba sólo quedan dos siluetas vivas.
La silueta que está de pie da media vuelta; ahora le da la espalda al sol y parece ver entre los árboles algo que apunta contra él. El fotógrafo sólo ve una silueta que levanta de nuevo su brazo derecho, pero esta vez apunta contra él. Al sargento le dijeron que no podía dejar rastros; el fotógrafo ya tomó la foto.
Santa María de las Lagunas, viernes 8 de noviembre. Dos siluetas corren colina abajo. El otro rumia en perpetuo silencio allá arriba. La vaca sigue pastando. Huele a pólvora y a petricor. Suena el silencio del ocaso a contraluz.
Autor: Baltasar Botarava (Bogotá, 1987). Economista y magíster en Economía; se ha desempeñado como funcionario del Ministerio de Defensa Nacional de Colombia y como profesor de la Escuela Colombiana de Ingeniería y de la Universidad de los Andes, en Colombia. Sus creaciones literarias han sido publicadas en Primera Página.