Curadurías cotidianas y cómo contactar con el arte desde casa

Ilustración de Sofía Probert

LAs sandías se acomodan solas en el carro

Dicho de mi abuela

En tiempos de confinamiento, la siempre presente relatividad del todo se nos ha manifestado explícitamente. Lo que antes se daba por hecho, ahora se reconoce y lo que nos fue tedioso es hoy estimulante. Pasear al perro, hacer la compra e incluso tomar un baño, son actividades que hemos resignificado a partir de las nuevas condiciones ante las cuales nos encontramos. Pareciera incluso que el tiempo se mueve de otra forma, no sé más rápido o más lento, pero es diferente. Los días de la semana, para muchos de nosotros, han quedado difuminados en lo que parece un eterno domingo de trabajo en casa. Y es que, en tiempos de confinamiento, nuestra experiencia del mundo ha cambiado: lo sensible se ha redistribuido. Estamos expuestos a menos, pero quizá prestamos mayor atención.

Dentro de estos reacomodos, el arte y la cultura también son reinterpretados y transformados. Los grandes museos, teatros y casas de cultura, han cerrado ya sus puertas, mientras abren ventanas virtuales hacia nuevas posibilidades, lo cual deja en claro que el arte nunca les ha pertenecido, aunque en ocasiones así lo parezca. De esta manera, poco a poco, el encierro nos lleva a relativizar también nuestro contacto con lo artístico y a preguntarnos, una vez más, por el ser del arte y la cultura.

Al estar recluidos en espacios específicos, podemos aprovechar para observar con mayor detalle lo que nos rodea; es decir, a qué contenidos culturales estamos expuestos y cómo nos relacionamos con ellos. ¿Y es que no tenemos experiencias estéticas todo el tiempo, aunque sea encerrados en nuestras casas? Habitando la arquitectura que nos contiene, mirando y utilizando los muebles que tenemos a nuestro alcance, curioseando los adornos que tenemos a nuestro alrededor, leyendo un poema o un recetario, o scrolleando en Instagram, ¿no nos estamos relacionando, de alguna u otra forma, con aquella cosa misteriosa que llamamos arte?

Alrededor de todas estas experiencias estéticas, además, se esconden discursos que valdría la pena descifrar, así como lo hacemos con la curaduría de una exposición de arte. En este sentido, entonces cabe hacerse algunas preguntas: ¿Por qué vivimos en donde vivimos? ¿Por qué vivimos con quienes vivimos? ¿Qué dicen nuestras habitaciones de nosotros? ¿Por qué este color y no el otro? Lo mismo sucede con los contenidos que subimos a nuestras redes sociales: ¿qué de nuestras experiencias decidimos enmarcar y compartir como lo que somos y por qué?

Estas reflexiones, a las que normalmente no dedicamos nuestro tiempo, pueden generar conocimientos particulares muy valiosos para aprender del mundo en el que vivimos. Nos ayudan, además, a detenernos y meditar sobre nuestro alrededor y sobre nosotros mismos. Al mismo tiempo, nos permiten conocer las potencialidades y posibilidades de la cotidianidad que nos envuelve.

En este sentido, me interesa rescatar el caso específico de Instagram, esta red social en la que construimos discursos a partir de acomodar imágenes y videos dentro de un perfil. En Instagram fungimos como curadores de nuestras propias vidas, mediamos nuestras experiencias y construimos relatos específicos acerca de ellas. Varias cuentas en esta red social, desde hace tiempo, han explorado las oportunidades que ofrece un perfil de este tipo como proyecto curatorial o museístico alternativo, en ocasiones con tintes sarcásticos y en otras de manera muy formal. Al mismo tiempo, algunos artistas lo utilizan como medio de difusión e incluso de venta de su obra.

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MoNA: Museo, espacio de experimentación e instituto de investigación a través de Instagram.

Ahora, a raíz de la contingencia, se han planteado un sin fin de proyectos experimentales que utilizan la tecnología para crear una musealización expandida y espacios escénicos desde lo virtual. Cada día, nuevas propuestas convierten a Instagram en un laboratorio de investigación capaz de romper con todas las reglas que han imperado sobre las artes y específicamente sobre los espacios que las contienen.

Estas propuestas ponen de manifiesto los cambios que nuestra experiencia del mundo sufre en la actualidad, los reacomodos que estamos viviendo y la relatividad que acompaña a todos estos procesos. A partir de replantear los quehaceres artísticos desde los límites que se nos presentan, las reflexiones en torno a nuestras realidades ganan terreno y contribuyen a la producción de conocimientos nuevos. Estas tareas artísticas no caben en ningún museo, ni buscan ser presentadas en ningún teatro, no pertenecen a ninguna institución, sino que son respuestas íntimas y energéticas a las condiciones del presente. El arte hoy parece encontrar espacio y tiempo para ser generado y acogido desde las subjetividades que están más que nunca en contacto consigo mismas, pensándose y repensándose una y otra vez.

Lejos de lo que podríamos pensar en un primer momento, en tiempos de confinamiento e incertidumbre, el arte se nos aparece próximo.

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Ilustradora: Sofía Probert. Artista y estudiante de Biología en la UAM Xochimilco. Su obra se centra en un diálogo entre sus dos áreas de desarrollo, le interesan las expresiones estéticas de la vida orgánica y la relación que ésta tiene con los seres humanos.